“Bienvenides”, dice Tatiana Breve y abre la cerca de madera de la primera Casa Integral Trans de la ciudad de Neuquén, “pasen, pasen, vengan a conocer”, pega media vuelta y camina directo a la puerta. A su lado, Dann Castro.
Desde el comedor Tatiana, lo presenta: “él es Dann Castro, compañero trans no binarie con quien coordinamos las actividades que hacemos en esta casa y las que proyectamos”. “Si”, dice Dann, “somos varies que estamos detrás de esta casa, con quienes proyectamos cómo mantenerla, cómo habitarla y cómo ocupar y sentirla propia”.
“Acá”, dice Tatiana, “este comedor es un espacio común en el que hacemos los talleres, los encuentros, los tejes”. Alrededor: una mesa, unas sillas de plástico, un horno, una repisa con libros, un modular, “todo lo que vemos es donado por amigues, por organizaciones con las que trabajamos”.
Al costado del comedor, hay dos habitaciones. En una se usa como oficina y en la otra será el espacio para que distintos emprendimientos se desarrollen. Tienen proyectado uno de costura, otro de jardinería, otro de cocina.
“Y por acá”, dice Tatiana y abre la puerta trasera, “el patio”. El pasto aún no creció, pero el lugar está limpio y listo para ser sembrado. “La última acción que tuvimos fue la inauguración de este patio al cual llamamos “Kakewmece we”, que quiere decir el lugar de las incidencias en mapuzungun”.
“Para inaugurar”, cuenta Dann, “convocamos a un festival autogestivo. Hicimos producción de nosotres mismes, hicimos pizzas, vendimos bebidas, vinieron todas personas trans o cercanas a la comunidad que nos han dado una mano. También colaboraron con donaciones”.
“Y tenemos hasta escenario”, Tatiana corre y se para sobre los pallets. Zapatea y zarandea. “Esto es hermoso”, dice, “en realidad yo quería que se llame Patio de la Resistencia, porque la ordenanza tiene como tres años, y costó un montón llegar hasta acá. Pero, además llegó en el momento justo, que es en el momento en el que necesitábamos un lugar para hablar, para plantar resistencia”.
La Casa Integral Trans está en Riccheri y Paimún en el barrio Confluencia. Esta casa, ese patio en el que están Dann y Tatiana, ese comedor en el que habrá talleres y en el que todas las tardes se encuentran, es el resultado de la ordenanza N°14193 aprobada en 2021 y concretada en 2024. La normativa establece crear “un espacio institucional para capacitación y educación a los colectivos de diversidades sexuales”.
Esta casa, fruto de tocar puertas, de exigir, de insistir, hoy se disfruta. Pero sin perder de vista lo que costó llegar hasta ahí: “hasta el año 2011 en nuestra región se creaban políticas de encarcelamiento y persecución – hasta ese año estuvo vigente el artículo 54 del Código de Faltas que criminalizaba a la población trans travesti – nuestra democracia es como muy joven”, dice Tatiana y se refiere a la Ley de Identidad de Género aprobada en 2012 desde la cual la población trans travesti fija como fecha del comienzo de su propia democracia, “tampoco los Estados han creado políticas públicas para nuestras poblaciones, no se han creado políticas que vengan a mejorar nuestra calidad de vida. De hecho, cuando se sancionó la Ley de Identidad creíamos que con esa ley íbamos a acceder a todos los derechos y eso no pasó. La Ley de cupo laboral travesti, trans tampoco se cumple o se hace con contratos muy precarizados. Y si a esto le sumamos el contexto económico, sobre todo teniendo en cuenta que las personas travesti trans somos expulsadas de nuestros hogares. Tener este techito, es muy importante”.
Tatiana se baja del escenario y camina hacia la parte de adelante de la casa. Ahí tienen mesas y bancos que invitan a sentarse y hablar. “Las decisiones políticas de este gobierno y su plan económico perverso y que instan constantemente al odio, nos pone en una situación no solo de alerta, sino de vulnerabilidad a las personas que pertenecemos a las mal llamadas minorías”, dice Tatiana, ”este tipo de gobiernos neoliberales hace que sea más necesario encontrarnos para replantear estrategias”.
“Para pensar estrategias para no retroceder y defender nuestros derechos”, suma Dann. “Claro”, sigue Tatiana y cierra, “como decían las pibas: al calabozo no volvemos nunca más. Y al clóset mucho menos”.
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