La palabra recorriendo el círculo, un encuentro que convocaba a mujeres, lesbianas, trans a obreras de los cuidados domésticos, a trabajadoras registradas y no registradas en este sistema capitalista que deja sus marcas en las cuerpas. En un tendal colgaban escritas las expectativas de las activistas respecto de esta asamblea. Rebelión, unidad, organización: Vamos juntas al paro del 8 de marzo y nos juntamos a debatirlo. Circularon acuerdos, como en 2017. Aun mejor, se pusieron en palabras los aprendizajes que dejó aquel paro. Tomaremos la calle en este mes, serán nuestras las paredes y nos reuniremos nuevamente en Asamblea Ni Una Menos, el 15 de febrero, porque nosotras paramos todo.
El movimiento feminista y sus diversas corrientes vienen señalando históricamente las formas en que el capitalismo hetero-patriarcal y racista nos explota y oprime. “Lo personal es político”, nos enseñaron las feministas de los ´70 habilitando así la politización de nuestra vida cotidiana. “Ellos dicen que se trata de amor, nosotras que es trabajo no remunerado” sostiene Silvia Federici, una de las referentes del movimiento feminista que nos ayuda a desnaturalizar el trabajo reproductivo como tarea de las mujeres y de sujetos feminizados. Que la heterosexualidad es un régimen político, insisten las lesbianas feministas. Que nuestras existencias no se encuentran condicionadas únicamente por nuestra condición de género, sino entramadas en una compleja relación entre género, clase y raza, nos advierten las feministas negras, socialistas y populares.
El reconocimiento de todas estas formas de desigualdad y violencias que se perpetúan sobre nosotras fueron tematizadas en la primera asamblea convocada para organizar segundo el paro internacional del 8 de marzo, en Neuquén. Fuimos muchas y de pertenencias heterogéneas con voluntad de articular y establecer los acuerdos necesarios para organizar este paro que nos tendrá como protagonistas, gritando en las calles ¡Nosotras Paramos!; arrebatándole una vez más al patriarcado el espacio público que históricamente pretendió vedarnos.
Nos encontramos mujeres, lesbianas, trans… de organizaciones sociales, partidos políticos, espacios de mujeres, organizaciones feministas, asambleas barriales y espacios de trabajo cooperativo, centros de estudiantes y espacios artísticos, medios de comunicación alternativos y activistas de diferentes edades y trayectorias de vida a quienes el feminismo convoca a encontrarse y movilizarse. La propuesta inicial, recordar a todas las que no están: las asesinadas, las desaparecidas, las presas. La voluntad expresa: intercambiar durante poco más de dos horas en un espacio en el que no se jerarquicen las voces ni se monopolice la palabra, lo que permitió que alrededor de un cuarto de las presentes pudiéramos expresar nuestros posicionamientos políticos con respecto al paro que comenzamos a construir.
No exentas de tensiones, intercambiamos sobre cómo nos afectan de manera particular las medidas de ajuste estructural implementadas por el gobierno nacional y provincial, así como también las diversas expresiones de violencia ejercidas sobre nuestros cuerpos por varones con los que en muchas ocasiones tenemos vínculos de confianza y cercanía afectiva.
“Para mi es necesario incluir las amas de casa en este paro. Porque es trabajo no reconocido” sostuvo una compañera entre las primeras intervenciones y nos instó a dejar de llamar trabajadoras únicamente a quienes recibimos un salario. Resignificar la categoría trabajo, desnaturalizar el trabajo de reproducción y cuidados siempre invisibilizado e impuesto en nombre del amor, fue y es también nuestro desafío.
Allí amas de casa, trabajadoras de la educación, de la salud, de medios de prensa, trabajadoras domésticas y estatales, del pueblo mapuce, cooperativistas y desocupadas, estudiantes dimos cuenta de nuestro compromiso con las luchas de nuestro pueblo en un momento de creciente saqueo capitalista y precarización de nuestras existencias. A la vez, hicimos el esfuerzo por reconocer como éstas medidas nos afectan de manera diferencial por el hecho de ser mujeres y sujetos feminizados. Aumento de tareas reproductivas cuando hay recortes en derechos sociales y carencia de servicios públicos, mayor cantidad de personas a cargo económicamente en un contexto de aumento de los despidos, el recorte de la asignación universal por hijx, el impacto de la reforma previsional en amas de casa y trabajadoras domésticas (que conforman los sectores más precarizados dentro del mercado laboral), el vaciamiento de los programas de salud sexual y reproductiva, entre otros.
Eje ineludible de intercambio fue el hartazgo ante la crueldad e impunidad de las violencias machistas. Compañeras del movimiento de desocupadxs y con trabajos precarios y bajos ingresos sostuvieron que esto las afecta de manera diferencial por depender económicamente de quienes las violentan o no tener posibilidades de irse de la vivienda que comparten con los agresores. Las violencias machistas que se ejercen sobre las identidades disidentes e implican invisibilización, discriminación y crímenes de odio fueron traídas a la asamblea por una de las más jóvenes participantes quien sostuvo la importancia de posicionarnos “por el cupo laboral trans y sobre el trabajo sexual”. Referentes del Pueblo Mapuce visibilizaron las demandas y luchas en torno a la recuperación de sus territorios, la estigmatización y racismo que vivencian y la violencia institucional por parte del Estado.
El reconocimiento de las heterogéneas condiciones de reproducción de nuestras vidas, nos lleva a indagar cuáles son los paros posibles que las diferentes mujeres, lesbianas, trans y travestis podremos realizar y las tareas que nos encontrarán activas en el camino que nos queda hacia el 8 de marzo. La invitación es entonces a encontrarnos en nuestros lugares de trabajo, estudio, en nuestras asambleas barriales, en nuestras colectivas feministas, en nuestras comunidades, para pensar por qué paramos, a qué y a quiénes les queremos decir basta. Construir el paro con todas y exigirlo también en aquellos sindicatos que haga falta, así se sintetizó esta tarea que nos convoca.
El desafío: un paro y movilización masivos que requieren que nuestros haceres pedagógicos trasciendan las fronteras de nuestros espacios habituales de participación. Construir el paro del 8 de marzo implica también crear las condiciones para que cada vez más cantidad de mujeres, lesbianas y trans podamos desnaturalizar las violencias machistas, visibilizar nuestras opresiones y reconocernos como aliadas. Seguir perdiendo el miedo y labrando juntas nuestras libertades.
La Asamblea Ni una Menos de Neuquén Capital, de la que la colectiva feminista La Revuelta forma parte activa, decidió convocarse cada jueves del mes hasta llegar al 8 de marzo. Los jueves serán citas de encuentro y organización, algunos de agite callejero, otros de asambleas de debate. Juntas para insistir que nos mueve el deseo de transformarlo todo.
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