Cuatro feriantes de la Feria de China Muerta cuentan sus realidades y estrategias ante el ajuste del gobierno de ultraderecha de Milei. Al duro momento económico se suma la época invernal que obliga a generar condiciones que propicien las ventas y la concurrencia en espacios al aire libre.
Son cerca de las 12 y ya varios autos estacionaron en la entrada de la Feria de Productores/as y Artesanos/as de China Muerta. Hay sol y un poco de viento, nada raro en el otoño neuquino. Los puestos abrieron sus mesas a las 11 y hasta las 16 estarán disponibles, como todos los sábados del año, a pesar del frío. En invierno la feria se mantiene, ponen fogones, los puestos están techados y hay espacios comunes también al resguardo de las inclemencias del clima. En uno de los varios escenarios del predio una guitarra prueba sonido. Más tarde, Brenda Bastías musicalizará con ritmos latinoamericanos el almuerzo de quienes llegaron a la feria no solo a comprar. Porque es un lugar donde conseguir huevos, sahumerios, ropa, nueces o cremas, y también un espacio de paseo, para comer un rico locro, un choripán, empanadas en horno de barro o buenos sanguches.
“Después del 10 de diciembre, creo que ha sido la única vez que vimos gente pasar y decir estoy mirando”, cuenta Luisa Huencho, feriante mapuche de cosmética y tejidos (Kajfvlen). “Tratamos de mantener precios solidarios en la feria, sin perder la calidad, y también la variedad de puestos tanto los fijos como de invitades”, remarca sobre cómo se las ingenian ante la crisis. “Pensamos que la gente pueda encontrar algo distinto y también que puedan pasar un rato agradable con espectáculos. Hay fogones para los días más fríos. Queremos que se sientan cómodas y cómodos y que nos elijan como como feria todos los sábados”, agrega.
Alejandra Rojas, más conocida como “Kika”, tiene el puesto de empanadas al horno de barro junto a su compañera “Chuli” (Graciela). Dicen que la falta de plata se siente en el día a día: “las ventas han bajado, le seguimos poniendo el cuerpito para que los productos sigan saliendo con buena calidad. Sostenemos la feria durante el invierno que en la zona rural también es complicado”. Hace 8 años que es parte de la Feria.
Como todos los años, la época invernal, es más difícil. La gente sale menos, el clima no acompaña, y hay productos que no son de la temporada. El 2024 viene con un des-valor agregado: las políticas de ajuste del gobierno de Milei que impactan profundamente en los sectores de menos ingresos económicos. Kika remarca que “lo colectivo dentro de la Feria es un sostén. Hoy por ejemplo tenemos un evento solidario para un compañero que necesita ayuda para su casa”. Se refiere a la rifa que realizaron el 1 de junio, en donde entre otras cosas se sorteó un horno de barro.
Gladys Almendra, tiene un emprendimiento de plantas: de interior, suculentas, cactus. Se llama “Mi cielo”. También asegura que la cosa está difícil, pero que la feria es una gran ayuda, y no solo económica: “me permitió salir del pozo, por un problema familiar que tuvimos, acá encontré gente maravillosa”.
En uno de los extremos de la feria cuelgan cuellos-capucha, bufandas infinitas, buzos de colores, ropa sin género y para todos los talles. Dinka Bezic, se para en medio del puesto y describe cómo vive estos meses: “hay una recesión, la gente evalúa mucho más a la hora de invertir en una artesanía, si bien la ropa siempre es necesaria, en este tiempo hay más dudas, hay una necesidad de ir ajustándose en algunas cuestiones, las ventas han caído un montón, por eso este espacio autogestivo es sumamente importante para sostener nuestras economías familiares cuando algunas dependen solo de esto, de la venta callejera”.
¿Qué estrategias desarrollan ante la crisis? Gladys suma a sus plantas, un emprendimiento de bombones, chocolates, tortas galesas y materas. Luisa adicionó la venta de tejidos en telar mapuche. “Haciendo plan A, B, C ¡y ahí vamos! Hoy el tejido es el plan B. También con otras compañeras que hacen cosmética de Neuquén, de Cipolletti, nos juntamos para hacer pedidos. La materia prima se fue al 200%. No puedo comprarme yo sola un aceite de 5 litros, entonces lo compramos entre varias y así mantenemos calidad y también precios”, dice Luisa.
Dinka también afirma que las redes solidarias y empáticas son las que salvan: “al ser docente de profesión siempre tengo en cuenta a la hora de ponerle precio a la ropa, que una maestra lo tiene que poder comprar. Por eso siempre le compro a otra mujer que es mi proveedora en tela en Buenos Aires que se la juega buscando los mejores precios de saldos en las fábricas, no me asesina con los valores. Son excelentes telas. Es una buena manera de potenciarnos, hasta que llega al producto final a colgarse en una feria”.
En tiempos de ajuste las mujeres y las identidades feminizadas son más perjudicadas porque desarrollan los trabajos más precarizados, mal remunerados e invisibilizados, porque en su mayoría están a cargo de tareas de cuidado no reconocidas ni asalariadas, entre otras cosas. La autogestión es muchas veces una salida. “Me encanta sentirme útil, hacer algo por mí misma, son tiempos de aguante -por el invierno y situación económica-, así que le ponemos el cuerpo”, asevera Kika sin perder la sonrisa. Luisa reafirma: “hacer colectivamente, juntas, de otra forma no vamos a salir de esta”. Para Dinka este momento se enfrenta sin perder la esperanza: “mostrando por redes, y agradeciendo cada venta, que es un apoyo. Celebro poder gestionar esto. Igual entiendo que si no nos armamos en manada autogestiva, solas no vamos a poder salir adelante. Hay que hacerlo en conjunto, esa es la que va”.
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