Georgina Orellano es la Secretaria General de AMMAR, el sindicato de trabajadoras sexuales de Argentina, fundado en 1994, una lucha colectiva que permitió el encuentro de compañeras para luchar por sus derechos laborales y compartir, no solo miedos y temores, sino también proyectos, sueños y deseos.
Por Laura Rosso
Entre los momentos importantes de su vida, Georgina Orellano menciona el despertar de la conciencia social, el reconocerse como trabajadora sexual, como parte de la clase obrera y poder dejar de tener vergüenza por ser puta y por ser pobre. “Poder contarle a mi hijo y a mi madre a qué me dedicaba verdaderamente y que el sindicato y las compañeras de AMMAR me hayan aportado sus experiencias, sus aprendizajes y saberes colaboró en atravesar ese proceso para sacarme el estigma y la doble vida que cargaba como una mochila muy pesada. Fue muy importante esa aceptación por parte de mi familia de mi trabajo y sobre todo el acompañamiento y el respeto hacia mi activismo.”
Concretar la construcción de La Casa Roja, que era parte de un proyecto y de un deseo muy fuerte, les permitió tener un espacio propio donde juntarse y sentirse como en casa, tomar mate o café, contar sus problemas y tener ese lugar de desahogo en el cual compartir preocupaciones y problemas. La Casa cuenta además con un equipo que escucha, acompaña y resuelve ciertas problemáticas de las trabajadoras sexuales, con asesoría legal gratuita, ayuda psicológica, comedores comunitarios y una escuela primaria, entre otros servicios. Un lugar donde no solo son escuchadas sino que encuentran respuestas a los problemas que atraviesan.
-¿Cuánto influye en la desestigmatización la organización colectiva entre las compañeras? Georgina: -Es una de las grandes tareas de pedagogía puta que llevamos adelante todos los días en los lugares que habitamos. Vamos con la frente bien alta, contando quiénes somos, a qué nos dedicamos, exigiendo que se respeten nuestros derechos y contando cuáles son las problemáticas y las desigualdades que atravesamos.
Batallan contra el estigma y contra una construcción cultural de imaginarios y estereotipos que existen sobre el trabajo sexual: “Es muy importante porque eso hace que muchas de las compañeras y los compañeros no vivan el trabajo sexual con tanta vergüenza. Eso en el día a día y en la cotidianidad hace la diferencia. Que podamos transitar nuestro trabajo sin discriminaciones y sin sentir que estamos expuestas y a la defensiva porque alguien nos va a atacar, a cuestionar y a reducir con la decisión que tomamos de nuestro trabajo. Esa es una de las tareas fundamentales que hace la organización de la pedagogía puta, deconstruir los prejuicios y acercar un poco la realidad que atravesamos las trabajadoras y trabajadores sexuales. Sabemos que sensibilizar es nuestra tarea y es constante. Y nos sentimos cómodas porque sabemos que esa persona que nos escucha va a trasladar ese pedacito de realidad que compartimos a otras personas, y así sucesivamente. Eso hace que nuestra realidad llegue cada vez a más sectores y que esas personas, lejos de discriminarnos, puedan empezar a vernos como lo que somos, trabajadoras. Que dejen de repetir discursos victimizantes y comiencen a trasladar un discurso con perspectiva de clase, que dejen sus deseos y sus propias demandas y reivindicaciones y pongan en el centro de la escena nuestras voces, nuestra realidad: que le exigimos al Estado la despenalización y el reconocimiento del trabajo sexual como trabajo.
-¿Qué falta para desterrar prejuicios? -Creo que lo que falta es reconocer la cuestión moral que nos atraviesa aun en los espacios feministas. Reconocer el puritanismo que hay dentro de los espacios feministas es reconocer cómo está pensada la sexualidad, desde un lugar muy conservador, muy moral y desde la sacralidad. Es poder ser honestas y que quienes se oponen al trabajo sexual puedan dar cuenta de que lo que los interpela es la parte del cuerpo que utilizamos para ejercer el trabajo. No pueden entender que haya personas que elijan ejercer el trabajo sexual como su actividad laboral porque el sexo siempre estuvo atravesado por una mirada con mucho prejuicio, temor y miedo, con discursos de pánico sexual y de pánico moral que sigue siendo, en algunos sectores sociales, un tema tabú.
Se ha construido que es lugar donde se padece y no se disfruta, donde se obedece y no se ponen condiciones, que es un lugar que se da en el ámbito privado y no en el ámbito público. Está claro que nosotras nos fugamos de esas normas establecidas y por eso nos enfrentamos a la criminalización, a la persecución policial, al control social, a discursos victimizantes que nos reducen a un pedazo de carne. Porque lo que refuerzan esas prácticas estatales y punitivas es que nosotras frente a ese acorralamiento social y policial decidamos mágicamente abandonar la prostitución y volver a trabajos donde se espera que nosotras, las pobres, sostengamos el sistema a otras.
-Sindicalizar el trabajo sexual para lograr derechos laborales se convirtió en tu objetivo. ¿Cómo está esa lucha hoy? -Nosotras creemos que la herramienta sindical es la herramienta imprescindible de toda lucha por la conquista de derechos laborales. Me parece que no podemos pensarlo de otra manera que no sea con la organización sindical, con la organización colectiva, con la conciencia social, con la pertenencia de clase, con la identificación de clase, en clave clase obrera y derechos laborales, sindicato, reivindicaciones, demandas concretas, planes de acción y lucha. Creo que esto lo hemos aprendido con nuestro paso por la Central de Trabajadores y Trabajadoras a la cual AMMAR pertenece. Hemos sido testigas de como otros compañeros y compañeras han logrado a través de la organización sindical modificar y mejorar sus condiciones laborales, reformar algunas legislaciones, ampliar derechos, obtener políticas públicas con una intervención del Estado que responda a demandas concretas. Así que nosotras desde AMMAR sostenemos que la mejor manera que tiene un trabajador, una trabajadora para mejorarsus condiciones laborales es el sindicato, es militar en el sindicato, involucrarte en el sindicato. Con 28 años de organización y todos los procesos que hemos atravesado, cuando vamos al sindicatos y vienen compañeras a presentarnos sus problemáticas y el sindicato interviene en situaciones que tienen que ver con desalojos, con falta de accesos a la vivienda, con discriminación en los centros de salud, con denuncias por procedimientos ilegales por parte de la policía, refuerza la importancia de tener el sindicato. Esas prácticas de escucha y acompañamiento y de dar herramientas se repite entre las compañeras en la lucha sindical. Estar sindicalizadas es el modo en el que pensamos que vamos a lograr que en el Congreso Nacional se discuta un proyecto de despenalización y reconocimiento de derechos laborales. Estamos en una instancia en la que ya, desde 2018, tenemos un borrador, donde hemos decidido que los procesos no tienen que ser apresurados. Porque nos interesa que sean procesos colectivos, de construcción de abajo hacia arriba para tener claro qué le exigimos al Estado, que es justamente quien más nos ha criminalizado y perseguido. Porque ha vulnerado un montón de derechos de nuestras compañeras en allanamientos compulsivos y procedimientos en la calle, las veces que hemos sido detenidas o atravesado procesos judiciales. Entonces por esa tensión que tenemos con el Estado es muy importante tener en claro qué le exigimos y de qué manera queremos que intervenga en nuestro trabajo, qué políticas públicas son las más necesarias y urgentes.
-¿Crees que el trabajo sexual debería visibilizarse como parte de los contenidos pedagógicos de la ESI? ¿Por qué? -Nosotras creemos que la Educación Sexual Integral es importante primero porque te da muchas herramientas, por ejemplo, para transitar un proceso de la sexualidad donde no haya temores, donde no se trabaje la vergüenza, ni la culpa, ni la mala información. Es una discusión que tenemos dentro de la organización el trasladar o no el debate sobre el reconocimiento del trabajo sexual sobre todo en el sistema educativo donde están nuestros hijos y nuestras hijas y donde hemos atravesado situaciones que se dan justamente como parte de la discusión de la ESI, donde hijos e hijas de compañeras sexuales cuentan que sus madres se dedican al trabajo sexual. Ahí nos encontramos que la ESI no aborda este tema. Algunas docentes nos manifiestan que no tienen herramientas para abordarlo desde una perspectiva de derechos humanos, desde una perspectiva de contención hacia les hijes de las trabajadoras sexuales, y que no se vincule el trabajo sexual con la trata de personas. Para que no se caiga en los discursos que piensan que todas las personas que ejercemos la prostitución y/o el trabajo sexual somos víctimas y sobre todo desde una perspectiva de respeto. Porque más allá de la discusión histórica que hay dentro de los feminismos de abolicionismo versus quienes nos reconocemos como trabajadoras sexuales, somos conscientes de que nuestros hijes tienen todo el derecho de poder transitar su proceso escolar en igualdad de condiciones que el resto de sus compañeros y compañeras. Y que no sea una condición que elles tengan que batallar en el colegio contra el estigma de ser hijos de puta o batallar en el colegio con discursos que ubican la representación del trabajo que realizamos con delitos como la trata. Creemos que la ESI es muy importante, la defendemos, apoyamos que haya educación sexual integral en los colegios pero sin una vinculación de meter en la ESI nuestro trabajo y considerarlo como trata de personas o que nuestro hijes tengan que atravesar situaciones de violencia.
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