Esta semana se desarrolló en Viedma el juicio contra un docente de educación física de la escuela María Auxiliadora de General Conesa, acusado por abuso sexual contra niñeces. Los hechos ocurrieron en 2019 y tras un largo proceso el veredicto se conocerá el 28 de agosto.
“El final feliz del cuento es… la justicia”, se lee en una de las remeras que llevan madres y padres de las niñas y niños que denunciaron abusos en la escuela María Auxiliadora de General Conesa, Río Negro. “Soy mamá en lucha contra el abuso sexual. Lucho por los derechos de mi hija, y en mi voz se alzan las 19 causas restantes”, así se presenta Natalia Stornini.
Natalia explica que solamente 2 causas, de las 19, llegaron a juicio. “Se armaron 19 causas independientes en vez de una en bloque, hace 4 años que venimos con esto, es muy desgastante psicológica, física y económicamente”, remarca. El docente Saúl Peña -que sigue residiendo en Conesa, en libertad, sin restricciones cautelares pero sin dar clases- comenzó a ser juzgado el lunes 14 y el jueves 17 tuvieron lugar los alegatos. El veredicto se conocerá el lunes 28 de agosto.
“Lo esperamos con mucha convicción, la verdad es nuestra bandera”, afirma Natalia. Junto al resto de las familias se identifican con un pañuelo amarillo, y bajo esas banderas han realizado distintas movilizaciones y acciones para visibilizar lo ocurrido. “Esperamos un veredicto favorable para cerrar esta etapa y empezar a sanar, para darle un poco de paz a nuestros hijos y a nuestras familias, para volver a confiar”, agrega.
En 2020, en plena pandemia, la causa fue archivada por la fiscal Mariela Coy, siendo una de las tantas dificultades que enfrentaron las familias hasta llegar a juicio. Sin dudas las más profundas son las vinculadas a la continuidad de la vida cotidiana, en una localidad pequeña. “Este señor vive a dos cuadras de mi casa, tuvimos que vivir estos 4 años con esto. O que mi hija vaya a un cumpleaños y no querer quedarse porque hay mucha gente, que tenga pesadillas y no poder dormir”, explica Natalia.
Los abusos empezaron a nombrarse en 2019 cuando una niña que concurría al jardín María Auxiliadora dijo que no quería ir más, que había un juego que no le gustaba. “Cuando le preguntamos a mi hija, nos cuenta sobre el juego del ‘Lobo Feroz’. Es muy fuerte como mamá, como papá, escucharlo, asimilarlo. Lloramos toda la noche con mi marido. Al otro día nos levantamos y el camino que elegimos fue el de hacer justicia”, recuerda Natalia. Asegura que en la escuela no recibieron la atención que esperaban y que por eso acudieron a la comisaría 20 para hacer la denuncia. “Pasamos más de 20 audiencias virtuales y presenciales. En Conesa no tenemos oficina judicial, así que en varias oportunidades nos tuvimos que trasladar hasta San Antonio y Viedma. Hay mucha revictimización, tenés que llevar tu verdad, viajar, mover a tu hija de su rutina”, relata.
“Mi hija antes de entrar a la primera Cámara Gesell tomaba la teta, fíjate si fue valiente. Hoy tiene 6 años, es una niña feliz, alegre, hace deportes, va la escuela, estudia inglés. Pero desde ese día esto lo llevamos para el resto de nuestras vidas”, afirma con crudeza.
Natalia reclama justicia y cuestiona distintos aspectos del proceso judicial, como la unificación de las causas, las demoras en llegar a juicio, y la dinámica del espacio de Cámara Gesell que según afirma no es acorde ni amigable para las infancias. También agradece el trabajo de su abogado Leandro Aparicio, de la CoDeMu (Comisión de Mujeres de la UNCo), y del colectivo “Yo sí te creo” por el acompañamiento durante el proceso de denuncia: “sin nuestro abogado, no estaríamos acá. Gracias a las organizaciones que nos acompañan, visibilizan y hacen propia nuestra lucha”.
La condena judicial como reparación ofrece un punto de partida para estas familias. Como menciona Natalia, sería cerrar una etapa y comenzar otra: la de sanar y volver a confiar. Será también la de recomponer los vínculos con la escuela, en palabras de Carlos Skliar: “hay que reconquistar la idea de confianza, hay que escuchar profundamente estos testimonios, hay que escucharlos para acompañarlos, no solamente para abrir burocráticamente y administrativamente legajos y penalidades (…) hay que pensar en lo justo antes que en lo jurídico. Escuchar sin reparos, ofrecer ese marco de conversación abierto, que a partir de la escucha afectuosa, tierna, permita recomponer y reparar esos vínculos”.
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