Federico Amigone está en la cocina de su casa pelando un kilo de papas. Quita con el pelador la fina piel del tubérculo. El horno ya está encendido. La clave para que salgan crujientes, dice, es pre calentarlo veinte minutos antes de poner las fuentes.
Federico frente a la bacha con el pelador en mano, es un hombre que logró pensar el autismo desde los marcos teóricos de los feminismos. Cuando le dieron el diagnóstico de Noa, su hijo de 11 años, lo primero que hizo fue hacerse preguntas para intentar entender. ¿Cómo está hecha la sociedad? Y se dio cuenta que está diseñada para un solo tipo de funcionamiento neurológico: el promedio.
Leyendo, buscando, hurgando se topó con Donna Haraway, Paul B. Preciado, Judith Butler, exponentes de los feminismos en las que encontró herramientas para entender mejor la situación. “Y también la filosofía queer, creo que ahí hay algo muy importante para muchas minorías”, cuenta.
Federico es de buen hablar y eso quiso, dialogar con cualquiera que se cruzara sobre estos temas: sobre las herramientas que encontraba en los feminismos para pensar el espectro autista y la construcción de nuestra sociedad. “Pero viste”, ríe, “por ahí son temas que a no todo el mundo los interpela. Entonces me senté y empecé a escribir. Fue como una necesidad de ponerme en diálogo, me volqué a la computadora y escribí”. Así nació su libro “Cruzando el meridiano. Transgresiones políticas en el espectro”.
Las papas ya están peladas, cortadas en igual tamaño. El horno: en el punto exacto para poner las dos bandejas. Una lámina delgada, un pequeño baño de aceite recubre las papas. Dato clave, para que no se peguen.
Federico se topó con las lecturas feministas que le sirvieron para dos cuestiones centrales: por un lado, entender el problema, el espectro autista tal como está configurado en la sociedad hoy y por el otro, para conseguir herramientas para reconfigurar el escenario en el que vivimos.
Empecemos con entender la situación, la condición de marginalidad, la condición de abyectos a la cuales son arrojados los cuerpos de las infancias y de les niñes con autismo. “Me parece que el feminismo”, explica Federico, “ha arrojado bastante luz en cómo se configura la sociedad, en cómo se producen elementos políticos para construir sistemas de diferencia. A partir de esas diferencias, establece jerarquías”. Y pone un ejemplo: “el pensamiento binario forja esta jerarquía: bueno/malo, macho/hembra, blanco/negro, neurotípico/neurodivergente, capacitado/discapacitado. Se va ordenando la sociedad a partir de una formulación binaria. Pero, además, un elemento de ese binario queda por encima de su par: las masculinidades por encima de las feminidades; el neurotípico por encima del neurodivergente”.
Para Federico, los feminismos y sobre todo la filosofía queer ayudan a romper el binarismo, ayudan a salir por fuera de esa geometría. “Cuando podés salir del par binario, comenzás a ver una gama, un espectro de identidades”. Y ahí, es donde él encuentra un punto de partida para empezar a pensar una salida. ” ¿Cómo hicieron los feminismos para expandir derechos? Ahí hay información muy valiosa. Entender cómo se organizaron tecnologías políticas para esa ampliación de derechos, cómo se intenta luchar contra la fuerza del pensamiento binario, contra la normatividad”.
En el libro que presentará este jueves, ataca la ficción política del neurotípico. Y lo explica así, sencillo: “casi todas las instituciones están diseñadas para el funcionamiento neurológico promedio, o sea, la persona normal. Y esa normalidad es, por supuesto, una construcción política del neurotípico, una figura política que existe pero que es ficcional”.
Federico propone la construcción de los propios mitos políticos en la comunidad autista. “Yo creo que en lugar de deconstruir y pelearnos contra símbolos, banderas y mitos políticos que la sociedad neurotípica ha instalado, tenemos que salir a construir los mitos políticos que nosotros necesitamos”. En este sentido, propone la figura del “profesional divergente», una figura que conlleva una crítica directa a la escolarización del nivel superior. “La universidad es ese dispositivo institucional garante de la formación de los presuntos neurotípicos, de los normales”. La universidad, explica, que no ofrece mecanismos didácticos específicos para que los neurodivergentes puedan estudiar. Pero, también reconoce una condición para construir ese mito: “tenemos que creer que es posible que tengamos autistas profesionales, autistas con dominio de la tecnología, que atravesaron procesos de capacitación que quizá no son normativos ni ministeriales ni académicos. Quizás son más colectivos, más comunitarios, pero valiosos también”.
En el libro también plantea una crítica al modelo social de la discapacidad. Aquel modelo que plantea salir del ordenamiento clínico hegemónico o el de esta idea de la discapacidad como trastorno, como plataforma biológica. “El modelo social”, dice, “sale de ahí y pone el foco en la sociedad en lugar de la persona con discapacidad. Dice bueno: transformemos la sociedad en vez de transformar la plataforma biológica del discapacitado”. Sabe que ese modelo tiene perspectivas muy valiosas, pero también “peligros ocultos que le estallan en la cara a las familias con niños y niñas con autismo”.
Federico no tarda, con tranquilidad y paciencia desarrolla su mirada: “Yo siento que el modelo social pone el foco del cambio en un resorte de la sociedad que no tiene el poder para hacerlo. Está demasiado enfocado en la sensibilización de la sociedad, en los discursos, en los eventos. Y me parece que hace falta muchísima transgresión. Sí, como lo hacen los feminismos”, aclara, “como lo hicieron con la lucha por la despenalización del aborto: las mujeres se expusieron al marco jurídico, el marco punitivo, antes de que el proyecto fuera ley. Ahí hay una transgresión que es la base de la ampliación de los derechos, porque no se quedaron sensibilizando, no, pasaron a la acción”.
El horno caliente colorea las papas. Federico redondea la idea: “el modelo social es lo que nos está impidiendo pasar a la acción a las familias con niños autistas. Hay demasiado esfuerzo dirigido a la sensibilización y muy poco apuntado hacia la creación de cosas nuevas, que sean transgresoras y que amplíen los derechos de las minorías”.
Federico Amigone es licenciado en Ciencias de la Computación por la Universidad Nacional del Comahue y docente e investigador de la Facultad de Informática. Y fundó Escuela Pasayo, un espacio de acompañamiento y aprendizaje para familias con niñes y jóvenes en el espectro autista que deseen desarrollar habilidades de programación. Con el libro espera ponerse en diálogo con familias que estén en su misma situación: “lo que quiero plantear fundamentalmente es el problema de la empleabilidad”. Así, como hicieron las mujeres en Brasil en los 90 que encontraron – lejos de la ciencia y de la academia – en el prospecto de un medicamento que se vendía para el tratamiento de úlceras gástricas llamado Misoprostol la píldora para abortar, Federico, propone: “es necesario que seamos nosotros los que dirijamos este proceso, no los expertos, no los ministerios, no los influencers en las redes sociales”.
“Están faltando transgresiones políticas”, asegura y delinea una tarea fundamental: “tenemos que crear roles nuevos porque hoy el único rol que tienen habilitado nuestros niños y jóvenes autistas es el rol del consumo en el mercado de la discapacidad. Pero una vez que crecen ¿Qué rol tienen? No hay. Yo siento que la tecnología es importante porque puede ser una herramienta para configurar otro rol. Si ellos pueden ser productores de tecnología en lugar de simples consumidores. yo creo que va a ser una gran victoria”.
De la mano de los feminismos, Federico también logró publicar el libro. Con las editoriales que se había puesto en contacto se topó con tiempos largos y caminos burocráticos. Por sugerencias y diálogos con La Revuelta logró que La Hendija publique su libro.
Las papas transpiran al horno, están crujientes. Las recetas, al igual que las reflexiones, se mastican, se huelen, se saborean, se disfrutan. Las papas, están listas. Con chauchas y algunas verduras las llevará a la mesa. El libro, también. Será servido este jueves 16/11 a las 19 hs en la Casa de las Culturas (Yrigoyen 656, Neuquén).
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