Por Elena Egea*
Yuliana Nawel Paredes, referente mapuche de 33 años, comparte su historia de vida marcada por la lucha y la reivindicación de su identidad. Desde el lof en el que reside hasta las calles de Neuquén, su activismo se entrelaza con el arte a través de la banda Weway. La represión estatal, el valor de la comunidad y la enseñanza a las nuevas generaciones son los ejes de su relato, donde el amor y la resistencia se manifiestan como motores de su existencia.
“En este momento veo un cielo enorme, un horizonte gigante que no había visto antes”. Así comienza su día Yuliana Nawel Paredes. Tiene 33 años y vive en un lof mapuche en la meseta de Neuquén capital, a 20 minutos del centro. “No tengo luz, no tengo agua, no tengo gas y eso que estamos en Vaca Muerta. Es una decisión muy grande decir ‘sí, quiero vivir ahí’. Pero son otras cosas las que me trajeron a vivir acá y no en la comodidad de la ciudad”, resaltó la referente en diálogo con La Revuelta.
Lo que la llevó hasta allí fue la convicción de que la vida se transita en comunidad, de forma colectiva. “Es una vida intensa, pero es hermosa y soy feliz. Soy muy feliz haciendo lo que me gusta, transmitiendo y hablando de nuestro pueblo por todos lados, reivindicando nuestros derechos”, recalcó.
Aunque para llegar a vivir en el lof, Yuliana tuvo que recorrer un largo trayecto y revisar su propia historia en una lucha personal por su identidad. “Yo nací acá en Neuquén. Tengo mi mamá, mi papá, una familia muy joven. Mi papá es de Chile, de Temuco, vinieron por la dictadura de Pinochet. Mi mamá es neuquina y sus papás son de La Pampa”, comenzó a narrar.
Y continuó: “Íbamos y veníamos a Chile, a mí me encantaba. Cuando iba cruzando la cordillera, me acuerdo que era chiquita, sentía algo muy especial. Era una sensación rara y loca que me sucede cada vez que viajo, esa añoranza ¿no?, de decir, ‘este es el lugar donde nació mi papá’”.
Cuando finalizó la secundaria, esa necesidad por descubrir más sobre sus orígenes se intensificó. “Cuando una crece y se hace adulta, o más bien terminando la adolescencia, me empecé a preguntar ¿qué voy a hacer de mi vida? ¿Quién soy? Y comienza esta búsqueda personal. Empecé a estudiar el idioma primero y después, con el paso del tiempo, me hice amiga de algunos integrantes de ese lof. Y bueno, conocí a mi compañero, mi amor, que hoy en día es el papá de mis hijas. Ya hacen 12 o 13 años. Ahí con él fue mucho más fuerte vivir la cultura desde muy cerca”, comentó.
Ese encuentro fue el principio para escarbar en una historia familiar que la colonización buscaba borrar. “Comenzó un proceso muy fuerte de fortalecimiento de mi identidad. Y en ese despertar también empiezo a preguntar, a hacer como una investigación en mi familia, de los dos lados, a ver dónde estaba mi apellido mapuche. Me llevó 10 años encontrar el apellido del lado materno, de mi abuela, que fue cambiado. Ella tendría que haber sido Nawel, igual que mis hijas. Y eso fue tremendo, porque yo también tendría que haber sido Nawel. Entonces, está toda esta historia de genocidio. Y después, del otro lado, mi bisabuelo hablaba el mapuzungun. Eso me marcó muchísimo”, relató.
A su abuela le quisieron arrancar su apellido y su historia con la “mal llamada Conquista del Desierto”, pero Yuliana la desenterró y la convirtió en una forma de vida. Hoy es «kimelfe», transmisora del conocimiento mapuche, pertenece al círculo de autoridades de su lof en Neuquén capital e integra la Confederación Mapuche. Trabaja en el Centro de Educación Mapuche «Norgvbamtuleayiñ» y forma parte del Observatorio de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas.
Es una apasionada por la enseñanza del mapuzugun y la promoción de la interculturalidad en las escuelas, un trabajo que realiza ad honorem para suplir «el vacío del Estado». Además, es coordinadora del área mapuche de la Fundación Simple Play for Change, donde lidera un taller gratuito de mapuzugun con música para niños, buscando fortalecer su identidad.
Combina su activismo con su faceta artística como percusionista de la banda de música mapuche Weway, con la que grabó recientemente su primer disco. Para Yuliana, la música es una parte muy importante de su vida y una «herramienta»: «En la música encontramos nuestras historias personales, siempre comunitarias. Nuestra historia de lucha, nuestra historia de resistencia, de identidad».
La joven referente subrayó que vivir en una comunidad mapuche puede ser “muy intenso”, pero repleto de amor. “No todo es lucha, una ama en este mundo. Y gracias a ese gran amor, a mi gran amor, que es Amaru, seguimos juntos hoy en día trabajando por la educación mapuche, seguimos estudiando y haciendo un montón de cosas sobre todo por las infancias, por nuestros niños y niñas».
En Neuquén, una provincia en la que ya su nombre revela sus raíces mapuches, aún se intenta ocultar su historia y disciplinar a las comunidades a través de expresiones públicas de la violencia estatal. El domingo 20 de julio el gobierno de Rolando Figueroa ordenó reprimir a mujeres, niños, niñas y adultos mayores que acampaban hacía 5 días frente a Casa de Gobierno para reclamar por la personería jurídica.
Yuliana estuvo presente y recordó aquel día con mucho dolor. “Estuvimos ahí, sabemos lo que vivimos. Ellos también nos vieron ahí. En ningún momento hubo un entorpecimiento como lo quieren decir ahora. El domingo, el Día del Amigo, nos mandan a las 9:30 de la mañana que teníamos 2 horas para desalojar el lugar. Y a las 11:30 nos preguntaron qué queríamos hacer muy amablemente y dijeron ‘bueno, trabajar’, esa fue la orden, enfrente nuestro”, comenzó a relatar con la voz entrecortada.
Y añadió: “Éramos 50 personas y ellos eran 120 efectivos, para que se vea la saña. Ya venían sumamente decididos. Golpearon sobre todo a mujeres, eso fue tremendo. A nuestra autoridad mujer, a nuestra Pillan Kushe (que es nuestra autoridad filosófica), la golpearon mucho. Ella es la que nos transmite el kimun, la que nos transmite la educación mapuche autónoma. Fue dolorosísimo volver a ver los videos. Me acuerdo y me dan ganas de llorar. Ver cómo le pegaban, ella aferrada a su columna. Su nieto recibió los palos que le iban a dar a ella, sus hijos. Su familia fue la más lastimada por defenderla”.
La violencia extrema por parte del Estado neuquino arremetió contra aquellos y aquellas mapuche que se encontraban en las calles aquel día exigiendo sus derechos, sin importar género ni edad. “A dos de nuestros pichikeche, así le decimos a nuestros adolescentes, uno de 15 y otro de 13 años, los detuvieron. A Newen le fracturaron la costilla, un adolescente que estaba con su mamá y que este jueves tenía que ir a probarse a un equipo de fútbol de Buenos Aires y no pudo ir. Imagínense ese niño con ese sueño y por culpa de este gobierno nefasto y de la policía de cuarta que tenemos no pudo concretarlo”, contó.
Para Yuliana lo que ocurrió el 20 de julio fue una demostración de la connivencia entre el empresariado hidrocarburífero y el gobierno neuquino. “Nos están gobernando las petroleras. Ese es el mensaje, es clarísimo, los intereses son muy fuertes. El mejor regalo que le hizo Figueroa a las petroleras fue decirles ‘listo, este es el mejor regalo de Día del Amigo’, detenernos y pegarles a las mujeres y niños”.
La represión del gobierno de Neuquén contra las mujeres mapuche invitó a Yuliana a reflexionar sobre el rol fundamental que ocupan dentro de su comunidad. «Nosotras, las mujeres del pueblo mapuche, cumplimos un rol muy importante que es la proyección del pueblo y la educación autónoma. Las mujeres son las que mayormente transmiten el conocimiento, las que orientan a otres, a otros, a hombres, a mujeres, a niños, a niñas», señaló.
Y sostuvo que el ataque específico contra ellas cumplió un fin disciplinador: “Saben que además somos muchas las mujeres mapuche, somos más mujeres. Yo creo que saben por dónde nos quieren lastimar, nos quieren frenar y nos quieren detener desde ese lugar. Pero a nosotras esto no nos da miedo, esto nos fortalece”.
Por otro lado, Nawel Paredes desmintió que la cultura mapuche sea una cultura machista originariamente. «Muchas veces se dice que el pueblo mapuche es machista, pero eso lo trajo la colonización y el pueblo mapuche estaba antes de esa colonización. Entonces yo creo que hoy en día estos varones que nos acompañan han trabajado muchísimo sus masculinidades», enfatizó.
Yuliana tiene dos hijas, Luz Ayen y Mawvn, junto a Amaru, padre y compañero de la referente mapuche. Aseguró que en el lof, en la vida en comunidad, “en un espacio con una contención tan grande y con una forma de vida totalmente diferente a las de sus compañeros de escuela”, las infancias son más libres.
“Son niñas muy felices. Son niñas muy valientes, decididas. Lo que me encanta de ellas es que entienden un montón de cosas, son muy conscientes, eso es algo muy lindo de nuestros pichikeche (niños), de nuestra comunidad, que los vemos que crecen de forma tan natural”, expresó con dejos de orgullo.
Sin embargo, experimentó cierto temor al momento de que las niñas se inserten en la escolaridad formal. “Acá no tenemos una escuela que digas, ‘bueno, lo mando a la escuela intercultural’, no, no existe. En ese andar en las escuelas nosotros tenemos mucho miedo de que ellos se debiliten porque la escuela crea esa debilidad, los silencia, les da vergüenza, empiezan a pasar momentos de discriminación», comentó.
Por eso, en parte, Yuliana se enfoca en trabajar la interculturalidad dentro de las infancias. “De a poco vamos trabajando, también hay que decirlo, de manera ad honorem, yendo a las escuelas. Me apasiona muchísimo. Ya hace más de 10 años que estoy con las clases de mapuzugun. Y hace 4 o 5 años comenzamos a dar un taller de niños y niñas en el Centro de Educación Mapuche Norgvbamtuleayiñ, junto con mi compañero, de mapuzugun con música y movimiento».
En su rol de kimelfe, busca fortalecer la identidad de los niños y niñas, alentándolos a preguntar sobre sus orígenes y a reivindicar su cultura, con la esperanza de generar un cambio en la sociedad.
*Elena Egea, periodista formada en la Universidad Nacional del Comahue, colaboradora de la revista Intempestiva y coordinadora en el diario Río Negro.
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