Por Sara Aedo en La Revuelta Colectiva Feminista
El sábado 18 de agosto comenzó la Reunión Nacional de Socorristas en Red (Feministas que abortamos). En la primera jornada circuló el pensamiento en torno a los balances posibles respecto del #8A. El encuentro, la resistencia y la organización como modo de hacer feminismo.
Hay una canción que cantamos en las marchas que invita a ver a las socorristas, a ver lo locas que están. Después del 8 de agosto, cuando el Senado retrocedió bajo los empujones de los antiderechos, pensé: “Hay que ver a las socorristas, hay que ver lo fuertes que son”.
Acá están, son unas 120 activistas que, mientras escribo, discuten la necesidad profunda de seguir interviniendo en esta historia argentina que otres intentan escribir por nosotras. Hablan del revés que vivimos entre el 8 y el 9 de agosto cuando una parte del Senado rechazó el proyecto de Interrupción Legal del Embarazo (IVE) y otra parte le dio el voto positivo sin ponerse al hombro (interesante metáfora laburante) el convencimiento de sus pares para la aprobación.
Sufrimos un revés, perdimos la votación de una ley que supimos defender, para la que aportamos todo el conocimiento teórico y práctico construido por Socorristas en Red (Feministas que abortamos). Nos fuimos de las puertas de un Senado de otro siglo, pero no nos volvimos derrotadas.
Decidimos encontrarnos, una semana después de aquél golpe y lo hicimos en rondas, como siempre, mirándonos a los ojos, en el encuentro político del abrazo. Nos juntamos las que venían del norte, las que veníamos de sur, las locales, las que recién se están organizando, las 43 compañeras que asistían, por primera vez, a una reunión nacional socorrista. Lo hicimos porque para esta red el encuentro es una fuerte decisión política, tanto para prepararnos para guerrear, como al volver después de haberlo dado todo.
“Ganó esta forma de hacer política que nos sigue condenando a la clandestinidad”, dijo Eugenia, en el primer plenario de la mañana del sábado. La dicotomía de la ganancia y la perdida, del balance de las emocionalidades, las lecturas históricas comenzaron a bailar en la perfomance del murmullo feminista que duda, reflexiona, piensa y crea en colectivo.
“El desafío es mantener el debate bien en alto”, reflexionó Viviana, desde la otra punta de la sala, poco antes de que otras compañeras coincidieran en que lo que nos sostiene es esta red, que si no sacamos las manos del volante y nos bajamos de este viaje es porque nos damos la tarea de organizarnos. “Eso de cuidarnos y tenernos entre nosotras es verdad gracias a esta red”, dijeron.
Sí. Esto de perder, también tiene algo de ganancia. Esa ola verde abortera que fue marea y que en pocos meses se convirtió en tsunami es real. Se ve en las mochilas, en las estudiantes secundarias que interpelan la doctrina religiosa de sus escuelas, en las muchas activistas que hoy quieren acompañar a otras mujeres y cuerpos gestantes en su decisión de abortar.
No hay milagros ni casualidades. Hay historia, recorridos y una ardua tarea de sensibilización en torno a la agenda feminista que vio en este 2018 una explosión de dimensiones impresionantes. “Es el germen del Ni Una Menos”, aclaró Ruth, que desde 2015 en adelante movilizó a muchas mujeres en torno a las violencias. Resulta difícil desconocer este camino que, es cierto, tuvo variadas reflexiones en torno a las desigualdades y las injusticias para después comenzar a ampliarlas, más cerca de 2017. Estos transitares que se cruzan con los Encuentros Nacionales de Mujeres, con las propuestas de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
Hay, en esta genealogía del tsunami verde, una trama de acuerdos, de amistades políticas que se generaron en un marco de diálogo y de acción que se ve reconfigurado ahora que las y los antiderechos se sienten a sus anchas. Resulta necesario redefinir cómo se dan esos acuerdos y cómo se afinan los discursos en torno al aborto legal, porque si bien la agenda feminista no se agota en este proyecto de ley, tiene ahí un enorme campo de acción. Lo tiene y lo ejercita desde que las mujeres comienzan a dudar de las imposiciones patriarcales, desde que abortar es una decisión sobre el cuerpo, la vida y el futuro.
Parece ser el tiempo del diseño de estrategias feministas. ¿Otra vez? Sí, no hay duda. Desde la visibilización del aborto acompañado, la articulación con salud, sindicatos, educación y movimientos sociales, la profundización de las redes que ya se empezaron a tejer y el sostenimiento de esta marea verde que no deja de crecer.
Menuda tarea.
Las mujeres no dejamos de abortar el 9 de agosto, cuando el senado decidió cerrar los ojos y negarnos un derecho vital. Las socorristas no nos dimos por vencidas ese día. Sabiendo que nos tenemos entre nosotras, nos juntamos a pensar la política feminista de la construcción de la libertad.
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