Entrevista a Sebastián Fanello, director y dramaturgo de Socorro Desnuda.
Por Laura Rosso
-Socorro Desnuda es una obra que nace de la invitación a escribir por parte de la colectiva feminista La Revuelta, que se estrenó en el 36° Encuentro Plurinacional de Mujeres y Diversidades en Bariloche, y que viene haciendo una gira federal con presentaciones en distintos territorios, ¿cómo está siendo esta experiencia?
-Vincular teatro y militancia ha sido algo que siempre he desarrollado en mi trayectoria teatral. Hace ya veinte años que con mi grupo Goodbye Stanislavsky, consideramos que la cuestión micropolítica tiene que ser uno de los condimentos principales, que tiene que haber una interpelación directa al público. No le temo a que ciertos discursos filosóficos o ciertas ideas políticas estén dentro del enunciado teatral. Pertenecemos a una genealogía teatral que intenta poetizar absolutamente todo, interferir con mecanismos y artefactos poéticos todos los discursos. A mí me parece que el teatro tiene que recuperar cierta potencia provocadora. Mi teatro siempre la tuvo, entonces, Socorro Desnuda es otra de esas experiencias. Poder hacer una obra feminista, de reivindicación de los derechos conseguidos, de la labor y el trabajo de las socorristas y poder moverla por todos los lugares donde estamos yendo, es una experiencia maravillosa.
-¿Qué condimentos tuvo el proceso de escritura hasta llegar a terminar la obra?
-Yo tenía escrita la mitad de la obra con el caso real que cita el texto, pero en febrero del año pasado, me atravesó –a mí y a toda mi familia- un doble femicidio: asesinaron a una de las mejores amigas de mi hermana y a su madre. Toda esa bronca, esa angustia que vivimos, y que se repite lamentablemente casi a diario, me llevó a que había que reforzar el texto para que la interpelación hacia los varones estuviera presente. En Socorro Desnuda aparece un mandato, un imperativo en el cual decimos “la deuda es de los varones”. Me parece que más allá de la bronca, la indignación por vivir en un mundo extremadamente patriarcal, más allá de todas las conquistas, ese enunciado incluye un montón de otras cuestiones en relación a los varones que hay que repensar. Entonces, la escritura tuvo para mí dos momentos: un primer momento en el cual tomo el caso de la niña secuestrada en esta clínica y otro donde los hombres se vuelven el punto a atacar, el tablero al cual disparar. Estructuralmente el patriarcado sigue sosteniéndose pese a todo y en gran medida, si los cuerpos asignados a la categoría varón no hacen algo, vislumbrar más cambios se hace difícil.
-Esta es tu segunda obra con la iniciativa de La Revuelta luego de Al pie de la teta, ¿cómo es llevar estas narrativas socorristas al dispositivo escénico?
-Siempre estoy buscando espacios y devenires micropolíticos. Vidas micropolíticas. Para mí allí hay algo del orden de lo narrativo que habla de nuestra contemporaneidad y me despierta el interés de pensar cómo esos temas son llevados a lo poético. Entiendo que en lo micropolítico hay corrimientos subjetivos, nuevas formas de vida, nuevas ideas, nuevos modos posibles de seguir viviendo juntas. El socorrismo es eso y nos sigue enseñando cómo vivir juntas sofisticando redes de cariño, de cuidado, de ternura, de acompañamiento. Todo eso que en este mundo tan cruel está en extinción. En esas grupalidades y comunidades aparece siempre para mí algo interesante de poner en escena.
-La Casa Revuelta fue el lugar en el cual ensayaban todos los domingos junto a las tres actrices, un espacio de encuentro y resistencia feminista. ¿Qué rescatás de esta manera de trabajar que propone siempre La Revuelta, entrelazando saberes, pedagogías y ensanchando los dispositivos para hablar de aborto?
-Para mí no es menor haber crecido en una provincia en la cual el activismo de La Revuelta y el activismo socorrista existen desde hace más de 20 años. No es menor criarse en una localidad donde esa subjetividad se las ingenia para interpelar a los artistas. Es una ciudad de muchísimas organizaciones que desde distintos frentes de batalla se unen. Este territorio está marcado, como todos, por grandes acontecimientos que nos atraviesan y que no han sido menores para lograr alianzas y establecer redes con estas grupalidades que están trabajando para una existencia mejor. Así que voy a rescatar siempre el trabajo de La Revuelta y el camino que ellas han abierto para que hoy exista el socorrismo y todo lo que incluye la labor de la Casa Revuelta y de ellas como grupo en nuestra localidad. Abrazo ese entrelazamiento que proponen.
-Escribir es un hecho político, ¿cómo lo vivís en este contexto cultural de desmantelamiento y cierre de programas y plataformas?
-Mi escritura y mi teatro no han ignorado nunca que hay que estar alerta en relación al mundo en el cual vivimos. Este contexto cultural de desmantelamiento y cierre de programas lo he vivido a menudo porque en esta provincia nunca hubo una relación interesante, proteica y beneficiosa entre Estado y teatro. Siempre fue partidariamente política. Entonces quienes hacemos teatro aquí, en esta región, nos paramos siempre desde la otra vereda, con un sentido crítico hacia los programas y el fomento que el Estado provincial ha hecho. Hay una libertad inmensa en la no vinculación con los aparatos y las propuestas estatales. Por lo menos eso hacemos en mi grupo Goodbye Stanislavsky. Abrazamos gozar de esa libertad para poder decirlo todo. Y este es un momento para reforzar todo lo que venimos haciendo y no parar nunca.
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