Las denuncias por abuso sexual contra las infancias en distintos jardines de Neuquén han puesto en jaque los vínculos en las comunidades educativas y generado debates sobre las herramientas con que cuentan docentes y equipos directivos a la hora de actuar y contener.
Carlos Skliar -docente investigador, docente, fonoaudiólogo y escritor argentino-, dialogó con La Revuelta sobre cómo la escuela es un lugar para generar vínculos, valores y acciones distintas a las de otras instituciones sociales. Sostiene que es fundamental volver a hacer específica la comunidad educativa, manteniendo una separación clara entre la escuela y otras instituciones y ofreciendo una conversación abierta para restablecer los vínculos perdidos.
-En Neuquén se conocieron recientemente denuncias en al menos 4 establecimientos del Nivel Inicial contra profesores y docentes por abuso sexual contra niños y niñas. ¿Qué sentimientos y emociones te generan estas situaciones en la escuela?
CS: Mi primera reacción tiene que ver con no esperarme esa relación entre escuela-violencia, entre escuela-abuso. Creo que tanto la violencia como la denuncia, como la sensación de ultraje, me suenan por fuera de la comunidad, tampoco teniendo una idea de comunidad absolutamente armónica pero siempre pensando que una institución educativa sigue siendo la posibilidad de crear tejidos comunitarios bien distintos. Por eso me sorprende, porque uno está acostumbrado a escuchar cómo afuera de las instituciones educativas y de cuidado, pasan cosas de violencia, de abuso, de ultraje, de femicidios, de suicidios, y cuando uno lo escucha relacionado con las instituciones educativas se queda un poco como perplejo.
Hoy es muy difícil separar ese adentro y ese afuera de las instituciones educativas. Es como si ese hilo que separa la familia, el barrio, la televisión, la mala política, de lo que es una institución de cuidado, de conversación, acaban tiñéndose de lo mismo. Y es una mala señal. Pienso qué está pasando que no se puede distinguir, separar y hacer que las escuelas sean, no sólo esenciales -como siempre hemos reclamado- sino también específicas, o sea, que tengan algo que las haga distintas a lo que es el mundo común y corriente en el sentido de sus prácticas habituales de violencia, marginación, sexismo o patriarcado. Una de las claves para pensar esto es cómo no solo volver esencial, sino volver específica la comunidad educativa, qué de distinto en sus formas de hacer, en sus formas de relación, en sus formas de conversar, ofrece una escuela a diferencia de las otras instituciones, como la calle, el barrio, el hogar y la televisión.
-Como mencionás, educar tiene que ver con la conversación, ¿qué puede hacer la escuela y les docentes en estos tiempos donde la conversación está tan maltratada, tan rota?
CS: Curioso, porque yo pensé que durante la pandemia se había recompuesto un poco esa relación entre casa y escuela, que veníamos de un tiempo de mucha separación. Pensé que la pandemia había ofrecido la posibilidad de volver a recomponer un vínculo, una suerte continuidad entre casa y entre educación privada, íntima, hogareña y educación pública, digamos, pero veo que hoy se vuelve a una mala separación.
Creo que no se puede ocultar nada, no se puede disimular nada, hay que hablar abiertamente sobre todo lo que está pasando fuera y dentro de las escuelas, pero hay que también mantener una separación, y esa separación de hoy estaría dada por ofrecer de forma generosa una conversación más abierta que restablezca los vínculos.
-Hay una responsabilidad ética en sostener la esperanza del mundo que queremos, que no es más allá, no es el futuro, sino que también es ahora… Y entonces ¿Cómo vamos armando comunidad afectiva y reparando lazos que lastimó?
CS: Quiero decir algo previo a esto y es que es un peligro que en épocas de Educación Sexual Integral, pasen estas cosas, es un peligro porque desde una cierta lejanía se puede entender como muy contradictorio. Estamos intentando justamente la prevención de mecanismos de poder y mecanismos de ultraje físico y psicológico. Si al mismo tiempo la escuela se vuelve peligrosa o parecida a esa exterioridad, estamos ante un problema muy serio. Entonces, yo creo que hay que reconquistar la idea de confianza, hay que escuchar profundamente estos testimonios, hay que escucharlos para acompañarlos, no solamente para abrir burocráticamente y administrativamente legajos y penalidades, hay que ponerlo en términos pedagógicos, no en términos jurídicos. Hay que tratar de volver a instalar un lenguaje educativo que permita la conversación y no la confrontación de los derechos individuales que afectan a los derechos generales, a la justicia. Por eso yo digo que hay que pensar en lo justo antes que en lo jurídico. Escuchar sin reparos, ofrecer ese marco de conversación abierto, que a partir de la escucha afectuosa, tierna, permita recomponer y reparar esos vínculos.
Si sos víctima de algún tipo de abuso podés comunicarte a la línea 102 de Neuquén o al servicio de acompañamiento Socorro Violeta (todos los jueves de 14.30 a 16.30 en Casa Revuelta, Ernesto Sábato 1209).
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