Furia feminista que busca ser poesía

“Ya no dejo que nadie/ me conjugue/ como un verbo solitario/ que espera/ en las órbitas de otras vidas”, dice Ana Carolina Mendes en uno de los primeros poemas que escribe en su libro “Hasta que la poesía nos salve”. Ella cuenta una etapa de violencias, de amores que por doler no amaban, de romanticismo idealizado, de mandatos de mujer, de madre.

Escribe porque la poesía le salvó la vida y parece no existir una explicación más amplia y a la vez íntima. El relato que no sale por la boca sino por las manos, destejiendo el pensamiento, fue la forma de salir del pánico de un estado en el que no quería permanecer. Que la minaba de a poco en su ser mujer, en su ser libertad.

La lectura apasionada de Alejandra Pizarnik y de Alfonsina Storni, volvieron una y otra vez en el tiempo. La búsqueda de mujeres escritoras fue sonriendo con guiños feministas de los que luego se apropió, cuando supo que lo que vivía no era otra cosa que violencia machista.

“Si pudiera/ ropería el conjuro gelatinoso / de ese día/ y hoy estaría sola/ y estaría viva”.

Romper los silencios que amuran las violencias domésticas fueron, para Ana Carolina, el trabajo más difícil. Aún hoy, sabiendo que la palabra sana, busca espacios para, tal como lo define “apalabrar las furias feministas”. Por eso plantea este ejercicio a modo de taller, y espera, junto a La Revuelta, el momento para dar continuidad a un taller de escritura que tuvo su germen en la última marcha por el Ni Una Menos, el 3 de junio.

El feminismo es el movimiento político en el que quiero estar y criar a mis hijos”, sostiene la escritora y agrega “quiero que mi hija y mi hijo sepan qué es la violencia machista sin tener que pasar por ella”.

El libro que comienza en el desconocimiento propio, llega al empoderamiento en la clave de develan las palabras feministas. “Me hamaco en la incongruencia de la mañana/ me palpo el cuerpo/ salivo mi nombre/ y me ubico en la fila/ bien cerca/ de los que reparten poesía”.

El empoderamiento de la mujer es, para Ana Carolina, una cuerda que, atada a la poesía, es capaz de salvar una y mil vidas.

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