Una versión de este texto fue presentada en el encuentro virtual “Pura Maña conversaciones en las Orillas” organizado por la Escuela de Arte Orillas del Quequén (Necochea-BsAs.).
La escritura -que no es en soledad pese a la autoría del texto- se compone de notas que surgieron a partir de diálogos previos y complotados entre qué querían les docentes que organizaron la convocatoria y qué podíamos ofrecer para seguir pensando colectivamente.
Por Ruth Zurbriggen*
NOTA 1:
3 de junio de 2020. Estamos acá. En medio de la pandemia covid-19. Nos falta la calle. Nos cuidamos. Movemos las redes desde distintos territorios y espacios. No queremos dejar de celebrar estos 5 años.
De hecho, según la convocatoria del colectivo Ni Una Menos, en este momento se está leyendo un documento que apuesta a mostrar el entramado profundo, cruel y doloroso de las violencias patriarcales y heterrorsexistas, entramarlas con estructuras mucho más amplias de poder. Sabiendo que las salidas profundas a las violencias requieren de aspiraciones programáticas abarcadoras y densas y, entonces, ahí mismo vamos escribiendo, haciendo y poniendo encarnaduras prefiguradoras a esas apuestas.
NOTA 2:
Entiendo a esta convocatoria como un acto pedagógico feminista.
Inaugurarlo un 3 de junio es una decisión política. A 5 años de aquel 3J. Aquel 3J que implicó una masiva clase pública, que desprivatizó la violencia (esa que se pensaba en singular), que expropió la mirada de la violencia reducida a los ámbitos domésticos para engarzarlas (así en plural) en los muchos sistemas sobre los que se sostiene o a los que sostiene.
Si algo hacemos desde las pedagogías feministas es no rehuir a los desafíos ni a los temas tan tan tan dolorosos y problemáticos que nos rodean, y sobre los que nos interesa pensar y ensayar otros posibles.
¿Cómo hacer contenido pedagógico de esa crueldad que implican los femicidios, las violencias machistas, racistas y heterosexistas en cada una de sus expresiones?
A la vez, ¿cómo hacer contenido pedagógico por la celebración de cinco años de estos feminismos deseantes y desbordantes?
Como feminista trabajadora en, de y por la escuela pública:
-agradecerles por Pura Maña
-agradecerles por la invitación a ser parte de estas andanzas colectivas
-agradecerles por hacerme parte en este 3J
-agradecerles por hacerme pensar en este 3 junio sobre el continuum de aquel primer 3J de 2015, un acontecimiento que implicó, en cierta medida y entre muchas otras cosas, un punto de inflexión para la Educación Sexual Integral.
Vamos a conversar sobre los temores a los feminismos en las escuelas públicas. Para ello una serie de preguntas, con respuestas siempre abiertas y desde la incompletud inacabada que puede seguir abriendo interrogantes.
NOTA 3:
¿A qué le temen quienes temen al feminismo en las escuelas públicas?
Le temen a nuestras sospechas permanentes. A nuestros botones encendidos que nos permiten poner todo en entredicho.
Le temen a la enorme voluntad activista de ser “las aguafiestas” (Sara Ahmed, 2017) permanentes de la fiesta sexista, machista, heteronormativa, racista. Al desmantelamiento permanente que buscamos y ejercitamos de la normalidad exorbitante.
Le temen a nuestros compromisos con el mundo. A que por ese compromiso dejemos en evidencia que los problemas de la existencia humana los provocan quienes hacen sus fortunas acumulando explotación y saqueos de cuerpos y de territorios. A que seamos capaces de entramar esto con las violaciones cotidianas en las familias, en los sindicatos, en las escuelas, en los medios de comunicación, en el arte, en la salud, en los clubes, en los juzgados, en las universidades, en las oficinas, en las canchas de futbol…
Le temen nuestro señalamiento mordaz que muestra que los femicidas están entre nosotrxs, que son seres de esta humanidad, que pasan por nuestras escuelas, por sus iglesias, por sus partidos políticos, por los clubes, por la vida en sociedad.
Le temen a nuestras energías vitales que nos hacen andar todo el tiempo queriendo proyectar en colectivo. A nuestros cuerpos. A nuestros deseos. A nuestro eros. A las eclosiones y tembladerales que provocamos.
Le temen a las fisuras y a las orillas en las que sabemos movernos para hacer estallar sus centros. A nuestras desobediencias constantes. A las redes feministas que salvan y nos salvan.
Le temen a NiUnaMenos y los disloques que produjo y produce. A la politicidad que vamos hallando en nuestras existencias.
Le temen a la marea verde. A los medicamentos para abortar en manos de quienes abortan. A la transexualidad, a lo no binarie, al lenguaje inclusivo.
Le temen a nuestras impertinencias y a lo corrosivo de nuestros activismos. A las presencias callejeras. También a las que construimos en nuestras casas y en nuestras camas. Al desenfado.
Le temen a que las transformaciones que traen estos campos ligados a las pedagogías feministas sobrepasen el terreno de los géneros y de la sexualidad, y nos lleven a pensar, de un modo renovado, la cultura, las instituciones, el poder, las formas de aprender y de estar en el mundo, parafraseando a Guacira Lopes Louro (2005). A los cuerpos y a esa insistencia que instalamos de traer los cuerpos, las sexualidades y los géneros todo el tiempo. A nuestros goces, a nuestra capacidad de tramar y organizarnos, a nuestros sueños.
Le temen a lo personal, porque es político. A lo personal, porque es estructural, como insiste punzante Sara Ahmed (2017: 52).
NOTA 4
¿De qué se hace la supervivencia de feministas en las escuelas públicas? o ¿de qué está hecha la ambición de vivir una escuela pública feminista?
Se hace de necesidades. De cuerpos, de cuerpas, de emociones, de pasiones, de deseos, de géneros, de niñeces en plural, de eros pedagógico que motorice los deseos de enseñar y de aprender.
Se hace de la posibilidad de entrar enterxs a las aulas (aunque la pandemia nos la quita hay que re-inventar la apuesta de bell hooks).
Se hace de creatividad, de imaginación, de ensayos, de laboratorios amatorios, de promesas de otros porvenires, de otros destinos en este aquí y ahora.
Se hace del desafío a lo universal y a lo dicotómico.
Se hace de reparaciones. De escuchas afectadas. De elecciones. De actos de justicia.
Se hace de escuchas permanentes. De cartografías para hacer otros mundos posibles que vamos a(r)mando en este presente con el pasado revisitado.
Se hace de “conceptos sudorosos”. Sara Ahmed escribe que “un concepto sudoroso es aquel que sale de la descripción de un cuerpo que no se siente a gusto en el mundo”. Con descripción la autora refiere a punto de vista. “Una descripción del mundo desde el punto de vista de no sentirse a gusto con él. El sudor es corporal. […] Un concepto sudoroso puede salir de una experiencia corporal que es difícil”. Permiten teorizar desde los problemas cotidianos, es decir las palabras nos permiten acercarnos a nuestras experiencias y comprender lo que hemos vivido después de haber vivido (2017: 29).
Desde esta visión, podemos traer al escenario algunas apuestas feministas que muestran esa operación: Lo personal es político; eso que llaman amor es trabajo no pago; si nuestro trabajo no vale produzcan sin nosotras y nosotres; a la justicia machista, escrache feminista; que el miedo cambie de lado; femicidas misóginos nos estamos armando; nos mueve el deseo de cambiarlo todo; el príncipe azul no existe, el macho violento sí; la deuda es con nosotras y nosotres; hermana hermane yo sí te creo.
Una vida feminista es cómo entramos en contacto con las cosas (Sara Ahmed, 2017). Y con cuánto asombro. De eso se hace la vida feminista en la escuela pública. Si las instituciones educativas pueden pensarse como acontecer de escenas, entonces siendo feminista vale preguntarse cómo entramos en contacto con esas escenas. Con cuánto asombro entramos para arriesgar lo obvio.
NOTA 5:
El feminismo es una necesidad imperiosa. Más feminismo. Más revoluciones políticas, epistémicas, cotidianas y culturales para cambiar las existencias y las relaciones jerárquicas de todo orden.
Más feminismos.
Más feminismos interseccionalizados. También intergeneracionales.
Más feminismos transfronterizos, comunitarios, populares, indígenas, migrantes, lesbofeminismos, transfeminismos.
Más feminismos que cuiden y nos cuiden de la vergonzante misoginia racista conservadora, autoritaria.
Más feminismos deseantes de otros modos amatorios, productores de pedagogías de la amorosidad, las afectaciones y la ternura.
Más feminismos en las escuelas con disposición a reflexiones colectivas que nos habiliten otras sensaciones. Otras pasiones para entrar enterxs a la vida escolar. Porque -en definitiva- parte de lo que está en juego es la disputa por lo que puede ser enseñado, conocido, hablado, pensado, dialogado, consensuado, gozado. Lo que está en juego es quien está autorizado a conocer y qué se autoriza conocer.
Las vidas feministas -también en las escuelas públicas- son nuestros refugios.
*Maestra feminista. Profesora en Ciencias de la Educación. Especialista en Estudios de Género. Activista e investigadora en la colectiva La Revuelta y en Socorristas en Red (feministas que abortamos).
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