Este un documento de denuncia presentado ante Jefe de Fiscales de la provincia de Neuquén, el pasado 29 de noviembre, a raíz de una denuncia que recibiéramos en el servicio Socorro Violeta.
Quienes escribimos este documento de denuncia formamos parte de la Colectiva Feminista La Revuelta. El pasado 12 de noviembre recibimos en nuestro servicio de asesoramiento legal “Socorro Violeta” una consulta de una joven mujer. La misma fue violentada por dos hombres en la vía pública el día 10 de noviembre. Se presentó al día siguiente a la fiscalía a radicar la denuncia de esos hechos, y allí se sucedieron una serie de re-victimizaciones, que entendemos atentan contra sus derechos. Derechos que –vale reiterar– cuentan con rango constitucional, dado que nuestro país adhiere a tratados internacionales y convenciones que buscan erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres. Los ámbitos judiciales deberían garantizarlos y promoverlos; sin embargo situaciones como las relatadas muestran la brecha entre la letra de las leyes y las formas cotidianas de violencias institucionales que colaboran en sedimentar la impunidad.
Asimismo, la Ley Nacional 26.485, Ley Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos que desarrolle sus relaciones interpersonales, sancionada en el año 2009 y reglamentada en julio de 2010, define la violencia contra las mujeres como “toda conducta, acción u omisión que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, así como también su seguridad personal”. Y aclara que alcanza a aquellas conductas o acciones ”perpetradas desde el Estado o por sus agentes”. Al Poder Judicial, esta normativa le plantea que se encargue de facilitar el acceso de las mujeres a los tribunales. De la lectura de la denuncia que recibiéramos como organización feminista y que adjuntamos como anexo, se desprende una clara violación (por acción y omisión) a la Ley Nacional escuetamente mencionada.
El agente que tomó la denuncia: desalentó a la víctima en su testimonio; la culpabilizó por no ser capaz de esgrimir el móvil del ataque que sufriera (cuando a todas luces el ataque sexual aparecía como una posibilidad concreta que él mismo sospechó al indagar acerca de la vestimenta de la joven); se detuvo a interrogar desde prejuicios sexistas al preguntar por ejemplo sobre la ropa que llevaba puesta, como si eso pudiera ser motivo de disculpa para los atacantes; hizo recomendaciones que contribuyeron a alentar el miedo y el terror, como ser que no vaya a trabajar por unos días; no garantizó un ámbito adecuado de privacidad y escucha atenta que estimulara a la joven-mujer a recuperar confianza en sí misma y en su decisión de denunciar; restó importancia a un hecho que podría estar relacionado con situaciones de prostitución y trata de personas. Esto es sumamente preocupante, ya que en el término de cinco días consecutivos nosotras tomamos conocimiento de cuatro casos de similares características en la zona.
Digamos también que si son las víctimas las que deben deducir “el móvil” de las agresiones sufridas, se las coloca ante la responsabilidad de dar cuenta de los actos delictivos perpetrados por otros; se descree de la importancia de estos episodios y es posible que hasta se suponga que “exageran” y que no se está ante hechos de gravedad, aunque paradojalmente, lo que denuncian nunca alcanza para ser tipificado como delito.
Cuando la joven fue a la fiscalía, lo hizo con el propósito de obtener justicia, convencida que estuvo expuesta a una situación agresiva contra su voluntad y sus deseos, una situación lesiva e injusta, de la que pudo “zafar” momentáneamente, pero sabiendo que muchas veces otras no pueden hacerlo y caen presas de los agresores. Las consecuencias subjetivas del ataque se hicieron presentes en estas semanas, debiendo reforzar sus acciones terapéuticas ante el pánico, el miedo y el terror que le genera haber sufrido ese ataque corporal. La joven aspira legítimamente a que este estado (el mismo que no la protegió del ataque) repare el daño. Y esa reparación puede empezar ya en el mismo momento de la denuncia y debe incluir la investigación de los hechos.
Son numerosos los estudios feministas que refieren a la cuestión del daño producto de ataques de este tipo, ataques perpetrados contra el cuerpo de una mujer y que obedecen a móviles marcadamente sexuales pero que también tienen efectos sobre la integridad, la libertad y la dignidad de la persona. Ese daño y sus consecuencias emocionales no se desprenden sólo y ni siquiera principalmente del ataque en sí mismo, sino de su significación proyectiva (lo que pudo haber ocurrido, a cuántas otras les pudo haber ocurrido, a cuántas les ocurrió). Por esto, se necesita especial trabajo de las instituciones judiciales, sus fiscales, sus jueces y juezas, sus agentes administrativos para que colaboren en restaurar –desde y con distintos dispositivos- el derecho y el sentido de justicia.
Aspectos todos estos, ausentes en este hecho concreto. Nos permitimos agregar, que esto se halla muy extendido en los ámbitos judiciales, lo cual produce y reproduce una suerte de pedagogías sexistas de la impunidad. Pedagogías con mensajes sociales diferenciados desigualmente: para los agresores impunidad, con la consecuente reiteración de actos; para las víctimas, desazón, silenciamientos impuestos, culpabilizaciones y desconfianzas que obstaculizan el ejercicio pleno de la ciudadanía.
Venimos a solicitar y exigir que se tomen inmediatas medidas, a saber:
Neuquén, 29 de noviembre de 2010
Firma: Por Colectiva Feminista La Revuelta: Graciela Alonso y Ruth Zurbriggen Cooperativa para la Comunicación (8300) Limitada Adhiere: Sin Cautivas
Nota: se entregará copia al Jefe de Fiscales del Tribunal Superior de Justicia, Alberto Tribug; subsecretaría provincial de Justicia y Derechos Humanos, Gabriel Gastaminza.
El día jueves 11 de noviembre a las 12:30 me acerco a la fiscalía ubicada en Antártida Argentina Nº 352, para realizar una denuncia. Al momento de atenderme, me acompañaban dos amigos y una amiga. La misma es obligada a quedarse afuera y yo a entrar sola a hacer mi declaración.
El empleado judicial escucha todo mi relato y comienza a anotar los datos básicos de identificación. Antes de empezar a confeccionar el acta me asegura que “para que no vuelva durante la semana que viene a preguntar y que me encuentre con que no haya avanzado la denuncia”, que el fiscal que tome esta causa no podrá investigar, ya que debido a las características del episodio relatado “No hay un móvil”. Ya que yo, como primera medida, no podía precisar “las intenciones” de las personas que me violentaron contra la pared la noche anterior (robo- secuestro- amenaza) y en ningún momento me “habían hablado, amenazado o advertido”. Ni tampoco relacionaba el caso con nada que estuviera viviendo actualmente. “Igualmente te tomo la denuncia”, agrega.
Comienza a escribir el acta repreguntado cada hecho para conocer más detalles. Me preguntó cómo estaba vestida y qué llevaba; le contesto que tenía una remera negra con una pollera verde y una campera. Que no contaba con cartera, ni documentación y que en el bolsillo tenía las llaves de mi casa. (Por eso es que yo descarto la idea de robo ya que no tenía nada que pudieran robarme).
El mismo comienza a preguntarme si había visto antes a las personas le digo que no. Si me habían seguido, entrado conmigo al supermercado, o ya estaban allí. Le comento que no puedo precisar eso ya que yo noté su presencia estando dentro del supermercado. Vuelve a preguntarme de qué manera me miraban estas personas. Allí le contesto que no de una manera disimulada sino por el contrario con impunidad e insistencia lo cual me había dado miedo, ante ello me había acercado al padre de mi hijo y a mi hijo por precaución. Me consulta si él había sentido lo mismo de estas personas. Le digo que sí y que de hecho por eso habíamos decidido irnos del lugar. Allí siento que duda de mi percepción por ello le comento también que hasta mi hijo de 5 años había notado que estas personas me miraban.
El empleado indaga en mi profesión […] algo que pudiera producir este hecho. Le digo que no e inmediatamente me repite que de “ser una amenaza te hubieran hablado”. Le comento que también trabajo en un colegio y que el año pasado un directivo de esta institución había sido golpeado por un padre. Ante este dato, me sonríe y me dice “no creo que sean padres”.
En el medio del relato, entra otra empleada habla con el hombre y le consulta por una tercera persona que no recuerdo. Esto hace que yo me ponga más nerviosa ya que me encontraba describiendo la situación vivida. Se quedan charlando sobre que algunos empleados están de licencia y que por ello se hace más pesado el trabajo. Deja unos legajos sobre la mesa en donde me tomaban declaración y se va.
El hombre termina de escribir los hechos y le pido yo poder describir a las personas y a la camioneta. “Ah cierto…”, me dice. Comienzo con las características de los hombres. Al primero lo puedo precisar bien su fisonomía y al otro me cuesta un poco más. Me pregunta si la persona que me ataca tiene un físico de gimnasio o es grande de contextura. Le digo que solo puedo precisar que es grande pero no si su cuerpo es trabajado en el gimnasio. Con esto me hace sentir que alude a que pudo haber sido imposible que me zafara de la persona por ello le explico y pido que ponga en la denuncia que al empezar a gritar una mujer que se encontraba estacionada en un auto se baja y comienza a increpar gritando a la persona que me arrinconaba contra la pared.
Me vuelve a consultar varias veces si podría relacionar este hecho con algo, le digo que no pero que yo sentí en ese momento que me querían llevar a la camioneta. Me dice que no se puede precisar como secuestro. Luego de salir me percato que esta declaración no consta en la denuncia.
Me hace leer la misma desde su computadora, mientras él se retira. Al rato vuelve y le pregunto si sabe de otras denuncias o alguna situación similar en los últimos días. El mismo me dice que generalmente estos casos como no son claros “por no tener un móvil” no son denunciados. Que yo había sido “bien asesorada”.
Cuando estoy retirándome me acompaña hasta la puerta, me despide y me dice que por seguridad por un tiempo esté atenta, trate de no volver a mi casa por unos días, salga siempre con alguien acompañada, y no vaya a trabajar. Le digo que es medio imposible ya que trabajo a pocas cuadras del lugar.
Nota relacionada: -El (des)trato hacia las mujeres en los ámbitos judiciales: un caso testigo
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