Publicado en Página/12 – Domingo 2 de mayo de 2010 – Por Mariana Carbajal
Lo organizaron las primeras académicas, sindicalistas, profesionales y políticas del país, y recibió delegaciones de otros y adhesiones de muchos más. Este mes se realiza el segundo, en homenaje a estas pioneras que discutieron temas que, en varios casos, siguen siendo cotidianos.
Académicas, sindicalistas, políticas y profesionales se reunían cien años atrás en Buenos Aires en el I Congreso Femenino Internacional de la República Argentina para debatir el rol de las mujeres. Un siglo después, se acaban de publicar en un libro las actas y las conclusiones de aquellas jornadas, rescatados sus facsímiles de los archivos de la OEA y la Universidad de Harvard, en Estados Unidos. Es un material riquísimo que reafirma que algunas denuncias de entonces todavía siguen vigentes, como la disparidad salarial entre hombres y mujeres, la “esclavitud doméstica» y la complicidad de estamentos gubernamentales en la explotación de la prostitución. Para conmemorar el centenario y hacer un balance de los avances y los retrocesos a lo largo del siglo, entre el 19 y 22 de mayo se hará el II Congreso Feminista. Ya se inscribieron alrededor de un millar de participantes. Como en 1910, no se permitirá la presencia de varones.
Las primeras médicas y educadoras, pioneras y luchadoras por la igualdad de derechos, como Cecilia Grierson, Julieta Lanteri, Elvira Rawson, Alicia Moreau, Petrona Eyle, Sara Justo, Cecilia Muzzilli y Fenia Cherkoff de Repetto, estuvieron entre las organizadoras de aquel I Congreso Femenino. Llevaban ya una década de militancia social y activismo. Feministas de la “Primera Ola”, peleaban por el derecho al voto, la participación política y sindical y una ley de divorcio, entre otras reivindicaciones. De la lectura de las actas surgen algunas curiosidades de época, como la propuesta durante las sesiones de restringir el hábito del “beso y el mate” en tiempos de tuberculosis.
“El I Congreso fue convocado por la Asociación Universitaria Argentina. Pero distó de tener un tinte exclusivamente académico, por el tono de sus debates y la participación también de mujeres no universitarias, ligadas al mundo gremial y político comprometido con el feminismo”, señala María Cillis, ingeniera de profesión, una de las impulsoras de la nueva convocatoria. “No participaron ni las anarquistas ni las comunistas”, apunta Delia Jaitte, psicóloga social y profesora de inglés, también parte la organización del II Congreso. La charla con Página/12 transcurre en el Museo de la Mujer, un centro cultural que fundó y dirige en el pasaje Rivarola 175 la historiadora feminista Graciela Tejero Coni, otro de los motores de la movida. Tejero Coni hace una pintura de la época:
—La primera década del siglo comenzó teñida por las luchas que las mujeres venían protagonizando junto a la incipiente clase obrera, desde enero de 1888, en que las domésticas de Buenos Aires fueron a la huelga contra la imposición de la libreta de conchabo, y en 1889, cuando las modistas de Rosario tomaron igual medida. Muchas fueron las huelgas y manifestaciones que organizaron las mujeres: las obreras del tabaco, en 1896, las costureras, las lavanderas, las alpargateras de La Argentina en 1901, las tabaqueras de La Generosa, La Favorita y Garello y Agrifoglia, en 1904, las obreras de la Compañía General de Fósforos, en 1906, las telefónicas, en 1907, y muchas más. En 1910 se registraron 298 huelgas, todas con significativa participación de las mujeres. También se extendía el movimiento sufragista, que exigía el reconocimiento de ciudadanía y participación política. A comienzos de siglo miles de mujeres se sumaron a la creación de centros femeninos intelectuales y políticos. En 1904, la Asociación de Universitarias Argentinas, con participación de algunas socialistas como Sara Justo; en 1905, el Centro Feminista dirigido por Elvira Rawson de Dellepiane, cuyos propósitos eran “propender a la emancipación intelectual, moral y material de las mujer, cualesquiera sean sus condiciones sociales”; el mismo año se creó la Liga Feminista Nacional de la República Argentina –afiliada a la Alianza Internacional para el Sufragio de las Mujeres de Berlín– y también el Primer Centro Feminista del Libre Pensamiento, cuya principal figura fue la médica Julieta Lanteri.
El rastreo de las actas del I Congreso fue arduo, cuenta Tejero Coni. A poco de terminar, la comisión organizadora publicó en 1910 en la imprenta de Fallica y Escoffier un folleto que tituló “Votos del Congreso”, y que incluía las conclusiones aprobadas. Un año después encargó a la Imprenta A. Ceppi la edición de todos los trabajos y las discusiones de cada jornada. Pero los originales de esos valiosos documentos están guardados, amarillentos, sin microfilmar, en el Tesoro de la Biblioteca Nacional, y no están disponibles para todo el público. Durante un tiempo Tejero Coni fue periódicamente a copiarlos de puño y letra, ya que tampoco se pueden fotocopiar. Hasta que la historiadora feminista española Marysa Navarro le dio la maravillosa noticia de que los había encontrado en Estados Unidos, en las bibliotecas de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Universidad de Harvard. Rescatadas del olvido, aquellas actas pueden leerse ahora en el libro Centenario del Primer Congreso Femenino Internacional, que la organización del II Congreso acaba de publicar, en una edición conmemorativa de casi seiscientas páginas, que se presentó el lunes en la Feria del Libro. La foto que ilustra la tapa del libro también tiene su historia: es del acto inaugural, casi no se distinguen las caras, pero sí se observan sobre sus cabezas grandes sombreros, típicos de la moda de principio de siglo en la metrópoli. Entre las presentes, se distingue Ernestina López, educadora y escritora, rectora fundadora del Liceo Nacional de Señoritas, a cargo del discurso de apertura del evento. “Es el único registro fotográfico del I Congreso. Estaba en un ejemplar de la revista PBT, del 28 de mayo de 1910. Estuvimos dos años y medio buscándolo. Ni la Biblioteca Nacional ni la del Congreso tiene colecciones de PBT. Finalmente lo encontramos en el archivo de la Universidad F.A.S.T.A. de Mar del Plata”, señala Tejero Coni. La Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino pertenece al Opus Dei. “Por supuesto no les dijimos para qué la queríamos”, se ríe la historiadora.
Cecilia Grierson, primera médica del país, fue la presidenta del Congreso. Hubo participantes argentinas y también delegaciones de chilenas, uruguayas, paraguayas y de peruanas. Marie Curie, María Montessori, la condesa de Pardo Bazán y Hellen Kay, fueron miembros honorarios.
Establecer lazos de unión entre todas las mujeres del mundo, y modificar prejuicios, tratando de mejorar la situación social de muchas mujeres, fueron algunos de los objetivos de aquella reunión feminista. Pero para neutralizarla se promovió desde el poder un encuentro paralelo. “El gobierno oligárquico de Figueroa Alcorta ordenó al Consejo Nacional de Mujeres la realización de uno paralelo que denominó ‘Congreso Patriótico y Exposición del Centenario’ y, entre otras cosas, votó no aspirar al derecho de sufragio ‘por reconocer que los derechos cívicos deben ser patrimonio exclusivo del hombre culto y moral’”, rememora Tejero Coni. La disputa política se desplegó en dos planos, el nacional y el democrático, particularmente referido a las mujeres; el primero en relación al verdadero sentido de lo “patriótico” frente a la coerción de un Estado oligárquico dependiente del Imperio Británico y el segundo, en lucha por un “feminismo” liberador frente a un modelo patriarcal de familia, apunta a Página/12. “Medios como el diario La Prensa, vocero de los sectores dominantes del poder, hicieron suya la polémica. Decía que el Congreso paralelo ‘consulta con más acierto las inclinaciones morales y positivas de la civilización moderna’, por ejemplo“, señala la directora del Museo de la Mujer.
—¿Por qué se llamó femenino y no feminista
— Evidentemente fue algo que se discutió y acordó. Pero durante las sesiones, incluso en la inauguración, se habla de feminismo. De qué feminismo estamos hablando es la pregunta que atraviesa el I Congreso.
“Su mayor dolor y vergüenza”
Prostitución, matrimonio, divorcio, derechos gremiales, salarios, dependencia y la “insana” educación que recibían las mujeres fueron temas del encuentro hace un siglo.
Hubo decenas de ponencias en I Congreso Femenino Internacional que se desarrolló en 1910. Julieta Lanteri –sexta médica recibida en el país, en 1906, luchadora incansable por el voto y la participación política femenina, primera en votar en una convocatoria municipal en 1911– presentó un trabajo sobre la prostitución. “Es para la mujer moderna su mayor dolor y su mayor vergüenza”, afirmó. Y formuló un voto de protesta “contra la tolerancia de los gobiernos que la sostienen y explotan”. El tema generó un debate acalorado. Finalmente, la propuesta se votó afirmativamente.
Otra expositora, “la señorita Agustina Maraval, del Club Atalanta”, planteó que se “fomenten los clubes femeninos con tendencia a la educación física”. Fundamentó su moción al afirmar que “la educación física de la mujer es indispensable para obtener su independencia moral y social y es un factor importante para la evolución de su mentalidad”. Carolina Muzzilli, obrera y luchadora por los derechos obreros y de las mujeres y la niñez, se explayó sobre la necesidad de sancionar una ley de divorcio. “¿Por qué, si todo evoluciona, amoldándose a las necesidades del momento histórico, el contrato matrimonial en nuestro país no ha evolucionado admitiendo el divorcio como consecuencia lógica? Negar el divorcio es efecto de rancios prejuicios y la negación completa de la conciencia, de la razón y de la moral. Negar el divorcio es admitir el adulterio, escuela práctica de infelicidades”, decía Muzzilli. Tuvieron que pasar 75 años para que el divorcio vincular se convirtiera en ley.
La médica española Concepción Aleixandre (1862-1952), quien ejercía en 1891 como ginecóloga en el Hospital de la Princesa de Madrid, expuso sobre la mujer en la medicina a lo largo de la historia, y rescató, entre otras, a la ateniense Agnodice, que vestida de hombre en el siglo IV A. C., fue a Alejandría a estudiar medicina y obstetricia y al regresar a Atenas, todavía disfrazada de hombre, ejerció su profesión con éxito entre las mujeres de la aristocracia. Los médicos atenienses se sintieron celosos de sus éxitos y la denunciaron como “uno que corrompe a las esposas de los hombres”. Agnodice reveló entonces que era una mujer y fue condenada a muerte. Las mujeres de la ciudad, presentándose ante los jueces, amenazaron con morir con ella si era ejecutada. La resistencia organizada funcionó, Agnodice fue liberada y se le permitió seguir ejerciendo la medicina vestida y peinada como quisiera.
La socialista Juana María Begino ”una de las impulsoras de la Unión Gremial Femenina en 1904” abordó “la condición económica de la mujer”. “Admitida la premisa de que la independencia económica es la base de todas las independencias, la mujer no podrá considerarse enteramente libre mientras no haya logrado independizarse de la tutela masculina, por el esfuerzo de su labor moral e intelectual. Sabido es que, hoy por hoy, la mujer recurre al matrimonio como al seguro refugio que ha de preservarla de la miseria, pasando de este modo a ser del dominio absoluto de aquel que la mantiene, habiéndola comprado más antes en el mercado de la sociedad en que se comercia con todo; con todo, hasta con el amor, preciado don de la vida”. Begino también abogó por derechos laborales para las obreras, que incluyeran una licencia por maternidad, y por la protección de la infancia: “En lugar de cárceles o casas correccionales de menores, podrían hacerse escuelas, salas de recreo, jardines de infantes, etc. Para ir educando a la niñez en armonía con la naturaleza y preparándola, no para que vaya a ocupar más tarde las celdas sombrías de una cárcel ni a caer bajo el poder ominoso de un pervertido sectarismo”. El derecho al voto, la sobrecarga y la doble jornada laboral por el trabajo doméstico, “la educación deficiente y casi insana” que recibían las mujeres en aquel entonces, y la disparidad de salarios entre hombres y mujeres fueron otros de los ejes de las ponencias.
Medicina y la Ciudad dijeron que no
El I Congreso Femenino Internacional de la República Argentina se extendió por cinco días, del 18 al 23 de mayo de 1910. La apertura se hizo en la tarde del 18 en el salón de la sociedad Unione Operai Italiani de la calle Cuyo (actual Sarmiento) 1356, donde hoy hay un edificio tapiado. “Si hubiese estado disponible, nos hubiera encantado hacer el II Congreso ahí. Como es imposible, pedimos hacerlo en la Facultad de Medicina de la UBA, dado que muchas de aquellas organizadoras fueron las primeras médicas del país, era un lindo homenaje. Íbamos a alquilar el lugar, por supuesto. Pero el decano Alfredo Buzzi nos respondió que el feminismo no estaba en el perfil de la Facultad y nos negó esa posibilidad“, cuenta, todavía con bronca, la historiadora feminista Graciela Tejero Coni. Finalmente, la inauguración, el 19 de mayo, la harán en el Hotel Bauen y sesionarán en la Universidad Kennedy. Tejero Coni revela también que la Ciudad de Buenos Aires les negó las aulas de la Escuela Roca, ubicada al lado del Teatro Colón, para los debates: ese fue el escenario de las jornadas del I Congreso. “El gobierno porteño ni siquiera nos permitió colocar en esa escuela una placa recordatoria. Hicimos el acto pero no pudimos colgarla”, se queja María Cillis, de la comisión organizadora del II Congreso Feminista Internacional.
Más información:
“Escrito hace cien años para leerlo hoy”, actas conmemorativas del I Congreso Femenino Internacional
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