María Trpin, Ruth Zurbiggen y Graciela Alonso Colectiva Feminista La Revuelta Neuquén-Patagonia Argentina
San Carlos de Bariloche en estos momentos está lejos de ser una postal paradisíaca, y mucho más cercana a ser una postal del horror, a raíz de una sucesión de violaciones que se vienen perpetrando desde fines del 2008. Si bien son 9 los casos denunciados, las víctimas rondan en 30, según contabilizan mujeres del lugar. (3)
El dolor y el miedo que “pasa por tu hija, por la mía… y por esto de que no nos quieren, la sensación es esta, no nos quieren” –relata Mónica Domínguez una vecina del lugar– ha hecho que estas mujeres transformen la inacción y el silenciamiento de gobernantes y funcionarios del estado –ante la inminente temporada de turismo internacional–, en propuestas de acciones de visibilización, que discuten en la plaza céntrica, todos los jueves a las 19 hs.
Tan sólo por denunciar y pedir justicia, son catalogadas como “violentas”, “exageradas”, “locas” y “peligrosas”, al punto que a dos de ellas en instancias de hacer la entrega de una nota al Consejo de la Magistratura para que se investigue el accionar de los fiscales, les impiden la entrada mediante efectivos policiales y las fuerzas represivas especiales de la provincia –BORA– confundiendo y desilusionando a más de un/a transeúnte que pasaba por allí, quienes ante semejante despliegue dieron por supuesta la captura del violador.
Esa policía que pone especial cuidado en la seguridad del poder judicial, es la que violenta a las mujeres que se acercan a presentar una denuncia, con comentarios sexistas como “y bueno, con ese culo que tenés, ¿cómo no querés que te violen?“.
¿Queda alguna duda de por qué denuncian tan pocas?
Comentarios de este tipo, ponen en escena cómo los sistemáticos procesos de inferiorización, desamparo, fragilización, intervienen en dos tipos de violencia: visible e invisible. Que se hable de violencia invisible no quiere decir que esté escondida, por el contrario, se nos intimida con un comentario como el del policía, con el acoso en nuestros lugares de trabajo, con una violación.
Asimismo, gestos, chistes sexistas, desigual distribución del dinero, de tareas y de tiempo libre, conforman otros “invisibles sociales”, sucede que tenemos dificultades para verlos porque se han naturalizado. Gran parte de su eficacia radica justamente en esa imposibilidad de cuestionarlos, de reconocerlos como violencias. “La consecuencia es que se minimizan o se niegan los hechos de violencia considerándolos “normales” o “habituales”, se desmienten las experiencias de las mujeres y se desvía la responsabilidad de los agresores”. (Velázquez 2003: 25)
Queremos subrayar, entonces, que estos violentamientos no se dan en un vacío social, o como bien lo señala Ana María Fernández (2009:39) “la naturalización de la injusticia no es un proceso espontáneo, sino que, muy por el contrario, hay que producirlo”.
Siguiendo esta línea de sentido, esta autora postula que: “Para que la violencia del golpe, la violación, el acoso, el ataque incestuoso existan, es necesario que una sociedad haya, previamente, inferiorizado, discriminado, fragilizado al grupo social -las mujeres, los niños/as, los ancianos/as, etc.- que es objeto de violencia. Sólo se victimiza a aquel colectivo que es percibido como inferior; de este modo se legitiman todos los actos de discriminación.«Nadie te da un sopapo sin decirte: “¡Idiota!” y sin hacerte sentir tonta», dice una ex mujer golpeada.” (Fernández 2009:33)
Optar por iniciar con esta breve reseña, tiene que ver con que entendemos que no pueden estar ausentes en este encuentro que hace foco en “la criminalización de la protesta social”, la multiplicidad de violentamientos que se ejercen contra las mujeres del lugar, y porque pensando en ellas y en qué podíamos aportar desde nuestra experiencia militante, es que intentamos articular esta intervención, a partir de preguntarnos: ¿por qué estamos hoy aquí?; ¿cómo se articulan los discursos en la justicia para culpabilizar a las mujeres, a fin de dejar intacto el pacto entre hombres?; ¿cómo comprender el dominio despótico que se ejerce sobre los cuerpos de las mujeres?
Nuestros aportes estarán orientados, entonces, a mostrar cómo ante las denuncias de las mujeres se vuelve todo el aparato represivo patriarcal contra las mujeres/niñas denunciantes e incluso sobre quienes acompañamos, para ridiculizarlas(nos), confinándolas(nos) al lugar de la incredulidad, el absurdo, la mentira, la locura, las exageradas, las violentas, etc. Para hacerlo, basamos nuestros análisis en dos sentencias judiciales (4), aunque seguro las categorías que empleamos pueden ser extensivas a muchas otras, incluso, fuera de las fronteras provinciales.
Este registro de desvalorizaciones, permite pensar acerca de la dimensión sexista del poder patriarcal que produce discursos y “horizontes de valor” acerca de lo que son/somos las mujeres, y de lo que deben/mos ser (lo que se espera de nosotras); al tiempo que construye la superioridad y el prestigio con que gozan los atributos asignados a la masculinidad.
Podríamos decir que el “modus operandi” observado en los casos que presentaremos, da cuenta de la persistencia de estereotipos basados en las desigualdades de género, esto es, prejuicios cargados de sexismo y heterosexismo que afectan a las mujeres no sólo a través de actos individuales sino también reflejados en las distintas instituciones, tanto jurídicas como sociales, que intervienen en el proceso.
“El cuerpo femenino es, ha sido y será un topos de desafíos, luchas, retos, rebeldías,( no) aceptaciones, y sobre todo colonizaciones, que generan una lucha constante.” María Carmen África Vidal Claramente
EL CASO “R”
En enero de 2008 toma estado público la resolución de la Cámara Criminal Segunda de Neuquén que condena con sólo 4 años de prisión domiciliaria a ESTEBAN MUÑOZ, ex comisario de 73 años que abusó en forma reiterada de una nena de 11 años, a la que llamaremos “R”, dejándola embarazada. Las pruebas de compatibilidad genética, no dejan duda alguna de que el niño transporta el ADN del violador.
Sin embargo, los jueces Héctor Dedominichi, José Andrada y Emilio Castro, consideran que la sola existencia del embarazo no demuestra que haya existido acceso carnal. Utilizan como coartada “científica” la figura del “coito interfémora” (hubo eyaculación pero sin penetrar a la víctima) para condenarlo sólo por “abuso sexual deshonesto”, delito mucho más leve que la violación.
Si bien el fiscal Rómulo Patti había pedido 11 años por violación con acceso carnal, no apeló y el fallo quedó firme.
Por su avanzada edad, la Cámara beneficia al ex comisario con prisión domiciliaria, en su casa lindera con la de la niña.
Entendemos que: CON O SIN PENETRACIÓN ESO ES VIOLACIÓN.
Nos preguntamos: Qué mensaje emite la justicia al exigir como condición indispensable para reconocer una violación, que una niña de doce años utilice la palabra penetración en las pericias realizadas vía la Cámara Gesell.
Qué mensaje produce la justicia al considerar que el abuso sólo es grave si hay penetración.
Qué mensaje social construye la justicia si admite la posibilidad de complicidad de una niña con un adulto de 73 años, a sabiendas de que tratándose de una menor incluso la ley penal estipula la imposibilidad de tal discernimiento, siendo la edad misma la que tipifica el delito.
Qué mensaje transmite este fallo tanto a violadores como a las madres que pretenden efectivizar denuncias de abusos a sus hijas, si hay un conjunto de indicios no valorados, tales como que “el acusado tocó, manoseó, desvistió parcialmente e incluso se acostó semidesnudo sobre el cuerpo también semidesnudo de la púber, de once años, llegando a eyacular sobre la vulva descubierta de la niña (de lo que resultó el embarazo de ésta y el alumbramiento de un niño), en varios momentos y en actitudes progresivas, en el transcurso del año 2005 y primeros meses del 2006”.
Qué mensaje emite la justicia a todas las mujeres, si no hay posibilidad de considerar los daños psicológicos como parte constitutiva de un abuso y violación.
Qué mensaje propaga la justicia respecto a la valoración de este tipo de denuncias, al fijar la pena en la casa lindera a la de la niña–víctima.
Qué quiere transmitir el sistema judicial a través de la omisión de las actuaciones de instituciones que debían actuar articuladamente ante la denuncia –y durante la etapa de instrucción– y no lo hicieron, resultando de ello la inexistencia del examen ginecológico correspondiente.
Qué mensaje irradian las otras instituciones involucradas al plantear la posibilidad certera de que la niña tiene un buen vínculo con el hijo producto de la violación sustentada en la evidencia fáctica de que lo llevó a hacerle un control (correlato del mito mujer–madre).
Qué mensaje instala la justicia al desconocer “el interés superior del niño”, a partir del cual, de haber alguna duda, debería obrar en beneficio de la niña y no del victimario.
Qué mensaje acerca al no reconocer a la niña como sujeto de derecho, al avalar la posibilidad de que sea un objeto de placer de un adulto.
EL CASO “A.R.”
En octubre de 2009 toma estado público la resolución del Juez Oscar Zabala que determina el sobreseimiento total y “definitivo”(5) del “reconocido y prestigioso” ginecólogo neuquino GUILLERMO HORACIO FOCACCIA, en orden al delito de abuso sexual simple (Expte Nº 43538/09). El caso fue abordado por la periodista Mariana Carbajal en el diario Página 12: “Consultorio delito” y “Un caso en Neuquén, multiplicó las denuncias”.
La víctima, una joven de 27 años, profesora en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Comahue, a la que llamaremos “A.R.”, se atreve a denunciar y tras ella –tal efecto dominó– la multiplicación de relatos de muchas otras cuya semejanza impacta. Impactan también las dificultades subjetivas de esas muchas que no supieron o no pudieron o no se atrevieron a denunciar. Las tretas de la “indefensión aprehendida” bajo el manto de un sistema que jerarquiza roles, estereotipos, prácticas médicas.
Entendemos que: NO TODO VALE EN UNA PRÁCTICA MÉDICA.
Nos preguntamos: Qué mensaje acerca la justicia al avalar como formando parte de las prácticas profesionales: comentarios sugerentes acerca del cuerpo; el mostrar excesivo interés por la vida sexual de la consultante; la obtención de fotos de partes del cuerpo que no son necesarias para hacer el diagnóstico por el que se consulta; chistes y comentarios sexuales ofensivos, desubicados o humillantes; la frotación en partes íntimas, etc.
Qué mensaje transmite la justicia al valorar como prueba a favor del victimario, que no se evidencian lesiones de defensa.
Qué mensaje instala la justicia al transferir a la víctima la responsabilidad de poner coto a la situación, en instancias en que las mujeres tenemos que decodificar y traducir estos registros del sujeto–cuerpo que nos perturban, que los vivimos como violencia, pero para los cuales no tenemos palabras porque también hemos sido socializadas en una cultura patriarcal.
Qué mensaje propaga la justicia al ocultar/desconocer la existencia de una figura de autoridad: médica, etárea e incluso afectiva (ginecólogo de confianza) que opera en esa relación profesional-paciente.
Estos dos casos, ilustran la desventaja continua de las mujeres en esta sociedad heteropatriarcal, con una justicia que en lugar de abrirse y revisar al interno los prejuicios y estereotipos que perpetúan un accionar discriminatorio en razón de género, hacen uso de ellos para -precisamente- volver todo el peso de la ley contra las mujeres y culpabilizarlas, sugiriendo que ha habido consentimiento. Se trata de una estrategia de inversión que posibilita transformar a los atacantes en víctimas de sus víctimas, claramente observable en el fallo de “A.R.”: “Sumado a ello, la particularidad del presente factum, un profesional que durante una consulta supuestamente excede sus maniobras médicas, las cuales son mal interpretadas por su paciente, que pese a su sensación de víctima de abuso y pese a la confianza de años, nada dijo a su médico ni tuvo la mínima voluntad de poner coto a la situación; resulta poco probable sino imposible ahondar en la subjetividad del imputado y determinar si las maniobras médicas en cuestión son las apropiadas o exceden la lex artis” (las negritas son nuestras).
Más simple imposible, basta con concentrar la atención en descalificar la credibilidad de la víctima en el proceso penal, para obtener como resultado “indubitable” la asunción tácita de la responsabilidad de ella por los hechos. Tampoco es ajena a esta trampa patriarcal “R” a pesar de su escasa edad: “ella concurría por gusto y no por obligación, podemos suponer que hubo en ella algún grado de complacencia” (las negritas son nuestras).
Estas actuaciones, no hacen más que fortalecer un clima de impunidad, que trabaja en un doble sentido, afianzando los prejuicios y poniendo en peligro el acceso real y efectivo de las mujeres a la justicia.
No era la primera vez que “R” concurría a la casa de su vecino, prácticamente se crió con él. Concurría con frecuencia a atender el kiosko que éste tenía y a mirar televisión, “era como su padre, incluso tiene fotos de él con ella en brazos y varias veces la dejé a su cuidado cuando me iba a trabajar” (nos relató varias veces la mamá de “R”). Tampoco era la primera vez que “A.R.” concurría al piso 12 del céntrico edificio en el que funciona el consultorio en cuestión. Se atendía allí desde sus escasos 14 años, casi como parte de la herencia y el pasaje materno, ya que su madre fue atendida en sus cuatro partos por el mismo profesional.
En ambos casos, asistimos a situaciones con un plus de abuso de poder y de confianza.
En ambos casos también, el factor tiempo aparece como articulador del siniestro proceso de “crear una víctima”. Una sucesión de hechos, algunos imperceptibles (chistes desubicados acerca de partes íntimas hacia “A.R.”), otros inconexos (le hacía regalos a “R”), otros naturalizados (mirar televisión juntos en la cama de él, en el caso de “R”), están cargados de intencionalidad en tanto forman parte de las “técnicas de violencia”. Haciendo foco en esto, es que la psicóloga Susana Velázquez (2003:44), especializada en la temática, redefine la violencia como “un conjunto de prácticas físicas, psicológicas y/o sexuales que denominaremos técnicas de violencia. Dispositivos intencionales ejercidos de manera instrumental por el agresor adecuándolos en tiempos y formas diversas para aterrorizar y someter a quien agrede. Estas prácticas instrumentales tienen la finalidad de crear una víctima, intentando despojarla de lo que es como persona y dejarla sin posibilidad de defenderse y/o evitar el ataque. El agresor, mediante estas técnicas intencionales, se garantizará el control de quien transforma en su víctima y el dominio de la situación: “todo acá va a marchar como yo quiero”.
Muestras claras de que se sienten autorizados por una ideología de supremacía. Lo que debe quedar claro, además, es que ese ejercicio heterosexista de la sexualidad lastima a todas las mujeres.
Podríamos pensar, por un lado, que los mensajes dados por las distintas instituciones sociales, no son mensajes individuales sino que se dirigen al conjunto de las mujeres (“las idénticas”), constituyéndose en mensajes disciplinadores. Y sus efectos son sentidos en las dificultades para denunciar, en el miedo de salir a la calle, en los cuerpos de mujeres que se sienten vulnerables, inseguros, desprotegidos.
Pero también podríamos pensar que esos mensajes siniestros, son mensajes para toda la sociedad, porque la impunidad es mensaje para nosotras pero también para los victimarios. Es posible leer desde esta lógica, que el clima de impunidad habilita futuros abusos. Esta idea de impunidad como causa de abusos, está presente en la entrevista que realizamos a Mónica Domínguez (luchadora de Bariloche): “nadie toma en cuenta que bien es posible que esto sea una cadena, una perversión así va despertando a que con tanta impunidad salga otro y viole, si total no pasa nada”.
Pero también podríamos pensar que la impunidad está en el hecho mismo, de esta manera el abuso y/o la violación son la expresión de la impunidad, del dominio y supremacía patriarcal.
Cualquiera sea la posición que se adopte, lo cierto es que la atmósfera de impunidad existe y no pasa desapercibida para muchas mujeres y menos aún para aquellas que han sido víctimas directas y que llevan la marca y el dolor en sus cuerpos, de una sociedad que no está dispuesta a cuidarlas. Porque como hemos visto, los violentamientos no se limitan a las instancias del hecho que se denuncia, violación y/o abuso, sino a esa otra “violencia organizada” (Pauluzzi, Liliana 2006:139) que tiene como responsables directos a agentes del estado, que abusan de su poder (los jueces), en beneficio de los victimarios. A un extremo tal que los fallos son una burla a los estudios y avances teóricos en el campo de las violencias contra las mujeres.
¿Cómo esperar que entiendan que no sólo la carne duele? ¿Cómo esperar que interpelen a la violencia desde el género? ¿Cómo esperar que escuchen que la violencia es un hecho político? ¿Cómo esperar que interpreten que muchas veces la resistencia/defensa está en el hecho de sobrevivir?
Sin embargo, esta atmósfera patriarcal nos ha exigido a las mujeres agudizar nuestra capacidad creativa para perturbar/desordenar esa palabra de “la justicia” que se presenta como incuestionable en tanto “objetiva” y “justa”, ocultando que es palabra que busca domesticarnos y colonizarnos.
Porque entendemos que la “sobrevivencia” no es un transitar en soledad sino con otras, hemos acompañado y nos hemos acompañado con variadas estrategias de visibilización y denuncia, que están lejos de la actitud de pasividad, lejos de aceptar los “toques de queda” con que el patriarcado pretende investir a las mujeres, y en un todo de acuerdo con el postulado “si no hay justicia hay escrache feminista” o “si hay justicia sexista hay escrache feminista”. Se trata de buscar y construir estrategias para avanzar en la conquista de nuestros derechos.
Revoltosas e inconvenientes, coreamos en las calles:
Si te vas a hacer un PAP Si te vas a hacer un PAP No lo elijas a FOCACCIA porque te puede ABUSAR
También, pegatinamos en las paredes de la ciudad:
PELIGRO !!! CUIDATE !!!! En Perito Moreno 78 Vive el Juez de Cámara EMILIO CASTRO EYACULADOR DE MISOGINIA
Casi como una marca de nuestra Colectiva, esas estrategias están aprendiendo a combinar denuncias, escraches, acciones callejeras, jornadas pedagógicas, exigencias de otras políticas públicas a un Estado que nos debe innumerables derechos a una cuantiosa variedad de grupos minorizados (por clase social, por etnia, por identidad sexual, por edad, por género, etc.) junto con acompañamientos sororos para la construcción de otras posibilidades para vidas concretas y la producción de saberes académicos y profesionales que se mixturan con nuestro activismo.
De allí, nuestro servicio de Asesoramiento Legal: “Socorro Violeta”, creado en el 2009, sostenido económicamente con dos sindicatos (ATEN –Asociación de Trabajadoras/es de la Educación de Neuquén– y ADUNC –Asociación de Docentes Universitarios). Asesoramiento que no re–huye al compromiso activo de generar marcas saludables y consecución de derechos. En el entendido de que lo personal es político y que muchas veces una conversación, una indicación de dónde acudir, una charla con un/a defensor/a oficial se constituyen en intentos de empezar a reparar injusticias.
Todo esto es apenas una parte fundamental de nuestro estar siendo orgullosamente feministas, necesariamente inconvenientes.
Notas:
(1) Este artículo constituye una versión corregida de la presentación realizada por María Trpin en el Foro “Conflictos Territoriales, Criminalización y Derechos Humanos”, organizado por el Equipo de Educación Popular Pañuelos en Rebeldía, la Fundación Rosa Luxemburgo y el Centro de Investigación y Formación Movimientos Sociales Latinoamericanos. (Bariloche, 6 y 7 de noviembre de 2009).
(2) Imagen aportada por Mónica Domínguez, una de las mujeres que lidera el grupo que exige se investiguen las violaciones en la Ciudad de San Carlos de Bariloche. Entrevista realizada por la Colectiva Feminista La Revuelta, San Carlos de Bariloche, noviembre 2009.
(3) Al momento de esta publicación, Cristian Rodolfo Hernández Oyarzún, de 38 años de edad, se encuentra imputado con pruebas de reconocimiento de víctimas y ADN, a la espera de un juicio oral y público.
(4) Para acceder a estos fallos completos contactarse a vía nuestra página web o a colectivalarevuelta@gmail.com
(5) Es de destacar, que el pasado 11 de diciembre, la Cámara de Apelaciones en lo Criminal de Neuquén decidió por unanimidad revocar la resolución dictada por el juez de instrucción Mauricio Zabala y ordenó que se reabra la investigación. Entre los argumentos para tal revocatoria se esgrime: “[…] aún suponiendo como existente la actitud pasiva de AR (nombra a la víctima) la acción del imputado no dejaría de ser delictiva (obviamente si su acción dejó de ser terapéutica) porque el delito Abuso Sexual Simple Art. 119 primer párrafo CP, después de la reforma operada en 1999 (Ley 25087), también se comete cuando la víctima no consiente sino que tolera la situación que le viene impuesta, debido a que el agente se prevale de la situación de inferioridad en que se encuentra la paciente, en esa muy particular circunstancia”. Entendemos que el accionar público y callejero de exigencias a la justicia, desarrollado por “Amigas de AR” junto con la Revuelta, que incluyó el despliegue y la circulación de argumentos político/pedagógicos, colaboraron en esta favorable resolución.
Bibliografía:
FERNÁNDEZ, Ana María (2009): Las lógicas sexuales: amor, política y violencias. Buenos Aires, Nueva Visión.
PAULUZZI, Liliana (2006): Educación Sexual y Prevención de la Violencia. Rosario, Hipólita Ediciones.
VELÁZQUEZ, Susana (2003): “La violencia de género como violencias cotidianas” en Violencias cotidianas, violencia de género. Escuchar, comprender, ayudar. Buenos Aires, Paidós.
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