Hay olor a comida. Están preparando hamburguesas de lentejas, con avena, sin pan rallado para que sea más nutritivo – y porque no hay -. En el fondo, una nena – Candela – de 4 años juega en una mesa llena de lápices de colores. En una esquina alguien duerme tapada hasta la cabeza. Es Rosa, tiene su “rancho” en el puente, así que aprovecha a descansar calentita un par de horas. Su hijo se llama Jesús y quiere tatuarse su nombre en el brazo. En la cocina Melina prepara un puré de papás delicioso, mientras Iara mixea las lentejas. Las tres asisten al espacio de mujeres con consumo problemático de sustancias que funciona desde octubre del año pasado en el oeste de la ciudad.
En Neuquén hay mujeres que duermen en la calle, que deambulan, que van de casa en casa, que consumen drogas desde los 13 o los 14, que son la tercera generación de víctimas de abusos (psicológicos, físicos, sexuales), algunas están embarazadas. También en Neuquén hace casi un mes Luciana Muñoz, de 20 años, está desaparecida, la policía demoró más de una semana en rastrillar la ciudad y ofrecer recompensa por su paradero. La ausencia del Estado se hace evidente en esta realidad tan vulnerable y violenta especialmente hacia quienes son jóvenes.
“Casa de Mujeres ‘Las Resilientes’ es un lugar que invita a socializar, a hacer la comida juntas, a limpiar la casa, a formar parte de un espacio donde el consumo no es la manera de intercambio. A estas mujeres les falta una red que tenga algo distinto. Somos del Servicio de Adicciones del Castro Rendón, surge porque nos hacían interconsultas cuando había algún embarazo o parto con algún consumo positivo de sustancias. Era difícil abordarlo dentro del hospital y hacer el seguimiento, y no había una demanda, un problema, había una acusación de algo que está mal”, cuenta Paola Gómez, médica y parte del equipo de profesionales que conforma junto a tres psicólogas. En octubre lograron que desde el Ministerio de Salud les permitan cumplir sus horas de trabajo en la casa, y que el obispado les preste el lugar físico. El espacio funciona de lunes a viernes de 10 a 16 y recibe aproximadamente a 15 mujeres. El punto de ingreso es el hospital y en todas las situaciones hay una intervención del Poder Judicial.
Paola remarca: “somos el primer dispositivo que tiene una perspectiva de género, porque acá pueden venir con sus hijos e hijas. No es lo mismo estar acá en el espacio terapéutico que proponemos, mientras alguien mira a tu hijo, que ir a un espacio hospitalario, y no tener con quien dejarlo. Eso no está pensado en ninguna patología dentro de salud. Es necesario pensar en el binomio madre-hije, es lo propio. Es más efectivo hacerlo juntes que cuando se intenta mejorar las partes por separado, porque es ficticio. En este lugar miramos e intentamos ayudar”.
El espacio funciona como una casa, como un “hogar”, así lo sienten las mujeres que asisten. Hablan entre ellas, se cocinan, lavan los platos, pasan la tarde. No hay roles, no hay espacios definidos. Hay escucha, atenta, amorosa. Las charlas se mezclan: noticias del día, citas judiciales, donde durmieron anoche, cómo hacer un puré rico, la ropa y los cuerpos.
Mariana Dinamarca es una de las psicólogas que trabaja en el lugar. Cuenta que dentro de la casa hay un espacio terapéutico pero que no es una condición de entrada. “Se trabaja primero la grupalidad y luego construir el pedido de espacio terapéutico. La lógica de Salud es dar primero el tratamiento terapéutico y muchas veces la persona no está preparada para ese espacio individual”, explica.
La casa rompe los esquemas de cómo se aborda el consumo problemático de sustancias, ofrece un lugar, un abrazo, un espacio calentito, un plato de comida. Cuidados primarios, básicos, que se dan por sentados y en los que el Estado no repara. También brinda momentos para trabajar la grupalidad a través de talleres de peluquería, cerámica y arte.
“El objetivo claro es la mujer, con su hije. Estamos haciendo una prevención en consumos, en abusos, en una psiquis estando 6 horas, escuchando y estando. Esta casa está generando soportes, nos faltan un montón de recursos para que cada niño pueda tener su soporte. Eso se lo estamos pidiendo al Estado y no lo está entendiendo. Todo lo vinculado a la salud lo tenemos, pero todo lo vinculado a casa y alimento, no, entonces ahí pedaleamos. Porque la asistencia alimentaria en este dispositivo tiene el objetivo de generar neurotransmisores en un sistema que acaba de nacer, es clave que este niño en sus primeros 1.000 días coma bien. Es clave que nos den carne, huevo, fruta, verdura. Es lo que nos está costando que nos banquen”, asegura Paola.
“El Estado está todavía armando estructuras, tenemos la promesa política que nos van a cubrir esa demanda, pero en lo concreto solo Salud y obispado cubren con los recursos humanos y la casa. Para el resto vivimos de donaciones, es un día a día”, agrega. Los lazos colectivos y comunitarios son claves. Como parte de esos vínculos, la colectiva feminista La Revuelta aporta horas de taller y el sostenimiento de una línea telefónica.
La falta de recursos implica no poder atender a toda la demanda. Desde el equipo tienen registradas más de 60 interconsultas desde el año pasado solamente en el Castro Rendón y en un screening hecho al azar. Actualmente solo pueden dar respuesta a 15 mujeres que llegan desde distintos puntos de la ciudad.
“Es una problemática que implica mucho, vos le sacas la sustancia y queda el vínculo violento, los pibes, el vínculo desarmado con su vieja. Se piensa que la gente se deja de drogar y se le resuelven los problemas, y no, empiezan otros problemas de por qué llegaron a la sustancia y que no tienen las herramientas psíquicas para resolver. Son tercera generación de lo mismo: de consumo de violencia, de no estar criadas con amorosidad”, describe Paola.
Las hamburguesas ya salieron del horno, la mesa está puesta. El sol de invierno ilumina el mediodía en la casa. Se sientan, se sirven, charlan, disfrutan la comida rica y casera, se ríen, hablan, comparten, hacen planes de siesta y de los próximos almuerzos. Así hasta las 16, que se cierran las puertas hasta la mañana siguiente, para volver a empezar.
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