UN VIOLADOR EN TU CAMINO

Por Mónica Reynoso

“Mazan ancla su identidad en su terruño y en los productos que de él se derivan. De su tierra rica y fértil surgen muchos productos sabrosos y brillantes: espárragos, fresas, cerezas, judías verdes, albaricoques, melones y la uva moscatel AOC Ventoux. Productos que hacen su orgullo y carácter y que la ciudad apoya y valora”.

En la página oficial del municipio francés de Mazan se describe al pueblo en términos de una pastoral, la égloga de una tierra de bondad poblada de pastores que murmuran ensoñaciones amorosas bajo la sombra de un almendro magnífico. El pueblo de Mazan es una campiña de Provenza que las agencias de turismo invitan a visitar. Entre construcciones medievales y nobles edificios, hay ferias de productores, artesanos, horticultores y en la plaza de Mazan, cada primer sábado de mes, se sortean dos canastas con los productos que da esa tierra pródiga.

Desde que se conoce, accidentalmente, la vejación continua y en complicidad con otros varones de Dominique Pelicot a su esposa Gisèle ¿seguirán haciéndose las ferias campestres y los sorteos de canastas con espárragos y cerezas en Mazan? ¿Cuántos violadores cómplices habrán ido a recorrer los puestos donde la frescura de la cosecha se ofrece, inocente? ¿Qué hizo pensar a ochenta (80) varones de edad y condición variadas que podían abusar sin límites a una mujer inerte, dopada, casi muerta, su vecina en el pueblo de cinco mil habitantes? ¿Se habrán vuelto a cruzar con ella de día, en la calle, en la plaza, en la feria? ¿La habrán saludado: Hola, Gisèle, cómo estás? Si ella respondió al saludo como siempre ¿qué les pasó a ellos, sintieron algo? ¿satisfacción? ¿remordimiento? ¿algo? ¿revivieron la escena macabra con lujuria o con vergüenza? ¿bajaron la cabeza y fueron al bar a ahogarse en alcohol o sólo retomaron el paso y si te he visto no me acuerdo? ¿cómo pueden seguir viviendo su vida? ¿cómo?

Hasta ahora han sido citados a declarar cincuenta y quedan unos treinta sueltos que no se ha podido identificar. Algunos de los testimonios de los acusados y sus abogados buscan atenuar la pena que eventualmente recibirán con historias enternecedoras de una infancia de abusos y maltrato. Uno, Jean Pierre Maréchal, declaró que frecuentaba el mismo foro de encuentros sexuales que Pelicot y que Pelicot le proporcionó el método empleado para abusar a su mujer. Maréchal lo aplicó a su esposa y, con Pelicot, la violaron en doce ocasiones.

DETALLES ESPELUZNANTES

“Los detalles que han salido durante la investigación son espeluznantes. Casado con Gisèle desde hace 50 años, y padre de sus tres hijos (y abuelo de siete nietos), Dominique Pelicot reclutó desde 2011 a más de ochenta hombres de Mazan y otras localidades vecinas para violar a su esposa.

Hombres de toda clase de entre 26 y 74 años acudían a la casa familiar para violar a Gisèle, quien estaba inconsciente a causa de las drogas, mientras su esposo los filmaba y tomaba fotografías.

Según señaló la policía, los hombres recibían instrucciones precisas sobre lo que tenían que hacer: dejar el auto a cierta distancia de la casa para no despertar sospechas y esperar una hora hasta que las drogas que Dominique le había suministrado a Gisèle surtieran efecto.

Una vez adentro, debían desvestirse en la cocina y calentar sus manos con agua caliente o en el radiador. Estaba prohibido el uso de tabaco y perfume por temor a que estas fragancias pudiesen despertar a Gisèle. No tenían que pagar por participar, ni tampoco utilizar preservativo. Mientras algunos la violaron en una ocasión, otros están acusados de haberlo hecho al menos seis veces”, publicó BBC.

Los hijos de Dominique y Gisèle participan del juicio que se realiza en Aviñón y quieren ser oídos en presencia de su padre. Particularmente su hija Caroline. Ella sospecha que también fue violada por su padre, después de haberse enterado recientemente de que él la fotografió sin su conocimiento. Su madre ha dado ejemplo al mundo de entereza y dignidad y en los muros de Aviñón se leen pintadas como ésta: “Dijeron que estaba rota, en realidad es una luchadora”.

Dominique Pelicot tramó una red delictiva de hombres dispuestos a atacar reiteradamente el mismo cuerpo que parió a sus tres hijos y que reposó noche a noche a su lado durante décadas. Ella se enteró de la obra macabra de su esposo pasados casi diez años, en 2020, cuando Pelicot fue descubierto fotografiando por debajo de las polleras a las mujeres en un supermercado. Fue preso. Le descubrieron material clasificado con el rótulo “abusos”.

NO ES EL DESEO SEXUAL

La prensa perezosa lo llama “el monstruo de Aviñón”. Una operación del lenguaje que postula una condición extraordinaria para un individuo del común. Es un monstruo, no pertenece a nuestra tribu, nosotros no hacemos eso. Como la misma cárcel, la palabra monstruo permite encerrar, encasillar y reducir a una persona capaz de crímenes espantosos sin afectar al colectivo. Se trata de ejemplares sanos del sistema patriarcal en cuyo nombre desfilaron, sometiéndola, ochenta vecinos de la pequeña Mazan pródiga en frutos.

Después de años de investigación durante los cuales pudo escuchar respuestas en forma directa en boca de violadores encerrados en cárceles de Brasil, la antropóloga feminista Rita Segato explica qué motiva a esos hombres para horadar el cuerpo de una mujer. Contra lo que se supone, no es el deseo lo que los mueve en obediencia debida al impulso emocional. En la escena psíquica del violador se despliegan otros varones ante quienes el que viola necesita ratificar su potencia.

“En la violación, la masculinidad se revela frágil porque se estructura como la exhibición violenta de una potencia para los ojos de los otros hombres. Es la búsqueda desesperada de afirmación. Por eso se graban, por eso comparten el video. Es un placer narcisista masculino en el que se revela una cofradía en la que los aspirantes a hombres necesitan recibir su título de los ojos de los otros hombres”.

El mensaje implícito en la violación para las mujeres, “es un acto moral, moralizador”, dice Rita Segato. “El sujeto violador es el sujeto moral por excelencia y la violación moraliza, es decir, coloca a la mujer en su lugar, la atrapa en su cuerpo, le dice: más que persona, sos un cuerpo. La violación no está fundamentada en un deseo sexual, no es la libido de los hombres descontrolada, necesitada. Ni siquiera es un acto sexual: es un acto de poder, de dominación, es un acto político. Un acto que se apropia, controla y reduce a la mujer a través de un apoderamiento de su intimidad”.

Inspiradas por las ideas de Segato, las mujeres chilenas que estuvieron en las protestas populares de 2019 coreaban a gritos un himno que dio la vuelta al mundo con el título Un violador en tu camino. Dice así:

El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer y nuestro castigo es la violencia que no ves.

Es feminicidio. Impunidad para el asesino. Es la desaparición. Es la violación.

Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía. El violador eras tú. El violador eres tú.

Son los pacos.

Los jueces.

El estado.

El presidente.

El estado opresor es un macho violador.

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