Le dicen Ñamku, porque Ñamkurupay es largo. Ese es el nombre que ella misma recuperó. Tiene, claro, otro puesto en el DNI: Cristina Valdes, que por un tiempo lo abandonó. Pero, ahora, se reconcilió.
Es que para Ñamku fue un camino largo el de buscar y recuperar su nombre mapuche. Siempre, pero siempre fue curiosa. Preguntona. Oyente. Atrevida. Y eso la hizo indagar en su propio linaje familiar. “Hace 20 años me encontré con mi identidad mapuche”, cuenta, “me ayudaron dentro de la comunidad. Pero, lo que pasa es que siempre quise saber de todo: de dónde venía mi familia, mis abuelos, mis tíos, mis tatarabuelos”.
Su padre era un hombre simple, a la vez un gran relator de las historias familiares. Esos cuentos, esas historias, en Ñamku despertaron interés, sed y ansia de saberlo todo. “Cuando me encontré con el pueblo mapuche dije: ¡uuhhh que lindo! Y eso es lo que quiero transmitir con mi emprendimiento”.
Stand móvil y comunitario. Así nombra Ñamku a su emprendimiento. Vive en Allen, pero viaja. Vuela como el águila. Es libre. No la ata ni amarra nada. Un día lleva su stand a Neuquén. Otro a Villa La Angostura. Se mueve, habla, charla.
Sobre la mesa de “Ñamkurupay arte mapuche y artesanía” que monta, vende desde: joyería mapuche, pan casero, comida, trabajos en arcilla, tejidos en telar. Ñamku compila lo que otros artesanos hacen y los exhibe en su stand. Ella cose las Wenüfoye y tiene una última creación: collares textiles étnicos. “El stand fue muy importante en muchos momentos de crisis económicas, para mí y para la comunidad Lof Puel Pvjv con la que colaboro”.
A Ñamku le gusta saber, aprender, estudiar. Pero, sobre todo le gusta hablar, le gusta que su stand sea un encuentro con el pueblo mapuche. Le gusta cuando alguno o alguna se acerca y le dice “yo creo que mi familia también era mapuche”. ¡Ahhh! ahí es cuando a Ñamku se le ilumina la cara porque se da cuenta, que el haber estado ahí, parada, detrás de la mesa, valió la pena.
“Hay gente que se acerca, que viene con una actitud tranqui, miran las cosas y automáticamente vos le ves una emoción gigante”, cuenta, “y por ahí te dicen: estos aros los tenía mi abuela. ¿Te das cuenta? esa es una satisfacción muy grande”.
El stand móvil y comunitario es un momento para encontrarse con los propios recuerdos, para poner en palabra lo que, hasta ese momento, no se pudo, es encontrarse con Ñamku que te abraza solo con mirarte.
“Es hermoso”, dice, “siempre digo que si de cada evento una persona puede recordar a su abuela, a su territorio mapuche, no me importan las ventas. Porque es sumamente importante encontrarnos con cualquier disparador que nos conecte con nuestro origen, que nos permita reconocernos con nuestro ser mapuche”.
Ñamku tiene trato personalizado. No le interesan mucho las redes sociales, aunque sabe que son importantes para difundir lo que hace. Prefiere el WhatsApp, número que se lo da a cualquiera que quiera contactarse con ella, para comprarle alguno de los objetos que vende pero sobre todo para orientar, ayudar y colaborar con quien esté en la búsqueda de la identidad mapuche.
Está cerca de jubilarse, hoy es secretaria administrativa de la Facultad de Ciencias de la Educación y Psicología de la Universidad Nacional del Comahue. Está pensando en mudarse. Tal vez Neuquén. Tal vez más al sur. Aún no lo sabe. Tampoco le importa. Confía que el viento, como al águila, la guiará al mejor lugar.
Felicitaciones Ñamku!!!!
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