Un camino de montañas, sinuoso y rodeado de bosques nos recibió el pasado viernes 15 de febrero en Nonthue, San Martin de Los Andes. Muchas de nosotras llevábamos algunas horas viajando y el verde cordillerano nos fue atrapando con sus encantos. Llegamos desde Comodoro Rivadavia, Puerto Deseado, Esquel, Bolsón, Aluminé, Junín de Los Andes, San Martín, Chos Malal Zapala, Neuquén capital, Catriel, Fiske Menuco/Gral Roca, Villa Regina, Río Colorado, Bahía Blanca y Viedma. Así comenzaba la 4ta Plenaria Patagónica de Socorristas en Red (Feministas que abortamos).
Las voces de las socorristas llenaron el aire silencioso del lago Lácar, cuyas aguaron fueron la segunda parada después de los correspondientes abrazos de bienvenida. Es que desde diciembre de 2017 no nos encontrábamos las colectivas patagónicas en un espacio solo para nosotras. Aunque el 2018 fue generoso en activismo y convocó una y otra vez, aquí y allá en por el tratamiento del proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.
Pero ese momento era para nosotras.
Como siempre, la disposición en ronda nos reunió cara a cara, con una lista de temas a tratar pensados para dedicarnos durante tres días al trabajo intenso
La primera convocatoria vino de la mano de un conversatorio sobre Economía Feminista con la docente e investigadora Corina Rodriguez Enriquez quien, invitada por Socorristas en Red, llegó para propiciar debates ineludibles para este feminismo que construimos y transitamos. La economía del cuidado y la organización social del cuidado fueron algunos de los ejes con los que se empezó a desarmar la economía ortodoxa en una plenaria llena de activistas preparando un nuevo paro internacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans, en el que nuevamente se pone en evidencia que es nuestro trabajo remunerado y no remunerado el que mueve al mundo.
«La economía del cuidado tiene un rol sistémico, es decir que es esencial para reproducir la vida y la fuerza de trabajo. A su vez tiene un valor económico que resulta insuficiente”, explicó la economista. Es intrínseco a los modelos económicos que van pasando era a era en la medida en que la división social del trabajo es una división también de géneros. El binomio hombre proveedor – mujer cuidadora asume nuevos formas, pero la base de la desigualdad persiste, se agudiza precarizando la vida de las cuerpas feminizadas, de las disidencias.
Tan importante es el cuidad para subsidiar al sistema que el propio estado retoma este instrumento y lo estandariza. Hay escuelas, jardines, guarderías, asilos, hospicios, todo cuanto pueda normativizar y dejar que la fuerza de trabajo siga empujando la rueda del plusvalor. A su vez, el mercado no se queda atrás, retoma este modo de organizar el cuidado en edades y más o menos según las necesidades y las replica, con un costo monetario. Es más, también ofrece mano de obra feminizada para hacer las tareas que otra mujer no hace porque puede pagarla y aparecen las niñeras, las empleadas de casas particulares, las cocineras. Mujeres que a su vez deben dejar el cuidado de hijos, hijas, hijes, enfermos y personas de avanzada edad en manos de otra mujer, mayormente, miembro de su familia.
Parece un círculo sin fin. No obstante, el trazado del sistema económico es claro, lo dijo Corina, al afirmar: «Existe una contradicción irresoluble entre la acumulación del capital y la sostenibilidad de la vida».
El desafío a mirar la economía desde una perspectiva y con herramientas feministas quedó plasmado ya en el primer día de la 4ta Plenaria Patagónica. La necesidad de entenderla en clave transformadora nos posiciona cada vez más convencidas de la necesidad de parar el mundo este 8 de marzo. Parar porque es nuestra existencia la que está en juego, nuestras cuerpas, nuestras vidas sin violencias, nuestro vivir plenas.
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