Por Camila Vautier*
Cada miércoles desde hace cuatro meses, sin importar el frío, la lluvia o la nieve, un grupo de jubiladas y jubilados se reúne en la plaza de Lago Puelo, Chubut, a marchar. Lo que empezó como un repudio a la represión en Buenos Aires, se convirtió en algo más: un espacio de encuentro en medio de la incertidumbre, de esperanza en medio de la crueldad. Mientras el gobierno ajusta, ellas marchan. En esta crónica, el testimonio de jubiladas de Lago Puelo.
Es miércoles 16 de julio, faltan diez minutos para las doce del mediodía (la hora de la marcha) y Elsa, una de las organizadoras, es la primera en llegar. Debajo de un brazo carga los carteles de cartón pintados por María. Con la otra mano arrastra el carrito que lleva un parlante atado con un cordón que más tarde usarán para pasar las canciones de marcha grabadas por ellas mismas. Desde el 19 de marzo pasado, cuando decidieron con un grupo de jubilades que debían hacer algo en solidaridad con sus compañeras y compañeros reprimidos por las fuerzas policiales de Patricia Bullrich en Buenos Aires, cada miércoles va a la plaza de Lago Puelo a marchar.
Aunque la intención inicial no había sido sostener el reclamo todas las semanas, al finalizar la primera movilización, algo pasó. Cuando el grupo organizador ya estaba listo para irse, la plaza seguía repleta de personas que aún permanecían agrupadas en pequeñas rondas, comentando sus problemas, penares y alegrías. Entonces, de entre la gente, una vocecita gritó: “¡Todos los miércoles en la plaza!”.
—Y dijimos, claro, esto no es solo lo que nos planteamos, es mucho más. Se está convirtiendo en un lugar de encuentro, de contención, de cariño y sostén. Tan necesario en estos tiempos—, cuenta Elsa.
No sabe cuánta gente será esta vez. Lago Puelo es un pueblo pequeño ubicado entre la Cordillera de los Andes, el Cerro Currumahuida y el lago que le da nombre a esta localidad del noroeste de la provincia de Chubut. Nunca antes había ocurrido que una columna de gente pasara todas las semanas por las calles del centro reclamando por sus derechos.
Esta vez, podrían ser tres o cinco, treinta o cincuenta personas. Cada miércoles es distinto. En algunos casos se sumaron otras causas. El 4 de junio acompañó el movimiento Ni Una Menos, el 18 de junio marcharon contra la proscripción y en defensa de la democracia con la participación de otros sectores, el 2 de julio se sumaron vecinos y vecinas en contra del tarifazo en boletas de luz y el 9 de julio, con la participación del Frente Cultural de Lago Puelo (Fractal) cerraron la marcha en la Biblioteca Popular del pueblo, donde celebraron la fecha patria e hicieron escuchar su reclamo al ritmo del folklore. En otros casos, como ese, simplemente, no lo sabían.
Es miércoles, faltan algunos minutos para la hora de la marcha y la plaza central de Lago Puelo permanece cubierta por la helada. A pesar de estar cerca del mediodía, la temperatura se siente bajo cero. Elsa deja los carteles y el parlante que llevaba a cuestas apoyados al pie de un árbol. La gente va llegando y ella se encarga de recibirla con un abrazo. Como a Marta, una jubilada de más de 90 años que la marcha anterior sorprendió a todos bailando la chacarera mejor que nadie. O María, una mujer alta, jubilada de la mínima, que en un rato, cuando tome el micrófono, dirá orgullosa: “lo mío no es hablar, por eso hago carteles”. Hechos por ella son los carteles que claman “en la Comarca Andina apoyando al Garrahan y a la salud pública”, “en defensa de la democracia”, y “la Patria no se vende, se defiende”.
—Soy María y vengo a las marchas desde el 16 de marzo por una jubilación digna y para apoyar esto que está sucediendo en el pueblo. Si no estuviera mi marido, no llegaría a fin de mes. Soy jubilada de la mínima y lo que ganamos no alcanza ni para una canasta básica—, sostiene.
Es que, para el gobierno libertario, las jubilaciones no son un derecho sino una variable de ajuste. Un estudio del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) reveló que en 2024, el primer año del gobierno de Milei, las jubilaciones constituyeron “un factor central en el ajuste del gasto público”, ya que explicaron el 19,2% del recorte en el sector público nacional.
Mientras la plaza se llena de a poco, dos jóvenes del Frente Cultural reparten té caliente y galletitas caseras. A su lado se encuentra Alicia, otra jubilada de la mínima.
—Acá en Lago Puelo, en los días de muchísimo frío, sufrimos un corte de luz y de gas que duró tres días y el Estado no se hizo presente. Eso para la gente mayor es gravísimo. Soy hipertensa y me he estado calentando con el secador de pelo—, relata.
En julio de 2025, una jubilada de la mínima, con el ajuste por inflación y bono, cobró $309.294,78. “Las personas mayores deben elegir entre comer o medicarse”, alertaron desde el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). “Ya sin moratoria previsional vigente, quienes perciben la jubilación mínima más el bono necesitan otros $45.000 mensuales para cubrir una canasta básica total y no ser pobres”, publicaron en el informe La cocina de los cuidados. Según el organismo, desde que asumió Javier Milei sólo queda el 8% de las políticas de cuidado.
En gran parte los recortes del gobierno a las jubilaciones se explican por la reducción de la canasta de medicamentos cubiertos por PAMI. En lo que va de gestión libertaria, la cantidad de personas mayores que cuentan con la medicación cubierta se redujo de 4,6 millones a 3,8 millones.
—Yo tomaba seis remedios y en este momento solo me cubren dos. El resto, el gobierno considera que no son importantes que los consuma. Eso me lleva a que tenga que pagar 90 mil pesos en medicación. En un sueldo de 300 mil, imaginate lo que es—, retrata Alicia. Haga frío, llueve o nieve, María, Elsa, Marta y Alicia cada miércoles están ahí, en la plaza de su pueblo. ¿Por qué marchan?
El martes a la noche, en la previa a la movilización, una jubilada había escrito en el grupo de WhatsApp: “ay chicas, no pude dormir pensando en lo que viene mañana”. Elsa confiesa que sentía “lo mismo”, esos nervios que la remontaban a épocas de su juventud, cuando luchaba por cambiar un sistema que consideraba injusto. En tanto, otra compañera se preguntaba, “¿servirá lo que hacemos?, “¿tendrá sentido todo esto?”.
—Yo dentro de todo tengo una jubilación que me permite ir zafando—, dice Analía, otra jubilada. —Pero, ¿y los otros?—, se pregunta.
—¿Cómo hace un jubilado para pagar un alquiler que está arriba de los 400 mil pesos? ¿Come, alquila o compra medicamentos? Siento que me pegan cada vez que le pegan a un jubilado en Buenos Aires y cuando un pibe no se puede atender en el Garrahan, es como si mi hijo no pudiera hacerlo. Por eso marcho —.
Tras una ronda de avisos, una voz por el megáfono clama que ya es hora. Los carteles se levantan y en el parlante del carrito suenan canciones de arenga. “En seguida volvés a tomar energías, te encontrás con otro y te das cuenta que sí, sirve”, dice Mónica, una integrante de la Asociación Comarcal de Adultos y Adultas Mayores. “A mí los miércoles me sirven para recuperar fuerzas de todas las noticias que leo en la semana, de todos los derechos que perdí, me da fuerza para enfrentarlo y saber que no estoy sola en la pelea”, añade Analía.
La marcha avanza y les jubilades también. Caminan codo a codo por las calles de Lago Puelo, con sus reclamos a cuestas, sus preocupaciones y sus miedos. Pero además llevan consigo una certeza: saben que no están solas. A su lado hay compañeros y compañeras, jóvenes y mayores, trabajadorxs de la salud y la educación pública, estudiantes, artistas, artesanxs, vecinos y vecinas que simplemente se acercaron a apoyar. Saben que la lucha la darán en comunidad. Y ya, solo por eso, vale la pena luchar.
*Nacida en 1995, es periodista feminista y sureña. Licenciada en Comunicación Social por la UNLP y Diplomada en Narrativas de No Ficción por la Universidad Nacional de Río Negro. Actualmente trabaja como docente en escuelas secundarias de la Comarca Andina y colabora como redactora en Feminacida. Además, colaboró en otros medios como En Estos Días, Relatto, Latfem, Revista Anfibia.
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