La organización de las mujeres y el sentido de supervivencia en tiempos de crisis

Mientras el clima de demonización al trabajo de las organizaciones sociales se acrecienta, la Utep inauguró un local para comercializar productos de la economía popular. Es un espacio de producción y venta de distintos artículos y elaboraciones artesanales que van desde tejidos hasta miel y panificados.

“Es muy importante para compañeras que no tenían en su cabeza poder producir algo a gran escala, estaban con su hornito eléctrico -porque viven en una toma- un fuentón para amasar y demás, y ahora le damos la posibilidad de tener una amasadora, una batidora, heladeras, y poder comercializar”, cuenta Soledad Urrutia, referente de Utep (Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular) en Neuquén. El relato resume lo que hacen las organizaciones sociales en los barrios, en las tomas, en los rincones de Neuquén sin gas, sin cloacas, donde muchas veces no alcanza para comer todos los días: tender puentes, crear redes, gestionar herramientas de trabajo y compartirlas en un local para que una mujer pueda hacer rosquitas y venderlas en el centro.

Soledad Urrutia en la inauguración del local.

El espacio -ubicado en Santa Cruz 334- se inauguró el 9 de julio con la finalidad de que productoras/es, cooperativas de la economía popular y también de los pueblos originarios puedan comercializar sus productos (tejidos, miel, harina, yerba, dulces, panificados, entre otras cosas). También abre la posibilidad a un gran número de productores del norte neuquino para que puedan vender en la zona centro de la provincia.

Soledad remarca que dentro de la economía popular la mayoría son mujeres y esta iniciativa -que es un trabajo conjunto entre la Utep y la cooperativa Pueblo a Pueblo-, es parte de un trabajo que vienen realizando hace tiempo. “Es algo con lo que veníamos trabajando, a muchas de las compañeras les han llegado herramientas para trabajar con las cuales producen, hay compañeras que usan el local para hacer comida para salir a vender”, explica.

El brutal ajuste desplegado sobre quienes menos tienen junto a la violencia simbólica desparramada en los medios de comunicación contra las clases populares y la organización colectiva hacen que el día a día sea cada vez más difícil. “Las mujeres le ponemos el pecho con el rebusque diario cuando falta el mango en la casa. Somos las primeras en sentir la falta de recursos en nuestros hogares, y siempre le buscamos la salida, pero juntas. Hacemos cosas en la casa, vendemos, y también vamos a revolver ollas a comedores y merenderos para ayudar a los demás y para llevar la comida a la casa”, remarca Soledad y destaca algo particular en tiempos de crisis: “esta organización que siempre tenemos las mujeres, este sentido de supervivencia y sobre todo en estos tiempos, la crisis más nos hermana y nos hace salir adelante juntas”.

En el mismo sentido, Soledad insiste en que lo colectivo genera múltiples sentidos de ayuda y de pertenencia: “juntarte con otras no solo te da otras ideas, es también una ayuda psicológica muchas veces y es cambiar este estereotipo de la mujer encerrada en la casa trabajando por la de la mujer juntándose con otras y haciendo cosas”.

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