Por Ruth Zurbriggen(*)
Hay un tío violador.
Hay una niña violada por atreverse a develar el secreto del abuso perpetrado contra su hermana –según supimos por notas de prensa.
La niña de 14 años osó entrometerse y poner coto con su denuncia a un acto de poderío masculino. Se merece un castigo ejemplar. Se merece ser violada. Hay que aniquilarle su voluntad, dominarla física y moralmente. Castigarla para que aprenda a callarse la boca. Para que aprenda que su cuerpo no es suyo. Para que aprenda que su cuerpo es territorio presto para las agresiones de una masculinidad que no da treguas.
Para que aprenda que los machos mandan.
Y tanto mandan y castigan que también hay un embarazo.
Una invasión bárbara contra el cuerpo de esa niña, empobrecida económicamente (hace falta reiterarlo).
Hay una niña que desea abortar.
Quiere abortar. Pide abortar. Reclama abortar. Su familia solicita al estado que se cumpla un derecho. Un derecho contemplado en el Artículo 86 del Código Penal de Argentina.
Merece otro castigo, ahora porque desea abortar.
La maquinaria sexista no duda en encenderse con especial energía. La vice-gobernadora de la provincia de Misiones se manifiesta contra de la práctica del aborto. Los médicos del Hospital Materno Neonatal de Posadas se valen de su potestad y auguran consecuencias terribles (casi apocalípticas) sobre la salud de la niña, a todas luces obscenas; también judicializan la situación para dilatar los tiempos y que la gestación avance. Las falanges anti-derechos entregan ropa de bebé a la familia; con sus cruzadas arremeten autoritariamente y hacen de la niña su presa fundamental, cual trofeo de guerra.
La maquinaria funciona contra la niña y llama a cometer delitos: no aplicar el código penal, violar el interés superior de la niña contemplado en la Ley Nacional 26.061, violar la Ley Nacional 26.485, violar todas y cada una de las convenciones internacionales de rango constitucional.
Otra invasión bárbara contra ese mismo cuerpo.
Hay una Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que reclama que el Congreso de la Nación discuta y apruebe la despenalización y legalización del aborto en Argentina. Y que exige junto a otros grupos y organizaciones que inmediatamente se garantice el aborto no punible.
Hay 50 diputadas y diputados que firmaron su adhesión al proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) presentado por la Campaña Nacional. Sin embargo, en mi opinión, esta situación muestra que el compromiso de esa firma es cuanto menos endeble (salvo honrosas excepciones). La justificación: mejor no hablar de ciertas cosas en los tiempos electorales que vivimos, tiempos que se vuelven un nuevo castigo contra la niña. Endeble digo porque aspiro más que una firma de apoyo a un proyecto de ley que aún no se sabe cuándo se discutirá en el Congreso de la Nación. Aspiro a que los compromisos signifiquen también acciones articuladas que sacudan el statu quo injusto. ¿Cuánto estiraría el reclamo por el aborto no punible de esa niña y su familia si como decisores políticos que materializan la sanción de leyes, se expresaran públicamente llamando a que no se consienta por acción u omisión la nueva violación contra esta joven? No hemos logrado que los derechos fundamentales de las mujeres y niñas a decidir los destinos de nuestros vientres y de nuestros cuerpos entren en las agendas electorales. Seguramente para la joven-niña estos entramados políticos carecen de importancia. No obstante, impactan y se ciernen contra ese cuerpo y su deseo de abortar.
Hay unas pocas funcionarias del gobierno que se expresaron públicamente y exigieron que se realice el aborto no punible. El Ministro de Salud de la Nación no se dispuso hasta hoy a intervenir en la provincia de Misiones. ¿Será que no le compete velar por los derechos reproductivos y por la salud de esa joven-niña?
Ésa es también la perversidad del patriarcado, actuar todo el tiempo, persistente y a cuenta gotas en la cotidianeidad de nuestras existencias, volviéndose fuerza de choque a veces, sutil e imperceptible otras, sedimenta en el entramado social para justificar las invasiones bárbaras sobre vidas que reclaman otros destinos.
Hay un escrache en la Casa de Misiones cita en la ciudad de Buenos Aires, organizado y convocado por activistas dispuestas a socorrer a la niña y a su madre. El tiempo y la lejanía conspiran contra esa posibilidad. Vale la pena intentarlo, vale la pena subsanar parte de las violaciones existentes.
Vale la pena seguir mostrando que las invasiones bárbaras existen porque la arquitectura del edificio patriarcal y todos sus artefactos se reactivan en un ir y venir que evidencian –una vez más- que la violación es un acto semiótico público, un acto de lenguaje corporal contra cuerpos generificados y sexualizados. La escena bélica de la violación como acto de dominio perpetrada en este caso por un tío contra el cuerpo de una joven-niña de una barriada de Oberá, se reactiva simbólicamente como nuevo acto de violación de derechos, ahora por parte del Estado que no protegió a la niña de ese acto canibalístico (al decir de la antropóloga Rita Segato) pero que tampoco se muestra capaz de protegerla del castigo y la condena que significa cargar con ese embarazo producto de la fuerza viril.
Hay invasiones bárbaras en pleno siglo XXI, están ahí. Aún hay tiempo para que las mismas no desplieguen todo su poderío. Aún estamos a tiempo de que parte de esa vida sea reparada garantizando el aborto no punible, tal lo desea la niña. Para llevarle así un poco de justicia.
No hacerlo implicará también –a no dudarlo- un mensaje social y pedagógico para esas muchas otras niñas y jóvenes que atraviesan situaciones similares.
El poder del Estado que parece no hacerse responsable de las personas singulares a las que afecta con sus acciones ¿promoverá la ejecución de un nuevo delito contra la niña? Los distintos estamentos gubernamentales y sus funcionarias/os, en especial, quienes se desempeñan en áreas de los ministerios de salud provincial y nacional, tienen la urgente responsabilidad de actuar haciendo vivir las leyes que dicen respetar.
Neuquén, domingo 14 de agosto de 2011
(*) Profesora y activista de la Colectiva Feminista La Revuelta, integrante de la Comisión de Articulación de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
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