Fuego feminista para los mandatos patriarcales

Con una quema simbólica, La Revuelta y amigas celebraron el primer “Domingo contra los machos”. La jornada se extendió por varias horas, con acciones de autocuidado, producción colectiva de gas pimienta e instalaciones.   

Foto: Florencia Castello

El rumor de que habría fuego se dispersó por Neuquén con rapidez durante toda la semana. Atentas, las autoridades consideraron que lo más importante era proteger la Catedral católica porque Las Revueltas andaban sueltas y con intenciones pirómanas. Policías de varios rangos y en diferentes vehículos se ocuparon de vigilar la actividad recorriendo ansiosos la Avenida Argentina, epicentro de la concentración, mientras mujeres policías y bomberos se apostaban tras las vallas de la iglesia. A las cinco de la tarde la brujas ancestrales, vestidas de negro empezaron a pulular de acá para allá, era hora de empezar el esperado Domingo Contra Los Machos.

Fueron muchas las mujeres que se convocaron bajo el lema «¡Juntas y apoderadas contra la guerra que nos declararon los machos!».  Una guerra unilateral que tiene como arma la vulneración de derechos y a nuestro cuerpo como territorio. Una disputa a la que respondemos exorcizando las violencias impresas en nuestros cuerpos diversos, de pie, una al lado de la otra, a(r)madas.

En tres grupos, mujeres de Neuquén, Villa Regina Choele Choel, Junín de Los Andes y San Martín de los Andes, se ocuparon de la autodefensa. Algunas participaron en la preparación de gas pimienta casero que luego distribuyeron entre todas las presentes. En medio de una gran ronda, para mostrar los resultados de la tarea, circularon los consejos para el uso efectivo del líquido como herramienta de protección. Uno más en el camino del recupero de la noche, la libertad de ir y venir a placer y sin miedo.

Foto: Florencia Castello

En otro extremo, una ronda menor analizaba la sentencia que el juez José Colabelli dictó, la semana pasada, contra una médica en la localidad de Esquel. En el juicio se investigó a una profesional de la salud que garantizó el derecho al aborto legal, en clara señal de disciplinamiento hacia las y los demás médicos que hacen lo propio en el resto del país.

Mientras tanto, otras estaban ocupadas en la ingeniería de la escultura para la quema. El fuego iba a arder sobre la palabra MACHOS, armada con cajones de madera. No sería la Catedral, ni la figura de un hombre la que pasara por el fuego, porque el feminismo no le devuelve al patriarcado el mismo dolor que éste provoca. Porque no es un espejo del machismo, como algunes gustan decir.  Es, como hoy, la creatividad de la defensa conjunta, entre todas y acuerpadas, a plena luz del día o bailando juntas cuando cae la noche.

Cuando se escondió el sol cada mujer, lesbiana, travesti, trans tomó una antorcha encendida, coloreó su cabeza con el magenta del Socorrismo y tomó la calle. Había risas en aire. Algunas pelucas antiguas, otras nuevas y mejor peinadas, más o menos rosadas, iluminadas por antorchas caseras que flameaban por cada una de nosotras. Había motivos para estar juntas. La última vez, el 5 de agosto, nos había convocado el dolor. El nombre de Anahí Benitez no dejaba que el Ni Una Menos se sintiera real. Ahora, el feminimo se adueñaba de la noche, se hacían parte del cuerpo y brillaban en la oscuridad del Estado cómplice y femicida.

Con un himno abortero y socorrista comenzó la marcha que recorrió varias cuadras al grito de «¡Poder feminista!».Cerca del final del recorrido hubo una parada obligada. En la puerta de la Catedral quedaron colgados algunos carteles que no escondían nada: “Machismo es Grassi”, “Machismo es un cura abusador”, “Machismo es la pedofilia”, entre otros. De cabellos magenta y hechas un fuego las mujeres cantaron su lesbianismo, su diferencia, su heterosexualidad no normada y movieron el cuerpo, ese que la iglesia no va a tocar. El fuego estaba también en la mirada de los que, tras las vallas, intentaban culparlas por su envidiable libertad.

 

Foto: Florencia Castello

La marcha llegó a su fin cuando comenzó a sonar el latido de un tambor. Era el momento del ritual, era el tiempo de exorcizar al machismo simbolizado en esa palabra que esperaba el calor del fuego. Una a una fueron llevadas al crematorio publico y feminista las cinco letras de la palabra MACHO con una declaración personal. La Maternidad obligatoria; el Aborto inseguro;  la Cotidianeidad y naturalización de los travesticidos; el Humor sexista; el Olor a bolas en los sindicatos y en los partidos políticos y en el camioncito de las marchas; la Sumisión que se espera de nosotras, entre otras.

El fuego consumió todos los mandatos patriarcales, en una noche de domingo, mientras las feministas bailaban la liberación. Las brujas, mujeres, tortas, lesbianas, trans, travestis alrededor de este fuego se declararon en aquelarre permanente ante el mundo femicida y gritaron: «¡Que arda el machismo!»

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