Por Mónica Reynoso
Cuando Justo Fernando Barrientos comparezca ante los jueces por su horrendo y alevoso delito ¿le preguntarán si antes de prender fuego a cuatro mujeres lesbianas había escuchado radio Con Vos? Tendrían que hacerlo. Porque un par de días antes estuvo de invitado Nicolás Márquez, el llamado biógrafo de Milei, y en el programa de Ernesto Tenembaun supuró su odio contra la humanidad durante una hora tan larga que parecieron años. Años de involución.
La entrevista obtuvo repercusión. Entre las personas que escucharon con dificultad el pensamiento brutal de Márquez, despertó indignación y dolor; colegas de Tenembaum mostraron consternación por el papel deficiente de los entrevistadores. (De paso se renovó la pregunta sobre si hablar con estos tipos sirve para algo). En tipos como Barrientos, es posible que escuchando la radio el efecto haya sido sentirse autorizado para entrar en acción.
Hacía rato que Barrientos odiaba a esas mujeres que, como él, alquilaban un cuarto pobre en el hotelucho del que se habla como “pensión familiar”. Las odiaba y se los decía, y las insultaba, y las amenazaba con matarlas. Horas después de que Márquez enunciara teorías extravagantes contra la homosexualidad en una radio de gran audiencia, en un programa muy escuchado y ante la perpleja reacción de los anfitriones, Barrientos logró su objetivo. La primera muerte que provocó su atentado criminal fue de Pamela Cobas; luego murió Roxana Figueroa y el domingo 12, Andrea Amarante. La cuarta víctima, Sofía Riglos, seguía internada.
Conjeturar que Barrientos pudo quizás darse valor escuchando a Márquez y pasar al acto sus amenazas ¿es cargar de mucha responsabilidad a los periodistas y a los medios? Imposible de comprobar y por eso posiblemente injusto responsabilizar a los periodistas. Pero fue una audición insoportable. La escuché un tramo y me fui. Después, asistida por la computadora, desgrabé completo el diálogo de más de una hora. Transcripto, resultó once carillas de tipografía cuerpo 10 e interlineado simple. O sea: mucho espacio, mucho aire, mucha atención.
El zócalo de Youtube donde se podía ver la entrevista en vivo decía “Nos visita el escritor Nicolás Márquez”. Es cierto que lo cortés no quita lo valiente, aunque considerar escritor a un agitador profesional y activista del odio parte ya de un lugar equivocado. Días después, el diario El País de Madrid resumió el asesinato múltiple en un título inequívoco: “Las mataron por lesbianas”. Márquez retrucó cavando más el pozo inmundo: “Entonces no te hagas lesbiana así no te matan. Buen motivo para reivindicar la heterosexualidad”.
Sólo quiero llorar y abrazar: a los ofendidos, los lastimados; a las sacrificadas en la hoguera, a las pobres de un hotel de mala muerte, a las que andan por ahí, sin lugar ni ternura. Rendirme. Guarecerme hasta el fin en el rincón más oculto del planeta. No escuchar. No mirar. No saber. Abanicarme con la cobardía, la pena y la ignorancia. No leer. No saber, no saber.
Pero tengo ante mí once carillas en cuerpo 10 interlineado simple. Once hojas de papel con la conversación completa de un día que prefiero olvidar. Las leo. Leo para escribir. Escribo para no olvidar.
Retórica: Arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover. También procesos y recursos para construir un discurso de modo que persuada al interlocutor.
Tenembaum empieza con una extensísima presentación de Márquez, a quien siempre trata de “Nico”, como autor de “muchos libros” e “intelectual” de derecha que mantiene una “relación cariñosa y recíproca” con Milei. Sigue el relato minucioso de cómo conoció a Márquez. Dice que todo empezó con un intercambio de tuits a propósito de una amenaza contra la línea 144 que atiende víctimas de violencia de género. “Alguien me contesta, dice Tenembaum, y cita: Les quedan 15 días de parásitos y se cierra ese antro oloroso, luego tendrán que buscar un trabajo decente. Esto no es noticia salvo para zurdito emputecido como vos”. Es Márquez, claro, el que elige cuidadosamente las armas con las que atacará: parásitos, antro (no cualquier antro sino antro oloroso), zurdito emputecido, en tres líneas de un texto que amenaza, emplaza, descalifica, humilla, agrede y se deleita en la violencia. Lo hace desde una posición de poder que le da su hora de gloria y su “relación cariñosa y recíproca” con Milei, el presidente de la Nación.
Che ¿lo invitamos a Márquez al programa? se habrán preguntado en la producción. Me intriga saber por qué y para qué les pareció interesante poner al aire a un sujeto dotado de tanta ruindad. Cómo no se prepararon. Esto que cito más arriba corresponde a la página dos de la transcripción. Lo que sigue es una pesadilla. Márquez llama “juicios paródicos e ilegales sin garantías jurídicas” al juicio a las juntas. “Es un dato objetivo”, aclara. Habla de batallas y guerras contra el “enemigo” que identifica con “la progresía y sus aliados bien pensantes” y propone “aniquilarlos y aplastarlos”. Dispone de un vocabulario más o menos surtido pero sobre todo impactante porque es violento, palabras como cachetadas. La estrategia discursiva que despliega, aunque abominable y deshonesta, es impecable a fines prácticos, muy ensayada. Tampoco es Cicerón, pero sus pocos recursos le bastan. Son frases y palabras ofensivas, oscuras, corrosivas; datos estadísticos de fuentes dudosas; fuentes de autoridad que desmiente, como organismos públicos, la ONU, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Dice haber estudiado mucho y haber escrito muchos libros, lo que produce silencio admirativo. “Estudié”. “Analicé”, repite. Es una estrategia victoriosa. No porque haya persuadido a sus interlocutores -tres periodistas a falta de uno- y los haya convencido de que ser bruto está bien. Es que los dejó mudos. Se percibía incluso que algo del orden de la fascinación les impedía repreguntar y confrontar bolazos con información certera. Por ejemplo, a poco de entrar al tema homosexualidad, el que más conmocionó por el notorio problema que tiene Márquez, alguien pronuncia la palabra homofobia. Él responde: “La homofobia no existe, es un invento idiomático que se incorpora en la Real Academia Española recién en 2015”. De acuerdo pero ¿a ninguno de los entrevistadores se le ocurrió abrir Google y desmentir esa falacia? Si la RAE, un elefante burocrático del idioma, acepta incluir la palabra en su estricto repertorio ¿no será que tuvo razones para hacerlo?
Abrevio. Por soeces y repugnantes omito las referencias extremas que usa Márquez para denigrar y que pasan de largo en la mesa de la radio. Olfatea sangre en el aire y poco a poco se envalentona: bueno, qué querés que te conteste, dice cuando los periodistas preguntan a la vez de homosexualidad, dictadura, peronismo, radicalismo, robo de bebés, la derecha, los desaparecidos y todo cuanto usted quiso saber de un tipo así y nunca se atrevió a preguntar.
En la Feria del Libro de Buenos Aires que acaba de terminar hubo una mesa mal llamada de debate. A Martín Kohan lo sentaron con Hernán Lombardi y Lucas Llach. Atacando un error de los organizadores, Lombardi defendió burdamente a Milei y su gobierno. Llach hizo lo propio. A su turno, Kohan les reprochó a ambos haber dejado pasar los insultos presidenciales: nido de ratas al Congreso, vale decir, ratas a los legisladores, e imbéciles a los economistas que lo critican. Señalando a cada uno con el dedo repitió el insulto presidencial: “rata” a Lombardi; “imbécil” a Llach. Los señalados callaron. Ardiendo de la pasión que nos inspira y que debería contagiarse a los marmotas con micrófono, el gesto de Kohan fue sólo poner, como si fuera un vaso de agua limpia, una verdad incontrastable sobre la mesa. Lo hizo con elegancia y con respeto. Kohan, que es profe de Teoría Literaria en la universidad pública. Kohan, que no es periodista.
“Instrúyanse, porque necesitaremos de toda su inteligencia.
Agítense, porque necesitaremos de todo su entusiasmo.
Organícense, porque necesitaremos de toda su fuerza.”
Antonio Gramsci
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