Por Mabel Belucci
El 17 de Agosto de 2009 circuló a través del correo electrónico, el ágora primordial de nuestras alborotadas feministas, esta tan triste noticia:
“Compañeras: Acabo de recibir un llamado que trasmito con mucho dolor: Esta madrugada falleció Dora Coledesky. ¡SE NOS FUE DORA! Pero está en todas nosotras presente. Ahora no puedo escribir más. Como nunca sigamos en campaña y consigamos con nuestra lucha el aborto legal. Un abrazo FEMINISTA Y MILITANTE.” Nina Brugo[2]
Tanto en los cenáculos feministas locales como en los latinoamericanos y también en los franceses, Dora era la representante por antonomasia de la lucha por el derecho al aborto en Argentina. Hablar de ella era hablar de su empeño en el logro ferviente por la despenalización. No obstante, en Dora cabían muchas Doras a la vez.
Ella, que hizo vestir luto por días a los cónclaves de mujeres, murió a los 81 años. Fue una activista de toda la vida y por tantas causas. Siempre brindaba el beneficio de la duda, y su solidaridad se expresaba más allá de de que no compartiese una cuestión del todo. Pese a su tozudez, a chillar con ira, a enojarse, era imparcial y franca. Dora tenía el mismo respeto tanto por lo que sabía como por lo que no sabía y provocaba el respeto de los demás, sin posturas gerontocráticas.
Nació en Buenos Aires el 21 de junio de 1928. Siendo adolescente, a los 14 años, la familia se trasladó a Tucumán. Al final del bachillerato, militó en la “Federación Secundaria” de esa provincia. Al levantar sus recuerdos, Dora solía reivindicar el rol impulsor de su padre en su compromiso político inicial:” Hay una anécdota que me marcó toda la vida. Había una manifestación que hacían los estudiantes y era peligrosa, por los nacionalistas. Yo dudaba, pero mi padre me dijo: “Tienes que ir, en la vida hay que luchar por algo”. Él era de ideas socialistas, me estimuló en mi estudio, primero en el bachillerato y después en la facultad. Era la época de la Guerra Civil Española. En mi casa, se recibía los periódicos La Vanguardia y Argentina Libre, de los socialistas, y yo me los tragaba todos”[3]. Luego transitó por el “Partido Socialista” y, finalmente, recaló en el “Partido Obrero Revolucionario” junto con su compañero de toda la vida, Angel Fanjul.
Su clara y precisa oratoria ya la ponía en juego durante los actos partidarios en las barriadas obreras de Buenos Aires. Así es como ella rememoró esa experiencia: “Vinimos de Tucumán a Buenos Aires con mi marido en el `50. Ambos estábamos en el Partido Obrero Trotskista, donde aprendí mucho sobre la militancia, fue una importante escuela política” [4]. Recibida de abogada decidió proletarizarse y cumpliendo con el “mandato revolucionario” de la época, comenzó a trabajar en una fábrica: la textil La Bernalesa [5], que disponía de un plantel de 5000 mujeres: “Allí elaboraba lo que entonces se llamaba “hoja de fábrica”, que reflejaba los problemas gremiales y lo que las propias mujeres decían. Para mí fue una experiencia extraordinaria, que no la cambio por nada” [6]. Pese a ser echada, su osadía la hacía volver a la puerta de la fábrica a entregar volantes. Estamos en los años ´50. Para ese momento, Dora era un cuadro destacado del partido y con esa impronta participó en una huelga de magnitud: “Fue muy importante. Duró 40 días. Hubo un acto en el Luna Park, y allí fue donde dije el primer discurso feminista, sin ser feminista aún. La industria textil tenía un 80 % de trabajadoras y nadie las incluía en los discursos ni ocupaban los lugares de decisión. Ésto lo denuncié en ese discurso [7]. Más tarde ingresaba a otro establecimiento fabril donde llegó a ser elegida delegada. De acuerdo a lo relatado por Dora, esta experiencia no resultó en vano. De ahí aprendió su trato con las mujeres de los sectores pobres sin caer en falsas identificaciones ni posturas populistas. Supo escuchar sus charlas y secretos en los recreos. Le asombraba la apertura casi rayana a la desfachatez que tenían estas obreras al hablar sobre temas relacionados a la sexualidad, al aborto, siguiendo el ritmo tayloristas de las máquinas.
Mientras tanto, en los ’70, con Fanjul abrieron un estudio de derecho laboral: atendían a los obreros que no comulgaban con el sindicalismo peronista. Seis años después, con el advenimiento de la dictadura militar, partían al exilio, en Francia, como tantísimos argentinos perseguidos: “Nos fuimos porque mi marido había estado en los congresos de la IV Internacional y tenía conocidos ligados al movimiento de Michel Pablo. Mi marido dijo ‘Francia es la capital del mundo’ y yo lo seguí, aunque probablemente en España habríamos tenido más trabajo.”[8], relataba Dora.
De la misma manera como Buenos Aires le significó ingresar a un nuevo mundo, citadino y bricolage, París fue aún más intensa: allí se vinculó al efervescente movimiento feminista: “Se hacían reuniones de 500 mujeres, en la universidad de Vincennes, por ejemplo. A una de esas reuniones nos invitaron a las exiliadas para que contásemos lo que sucedía en nuestros países, luego surgió la idea de hacer un grupo de mujeres latinoamericanas que duró bastante tiempo”.[9]. A ambos, los albergó el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y, de inmediato, se conectaron con la Liga Comunista Revolucionaria. En 1984, con la vuelta de la democracia, retornaron a la Argentina. Dora volvía con un compromiso a cumplir: luchar por la despenalización del aborto en su país. Se contactó con sus antiguas compañeras que en el exilio interior se volvieron también feministas. A Dora le llevó un tiempo adaptarse a los vaivenes de la post—dictadura, pero igualmente golpeó la puerta y entró. A partir de allí, la rueda siguió andando sin parar hasta su muerte. Pese a los deseos de Dora Coledesky de rehusarse a los recordatorios y armado de genealogías, contrariando su posición me atrevo, igualmente, a relatar una parte de la larga trayectoria de la Comisión por el Derecho al Aborto, su opus magnum activista. Ella contaba “No queremos hacer una historia de la Comisión, ni enfatizar la importancia de su creación. Solamente queremos resaltar la decisión de un grupo de mujeres que se animaron a levantar la voz para tocar un tema tabú, que aunque rodeado de la más grande hipocresía, forma parte intrínseca de la vida de las mujeres”.
Escribí este artículo para no olvidarla, espero que no se enoje.
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Notas:
[1] Ensayista, periodista. Integró la “Comisión por el Derecho al Aborto” y la “Coordinadora por el Derecho al Aborto”.
[2] Este breve correo electrónico circuló por la Red Informativa de Mujeres de Argentina.
[3] Bruno Analía. «Diálogo con Dora Coledesky». Blog La Rosa Brindada. Bs. As. 24.8.2009
[4] Soto Moira” La Vida en verde”. Suplemento Las 12. Diario Página 12. Bs.As. 30.5.2008
[5] Ibidem.
[6] Bruno Analía, Op. Cit.
[7] Bruno Analía, Op. Cit.
[8] Chaher Sandra. “Eso que se llama respeto” Web Site Artemisa Noticias. Bs. As. 23.11.2005
[9] Soto Moira, Op. Cit.
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