Por Mónica Reynoso.
“Mama Antula ‘tocada’ y ‘sanada’ por el ‘pequeño Dios de los pequeños’ estaba convencida de que ‘la paciencia es buena, pero mejor es la perseverancia’. Que su ejemplo y su intercesión nos ayuden a crecer en la caridad según el corazón de Dios”, dijo el papa Francisco en la ceremonia que santificó a la beata María Antonia de Paz y Figueroa, de sobrenombre Mama Antula. La primera santa argentina.
Que el cielo me condene si miento, pero ¿cuántos compatriotas tenían noticia de que en el siglo 18 hubo en estos pagos una tal María Antonia de Paz y Figueroa, quien además de divulgar la fe como peregrina, realizó al menos dos milagros que reconoció el Vaticano y merecieron su canonización? Seguro que pocos. Pues ahora la conocemos. Y en qué forma.
La grandilocuencia de la Santa Sede, pese a la subrayada modestia con que vive su jefe actual, constituye un impecable sistema de comunicación. Sus cuidados gestos, aquellos que se dejan ver, se difunden urbi et orbi al instante y una visita a la opulenta Basílica de San Pedro deja una impresión que sólo Maradona, después de entrevistarse con Juan Pablo II, logró describir exactamente con su dialéctica de potrero: “Me peleé con el Papa porque fui al Vaticano y vi los techos de oro. Y después escuché al Papa decir que la Iglesia se preocupaba por los chicos pobres… Pero, ¡vendé el techo, fiera, hacé algo!»
Ciertamente, aturde tanta riqueza. No más entrar, a mano derecha una imponente estatua de bronce de Pedro recibe al visitante. Los devotos tocarán y besarán el pie derecho del santo y se internarán en un edificio deslumbrante de belleza y misterio. Encontrarán seguramente el reparo espiritual que buscaban, saldrán reconfortados, querrán volver. De darse la inmensa suerte de tener un encuentro con el Papa, hoy Francisco, ya casi hablamos de éxtasis, que según el diccionario es “el estado del alma caracterizado por cierta unión mística con Dios mediante la contemplación y el amor, y por la suspensión de los sentidos”.
Es lo que le pasó a Milei, que ya venía muy sensibilizado de su viaje por Israel. Haber posado la frente en el Muro de los Lamentos le desató una crisis de llanto arrollador y lo lanzó en brazos de un atónito rabino que lo contuvo con dificultad. Por suerte (o por milagro, quién sabe) después fue capaz de trasmutar esa angustia agónica en un alegre bailoteo entre rabinos, igual que si fuera el novio en una fiesta de bodas judía. Así que cuando el Papa aceleró la marcha de la silla de ruedas al verlo, quizás incrédulo de la existencia real de tan célebre visitante, Javier Milei, el mismo tipo de la tele que grita como un energúmeno, levanta los pulgares para la foto y se peina despeinado se abalanzó sobre Su Santidad y lo abrazó hasta ahogarlo. Más delicadas fueron las chicas. Karina susurró en el oído papal un pedido de permiso para darle un beso y Diana Mondino no abandonó su sonrisa beatífica que, justo es reconocerlo, estuvo muy protocolar.
La delegación contó también con la presencia de la inexplicable ministra Sandra Pettovello, en una pausa de sus días consagrados a la atención de los hambrientos, y el explicable secretario de Culto Francisco Sánchez. Y aquí permitan un poco de fantasía. Si Milei se desdijo ante el Papa por haberlo tratado de “sorete mal cagado”, “personaje nefasto” y “representante del maligno en la Tierra”, bien podría Sánchez arrepentirse de acciones atroces e impunes. Y que por efecto de contagio entre tanta santidad, desista de sus siniestras convicciones y se declare arrepentido de haber pedido la pena de muerte para CFK, celebrado al gobierno de Bolsonaro, apoyado la portación de armas en “ciudadanos decentes” (“el que quiera andar armado que ande armado”, dice Patricia Bullrich, su mentora), aplaudido las bolsas mortuorias y las guillotinas en Plaza de Mayo y burlado la necesidad de impartir la Ley Micaela. Si los efluvios de bondad tuvieran efecto residual, que también pida perdón a las mujeres, feministas o no, por decir cosas horribles sobre ellas y el aborto.
INCITAR, HERIR, MOFARSE
Estoy siendo sarcástica. Puedo notarlo pero no puedo evitarlo. Manoteo un recurso bastante cachuzo ya, la ironía, porque me declaro incompetente en el juego de fakes y maldad explícita que impera y arrasa y que analizó en Anfibia Silvio Waisbord. Leer su ensayo titulado El presidente troll y abandonar toda esperanza son un solo acto. Un fragmento:
“El troll político no toma el escenario para persuadir, movilizar, criticar y rebatir. El troll no es una continuación de la demagogia u otros estilos clásicos del discurso público. Su génesis es diferente. Es una criatura particular del mundo digital cuya marca registrada es incitar, tratando de herir sensibilidades y mofarse del resto, con una mueca de satisfacción del deber logrado”.
Un usuario de X que figura como Beto @SoyCarpintero11 tiene un tuit fijado que bravuconea en esa cuerda:
“Acá se jode a todo el mundo, el que no se la aguante que cierre su cuenta y se abra una cuenta de decoración en Pinterest”.
Esa riña de gallos virtual, henchida de una masculinidad inestable y hedionda, es puesta a prueba en forma continua. Ataques personales y respuestas a posts disidentes equivalen a cachetazos, patadas en el suelo, escupitajos, golpes bajos, carcajadas hirientes, palabras denigrantes, amenazas: el infinito repertorio de la violencia. Con la mueca de satisfacción del deber cumplido. Liderando la patota digital, Milei, el presidente de la Nación, el mismo que, transido de fervor místico, lloró en tierra sagrada de los judíos y tiritó de emoción en el templo mayor de la iglesia católica.
La crueldad de su plan de gobierno y la persecución a quienes decide hostigar desmienten la pretendida espiritualidad que exhibe en modo obsceno. Ahora es contra Lali Espósito. No hay azar en la elección de la víctima: es popular, es feminista, es exitosa, es progresista, es mujer. No es la primera atacada por él, pero seguro que tampoco será la última. A pocos días del 8 de marzo, los ataques histéricos de Milei contra Lali suenan como tambores de guerra. Ya no debería divertir el Joker devaluado que fatigaba canales de televisión actuando penoso papel. El azar lo ha puesto en la jefatura del Estado y sus señalamientos ya no son las ocurrencias de un pobre infeliz que mejoraba el rating. Aunque se haga difícil discernir la índole precisa del personaje a cargo del país, es preciso tener en cuenta la necesaria observación de Horacio Verbitsky en El Cohete a la Luna: éste es el gobierno “de los hermanos Milei”.
“NO SEAS TAN MALA”
La presidenta Cristina Fernández, otra mujer objeto de maltrato y difamación, publicó justo el día de los enamorados un documento puntilloso que revisa los sobresaltos de la economía nacional. En el largo análisis, dice de Luis Caputo que es un endeudador serial y un funcionario fracasado. La publicación esa mañana de San Valentín hace reaccionar de inmediato a Caputo. En un largo tuit le explica a Cristina lo que él considera que ella ignora, la invita a aprender de su mansplaining y le pide que se calle. Ja. A Cristina, ja, pedirle que se calle. «Buen día señor Ministro. No es el primero de su familia que intenta hacerme callar. Sólo en un país con este Poder Judicial usted puede volver a ser funcionario público», respondió de inmediato.
El ministro Caputo es la expresión viva del machirulismo, para no hablar de su condición de “Messi de las finanzas” que todavía no ha demostrado. Sí ha llevado al acto de modo admirable las palabras de Mama Antula que citó el Papa: “La paciencia es buena, pero mejor es la perseverancia”. También lo es hacer memoria.
¿Se acuerdan de ese episodio bochornoso que quedó bajo el nombre de “El papelito”? En abril de 2018 Luis Caputo también era ministro, pero de Finanzas. Citado por el Congreso para informar sobre sus cuentas offshore denunciadas en una investigación internacional conocida como Paradise Papers, Caputo llegó inmutable a la Cámara de Diputados. Canchero, lucía como un Isidoro Cañones de carne y hueso: saco y camisa sin corbata, saludó mano en alto, guiñó un ojo a la cámara y se acomodó para soportar con ostensible paciencia el interrogatorio de los diputados. Estaba en el uso de la palabra Pino Solanas cuando Gabriela Cerrutti, de pie frente a su asiento, alzó la voz para mostrar un papel manuscrito que decía: Mis hijas tienen 11 y 13 años. No seas tan mala. Firmaba un emoticón sonriente. Por pedido de Caputo, alguien había llevado hasta Cerrutti el mensaje del ministro. Ella lo interpretó como una falta de respeto. Hubo confusión, las palabras de Cerrutti no se entendían, las cámaras iban de una Cerrutti encendida de rabia a un ministro que nunca abandonó la sonrisa de lado. En la confusión, Caputo aprovechó la complicidad de José Mayans, presidente de la comisión, recogió sus papeles y se retiró victorioso. “No seas tan mala”, como un amante despechado. Después pidió disculpas. Dijo haber actuado así “como padre” y porque no tenía experiencia política. Ahora, cuando es el ministro de Economía de Milei y lo convoca el Congreso para que explique el siniestro plan de motosierra y licuadora, no se presenta argumentando que tiene cosas más importantes que hacer, como tratar con el FMI. Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma.
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NdeR: la familia Caputo está señalada en la investigación por el intento de asesinar a CFK. Los integrantes del grupo acusado del atentado cobraron de los Caputo una suma millonaria por presuntos trabajos de carpintería.
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