Contar lo transitado por el cuerpo es, sin duda, un poderoso acto político. Hablar de los abortos, es una forma de tramitar no solo lo que pasa por lo físico sino, en gran medida, lo que sucede con los sentires, con los mandatos, con la mirada externa. En este 2018, La Revuelta pudo concretar los Encuentros Post Aborto, después de pensar y re-pensar lo que sucedía con las mujeres y las otras corporalidades gestantes, una vez que decidían por un aborto. Ese tema, tan tabú, que a veces pasa sin dejar demasiadas huellas y, otras veces, busca la forma de salir.
«La palabra, sana», dijeron en varias ocasiones las participantes de la Primera Escuela Socorrista, en la ronda del último día de capacitación. Lo que quedaba por poner en común era esta experiencia, nuevamente de escucha, de los «Encuentros Post», como abrevian las socorristas y que se articuló en consonancia con lo realizado por otras colectivas en distintos puntos de Latinoamérica.
Alguien más, allá en la tercera fila que conformaba el círculo, dijo que hoy estaba presente en esta Escuela Socorrista, porque había asistido a uno de esos espacios y la contundencia de la escucha amorosa había sido inmensa. Se refería al «Había una vez… mujeres que abortamos», un espacio abierto al relato que se realizó el 27 de mayo en un aula de la Escuela Superior de Música de Neuquén.
Vinimos con la expectativa de llevarnos experiencias y herramientas pedagógicas para trabajar lo colectivo y para seguir extendiendo redes, no solo a nivel provincial sino regional. Ana -Salta. Me voy con mucho aprendizaje. Siento que las redes que hemos construido se van ampliando. Me llevo muchas preguntas para investigar sobre cómo podemos afianzar esas redes en mi lugar. Paula- 25 de Mayo.
Vinimos con la expectativa de llevarnos experiencias y herramientas pedagógicas para trabajar lo colectivo y para seguir extendiendo redes, no solo a nivel provincial sino regional. Ana -Salta.
Me voy con mucho aprendizaje. Siento que las redes que hemos construido se van ampliando. Me llevo muchas preguntas para investigar sobre cómo podemos afianzar esas redes en mi lugar. Paula- 25 de Mayo.
Contar los abortos conforma el ejercicio político de mirar la domesticidad que hay en ellos. Viene a develar eso que se invisibiliza mientas se aborta en la cotidianidad. Sucede todos los días, después de cursar una materia, un viernes a la noche cuando el resto de la familia duerme, un domingo cuando está garantizada la presencia de una amiga. Hay una ingeniería amorosa en el aborto acompañado que lo naturaliza y lo saca del temor o, quizás, cuando prefiere quedarse ahí, junto al miedo, lo hace más llevadero.
«Fue el acto de mayor libertad que pude vivir en ese momento«, dijo una futura socorrista cuando contó aqué aborto, de los 15 años. Allí, en esa experiencia también abortó una pareja, un mandato, una idea del ser mujer. Quince años después, se encuentra a sí misma comprometida con el socorrismo que no conoció en aquella época.
Porque politizamos nuestras prácticas, porque caminamos hacia nuestras libertades, es que que nos comprometemos, como lo hicimos al final del tercer día de capacitación. En un conjuro colectivo, levantamos nuestros puños para decir que «juramos acompañar a las mujeres y otras personas con capacidad de gestar, para que sus abortos sean amorosos, libres y feministas«.
El cierre de la Primera Escuela Socorrista, lejos de ser un punto final, fue una invitación a la organización, a diseñar redes, a hilar amistades políticas potentes y comprometidas.
Somos las feministas que ya venimos con media sanción bajo el brazo, somos las que acompañamos la cotidianidad de la libertad de nuestros cuerpos. Somos, en definitiva, fuego en plena combustión.
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