Graciela Marín atravesó -acompañada por la lucha feminista- la denuncia y el juicio en el que se acusó y condenó al odontólogo de Neuquén que, en su consultorio, había abusado de su hija. “Tenemos la ESI para desarrollarla aún más. Perderla sería retrotraernos al pasado”, dice.
Por Laura Rosso
Graciela es estudiante de la Universidad Nacional del Comahue en la carrera de Licenciatura en Trabajo Social, una decisión que surgió a partir de los procesos que vivió. Porque desde ese momento, quiso ayudar a personas que pasaron por situaciones similares a la que ella atravesó. Armó una asociación para estar cerca de quienes sufrieran violencia de género, abuso sexual, o tuvieran familiares de víctimas de femicidio. Y al ver las realidades tan crudas de tantas personas, empezó a colaborar con los viáticos y refrigerios para que pudieran venir a las audiencias o a los juicios. Con esa tarea estuvo un tiempo hasta que empezó a estudiar. “Esto me hizo abrir la mirada, esa que tenemos tapada porque crees que no te va a pasar nunca y una vez que te toca tenés que salir adelante”, revela.
Graciela cuenta que cuando se está frente a un proceso judicial, frente a abogados y jueces “pareciera que hablan en otro idioma y vos quedás parada sin saber, ni entender. Por suerte, yo tuve gente que estuvo al lado mío durante el proceso y me fueron explicando. Fue a raíz de eso que decidí ayudar a los demás.”
-¿Qué significó atravesar todo ese proceso? ¿Cuánto del feminismo y de las compañeras llegó en medio de aquel páramo?
-Te encontrás en medio de cosas que nunca imaginaste vivir. Es realmente un páramo. Era yo mirando el mundo, yo sola. Armamos un lazo con Ruth Zurbriggen, que me ayudó a conocer a otras compañeras, y nos ayudábamos mutuamente. Es un proceso interno también que tiene que madurar.
-Asumir una situación para poder avanzar.
-Yo me veía sola contra todo un sistema. Por más que tengo a mi familia, a mi pareja y a mis hijos, no quería involucrarlos a todos y por eso absorbí todo yo. Nunca aflojé, donde me decían yo iba.
Fue una manera de llevar más suavemente este proceso tan brusco, dice Graciela. Se obtuvo una condena de seis años que no se cumplió porque por buena conducta salió en menos de dos años y volvió a ejercer como odontólogo. “Siguió su ritmo de vida”, subraya Graciela.
-¿Qué enseña la Educación Sexual Integral (ESI) en relación a lo que se habilita en un aula?
-La ESI es una herramienta valiosísima que tienen a disposición las docentes y en combinación con las familias es aún más hermosa. Y cuanto más temprano se reciba la ESI, mejor el conocimiento que van a tener chicas y chicos del cuidado de su cuerpo. Y a medida que van creciendo se aprende ese cuidado y ese respeto por el otro. Me gustaría que fuera así en todas las escuelas: públicas, privadas y religiosas. Debería ser impartida en todas las escuelas, como lo dice la ley. A raíz de esta información que reciben, niños y niñas tendrían un alerta cuando pasa algo que no debería suceder. Se evitarían abusos. Porque los abusos y la violencia se producen transversalmente en toda la sociedad. No hay distinción de clases sociales, ni de formación.
-Estamos frente a una amenaza por lo que podría pasar si la ultraderecha llega al poder. ¿Por qué hay que defender la ESI?
-Para mí es fundamental defenderla. Los abusos pueden suceder cuando los niños y niñas no tienen todavía conocimiento de lo que está bien y lo que está mal. Con la ESI van a poder expresar, a través del habla o de dibujos, aquello que les pasa. Con la ESI aprenden lo que se puede y lo que no se puede, lo que está disponible y lo que no. Es un disparador para contar. “A mí me pasó tal cosa… “Mi papá me hizo esto…, o mi abuelo…, o mi tío…” Veo a gente de mi generación que sufrió abusos y nunca pudieron decírselo a una maestra. O que sus mamás no les creían.
-La diferencia de un aula con ESI y un aula sin ESI.
-Eso se ve mucho en el campo, donde me gustaría ir a trabajar. A las zonas rurales, donde a veces no llega esta información. Parajes muy pequeños a los que llega a un médico cada tanto y donde esta caja de herramientas que es la ESI no llega. Y sería algo esencial. Porque en la ciudad tenemos todo a mano, una comisaría, el poder judicial pero en un medio rural estás lejos de todo, no llega nadie a explicarte la importancia de esto.
-La ESI tiene contenidos que atraviesan todos los niveles de enseñanza. Pero aún hay gente que se opone.
-Pienso que es por un tabú, que “de eso no se habla” y ese silencio de repite de generación en generación. O a veces porque salen a flote cosas que pasan en las familias y no se quiere que se sepan, no se quiere que eso salga a la luz. La complicidad existe. Y si un niño no habla no te enterás.
-Enseñar el cuidado del cuerpo como lo más preciado que tenemos y que nadie puede obligarte a algo.
-Sí, el cuidado del cuerpo. Decir no está bien que te toquen la cola, la vagina o los pechos. La privacidad, la intimidad y el cuidado desde el respeto por el otro. Hay noviazgos violentos, con controles, con cuestionamiento por la ropa, enseñar que nadie tiene derecho a decirte nada.
-¿Crees que la ESI es una pedagogía que puede reparar situaciones?
-Yo creo que sí, se pueden prevenir situaciones y eso es importantísimo. Y que se den contenidos en las diferentes etapas de la vida. Cómo cuidar, cómo ayudar, que puedan hablar ante un malestar, que no se guarden nada. La ESI es un lazo que puede transformar la realidad de otra persona que está sufriendo. Que no se pierda todo lo logrado con la ESI hasta ahora.
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