Qué raro el tipo. Qué raro haber llegado a donde llegó. ¿Se puede decir “raro”? ¿o asumió ya la Policía del Pensamiento? ¿“raro” se opone a “normal”? Visto de cerca nadie es normal. De lejos tampoco.
@vicdemasi lo hizo de nuevo. Casi afiliada a LLA, 24 x 7 cubriendo la campaña para @eldiarioar, se tomó vacaciones y antes dejó un retrato espléndido de la hermana presidencial. El Jefe. Con los retazos de información que se escurren de una estructura político-familiar sellada como un cofre de seguridad, Victoria de Masi pudo reconstruir una crónica digna de la rubia Ángel de la Guarda (en el documental “Pandenomics” lleva alas blancas, literal). Lo primero que salta a la vista es lo que sabemos. Mujeres cuidadoras. Pero más también: dueña del talento y la potencia necesarios para llegar adonde llegaron los dos. La verdadera Deus ex Machina. Podemos escucharla, mientras le acomoda el saco y la corbata: Vos dejá, yo me ocupo. Vos brillá.
Así, entre show gótico, raptos místicos y amor fraternal, ahogándonos en un océano de datos de la economía que no sólo desconocemos sino que tampoco nos interesa conocer, llegamos al fin de una historia sin fin. Porque ¿cuántos años (sí, años) hace que venimos hablando de inflación, dólar bla ble y blu, subsidios, salarios ¡pobreza! y FMI? ¿cuántos? Cualquier monólogo de Tato Bores parece escrito ayer. Una sospecha: cuando la economía, los economistas y el Ministro de Economía (nunca una Ministra) copan la agenda y toman la palabra a toda hora y en todo lugar… algo no está funcionando bien. Algo que puede ser todo lo demás.
Quizás a destiempo -porque la desmentida, la retracción y el suave barniz táctico se han puesto de moda después del ballotage- y esto que se dijo ayer puede ser hoy perfectamente nulo de toda nulidad, igual vale la pena (mucha pena) recordar que los grandes éxitos de campaña omitieron mencionar, ni por error, algún proyecto o idea que comprenda bienestar, compasión, mejoría, progreso, alegría, belleza, humanidad, paz, ternura. No se pudo escuchar nunca, pero nunca, alguna de las palabras “pueblo”, “felicidad”, “infancia”, “justicia”. “¡Poesía!” ¿O se dijeron y no pudimos escucharlas por el rumor altisonante y amenazante de la motosierra encendida? Destituidos a garrotazos de fake los valores de verdad, de confianza y de genuina libertad, quedó arrasado el campo donde hasta ayer podíamos reconocernos y abrazarnos con emoción: un páramo hostil de espinas y desesperanza.
Aturdidos como después de un vendaval, un terremoto, una desgracia insuperable o la acción de un destino salvaje e impiadoso, probamos asociaciones libres (vivalalibertadcarajo) para indagar el fenómeno. Como sucede a menudo, por el lado del arte (¿se puede decir “arte”?) asoman respuestas inesperadas pero radiantes de una incierta verdad. Tres películas, por ejemplo, contienen resonancias, cancelaciones, bruma de la actualidad nacional:
Por la última, no debe pensarse en una vía directa a algo referido a la salud mental, que fue tema de conversación hasta el ballotage, cuando la magia de la matemática (la suma de todos los votos) acalló el rumor. Después de todo, hay un libro titulado El loco que devela las excentricidades más audaces pero que ya no sirve para explicar el presente. Hay que admitir que un poco de desvío de la norma no está nunca de más, si el resultado es bueno y bonito. Pero no es el caso.
En Joker resalta la violencia como lenguaje único, absoluto. La violencia se impone desde la sociedad para el protagonista, un enfermo psiquiátrico con una historia triste de abandono, pobreza y discriminación, y se impone también en el protagonista, que finalmente toma revancha de su propia historia y estalla de furia y desenfreno destructor. La violencia es una celebración colectiva desatada, vertiginosa, de límites impredecibles. Es la verdadera protagonista.
¿Por qué El último emperador? Relata las vicisitudes de un niño a quien ungen emperador de China a fines del siglo XIX. Un sistema político y cultural lleva al poder, recluye, rodea y diviniza a un niño que no ha obrado para que eso suceda. Su entronización ocurre más por la suma de factores casuales, por el azar, la suerte o el destino que por su propia acción. Es un personaje atrapado por las circunstancias históricas, alguien despojado de voluntad para actuar contra su destino, cuyo espesor no está capacitado para comprender y en cambio está forzado a asumir.
La película se inspira en la historia de Puyi, el último emperador de China, que subió al trono a los dos años en 1908 y fue adorado por 500 millones de personas como divinidad. Habitó la Ciudad Prohibida, donde trascurrió casi toda su vida, enclaustrado en una realidad de ficción. Más tarde, con el triunfo de la revolución comunista, Puyi es encarcelado por haber colaborado con los japoneses en el conflicto por Manchuria. Los últimos años de su vida es jardinero en el jardín botánico de Pekín, un tipo cualquiera. La elipsis de una pobre vida dorada.
Otro jardinero interpreta Peter Sellers en Desde el jardín. Un hombre opaco y de pocos recursos intelectuales que vive en una casona cuyo jardín atiende. Ese es su mundo, el jardín, y la única información con el mundo fuera de sus plantas la recibe de la televisión. Cuando el dueño de casa muere, Chance, que así se llama, debe abandonar la propiedad. La casualidad permite que, ya en la calle, absorto por una pantalla de televisión, conozca a una mujer que lo conducirá a una situación ridícula pero verosímil. El jardinero, que sólo conoce de plantas, primaveras y abonos, es tratado equívocamente como un sabio. Es porque habla desde la más rústica experiencia, su vida dedicada a trabajar la tierra, pero lo escuchan como a la expresión viva de la erudición. Deseoso de novedad, su público, personajes de la alta política nacional, encuentra metáforas donde sólo hay simple denotación. Por ejemplo, si le preguntan por la economía, el jardinero enuncia la sencilla frase «hay que estimular el crecimiento», porque está pensando en los cambios que traen las estaciones al jardín, pero lo aplauden con alborozo porque creen (quieren creer) que está dando un pronóstico político optimista. Chauncey Gardiner, así llamado también por error de escucha, es citado en un discurso del presidente de la nación. Está en la cima. No está a su alcance entender qué ha pasado con su jardín.
El equívoco está oculto en todo discurso humano, como lo están el error, la malinterpretación y la necesidad de encontrar un designio, una luz, una lección, en palabras banales, en frases simples, en gestos ampulosos y sin ningún mensaje oculto. Con todo a la vista, no hay mucho misterio para descubrir. Pero igualmente, millones de personas eligen creer. Y en un mensaje brutal y directo como una trompada, sin nada de alusiones elegantes, metáfora cero y desnudo de sutilezas expresivas, eligen escuchar o leer lo que más se ajusta a su necesidad, interés, aversión, gusto, debilidad, lo que sea. Eligen creer.
Y para el bien de todes, al fin la poesía. Es Ángel González, español del siglo pasado, que sí sugiere y canta.
Otro tiempo vendrá
Otro tiempo vendrá distinto a éste.
Y alguien dirá:
«Hablaste mal. Debiste haber contado
otras historias:
violines estirándose indolentes
en una noche densa de perfumes,
bellas palabras calificativas
para expresar amor ilimitado,
amor al fin sobre las cosas
todas».
Pero hoy,
cuando es la luz del alba
como la espuma sucia
de un día anticipadamente inútil,
estoy aquí,
insomne, fatigado, velando
mis armas derrotadas,
y canto
todo lo que perdí: por lo que muero.
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