Talleres en la Casa de Mujeres “Las Resilientes”: aprendizaje, disfrute y reparación

El origami es una técnica japonesa que transforma un papel en distintas cosas: grullas, mariposas, corazones, estrellas, formas abstractas. Andrea trae papeles a la mesa, de muchos colores y grosores, también muestra un modelo ya anudado en un hilo de seda formando un móvil. Concentrarse, imitar movimientos, aprender, frustrarse, volver a intentar. Las acciones van en cadena y se repiten en el taller de Arte que brinda Andrea Grossi, profesora de teatro, en la Casa de Mujeres con consumos problemáticos de sustancias. 

Taller de origami en la Casa de Mujeres

“El grupo es fluctuante, un día venís y te encontras con 3 chicas nuevas como me pasó el viernes pasado o gente que permanece y de repente desaparece. Las encuentro bastante conectadas, tal vez tiene que ver con lo que se propone, siempre noté mucha disposición a cualquier propuesta. Ahora estamos haciendo origami y se copan mucho con lo manual, pero siempre con un tiempo porque hay dispersión”, cuenta Andrea sobre la dinámica del taller. Es una propuesta que surgió como aporte desde la colectiva feminista La Revuelta a la Casa de Mujeres. Hay además otros espacios recreativos (peluquería y cerámica) para las mujeres que asisten como parte del tratamiento del Servicio de Adicciones del hospital Castro Rendón. 

Desde La Revuelta , Ruth Zurbriggen cuenta que “decidimos aportar porque nos parece que ese espacio necesita recurso humano, porque esas mujeres merecen tener otras posibilidades en sus existencias, en sus vidas, y porque nos interesa colaborar en el bienestar y la salud de estas personas”. 

La Casa de Mujeres se sostiene con un equipo encabezado por la médica Paola Gómez y solamente 3 psicólogas para atender y contener a 15 mujeres (aunque la demanda solo del Castro Rendón es de más de 60). La vivienda es un préstamo del obispado, y todo el funcionamiento de la Casa es en base a donaciones. En este sentido, Ruth remarca que “también nos interesa aliviar el trabajo de trabajadoras profesionales en ámbitos de la salud y es un poquito de alivio lo que podemos llevar ofreciendo este espacio al equipo que trabaja ahí. Es una manera de desarrollar prácticas de salud comunitaria y eso es un interés que tenemos siendo acompañantes de abortos, el interés en las articulaciones con el sistema de salud y en la producción de prácticas de cuidados a través de esas articulaciones”.

Sobre los inicios Andrea recuerda que “me convocó La Revuelta con la idea de pensar en un espacio fuera del tratamiento de las chicas”. Esto fue en junio del año pasado y hasta ese momento no existía la Casa de Mujeres. “Comenzamos con un taller de teatro con el objetivo que fuera recreativo, que pudiesen hacer cosas con el cuerpo y con la música. Las pequeñas improvisaciones, las técnicas terminaban mostrando su realidad, no siempre muy feliz”, explica. 

Desde el arte como herramienta reparadora Andrea busca ir “moviendo” las propuestas. Hace unos meses tuvieron clases de folclore, con una profesora invitada y ahora Andrea les enseña origami.

“El origami permite que la palabra circule de otra forma, se conectan con lo que están haciendo pero surge esto de intercambiar con la otra, porque siempre hay nuevas. Surge mucho el tema de la maternidad, el problema que las une, la soledad que atraviesan. Mi rol es de escucha, de dejar que intercambien, que se conecten”, asegura.

Después de varios intentos sale la figura: una mariposa, dos, tres, muchas, que a la vez se convertirán en un adorno, como las estrellas que hicieron y que cada una se llevó para decorar la habitación de sus hijas, o el pequeño lugar donde pasan la noche las que viven en situación de calle.  

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