VINO THELMA FARDIN A VISITARNOS

Crónica de una vez inolvidable

Por Mónica Reynoso

Vengo siendo una sobreviviente.

Víctima es una categoría producto de un hecho pero sobreviviente es como un pasaje de ese dolor a algo más transformador.

Y yo siento que he atravesado ese proceso.

Habrá momentos en los que vuelva al lugar de la víctima pero siempre mi deseo es ir al de sobreviviente.

Algunas veces sobrevivir es hacer circular las palabras, dice Sara Ahmed. Amparadas en las palabras de Sara Ahmed, hermanadas en sus ideas chispeantes, Thelma Fardin y cientos de mujeres aquí, una vez inolvidable, nos dejamos llevar por ese deseo: el de sobrevivir. Pese a tanto dolor, pese a tanta pérdida, pese a quien pese.

Thelma Fardin llegó a Neuquén en la mañana del último viernes de junio. Muy temprano, sin dormir, abordó el primer vuelo de ese día. A la noche había ensayado la obra, una comedia, que estrenará en agosto con su novio en un teatro de la calle Corrientes. Era una mañana fría, de cielo diáfano. Ni el frío ni el cielo la habrán sorprendido: nació en Bariloche, adonde vuelve a menudo a esquiar. En el aeropuerto la recibió Ruth Zurbriggen; en la ciudad la esperaban abrazos y aplausos, reclamos, historias desesperadas, compañerismo, euforia, ternura, mucha demanda que ella supo y pudo atender, aun sin dormir. Bancando, como buena feminista.

En el caldero de las brujas argentinas hace años que se viene cocinando un brebaje temible. La receta ha circulado, como las palabras, de boca en boca, de casa en casa, de barrio en barrio, de orilla a orilla, de ciudad en ciudad. A veces como un susurro, un secreto. Cuando el aborto era ilegal, por ejemplo, e igualmente abortábamos. Sabíamos cómo: se nos iba la vida en eso. Pero más veces como clamor, como el grito de miles arracimadas en una sola voz. El grito de una sola voz que no es una voz sola se desata igual que la cólera inesperada de una tormenta feroz, la que arrasa con todo lo feo: la mugre, la mentira, la pena, los temblores del miedo, las noches sin paz. Los varones violentos.

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Vengan, mujeres, niñas, muchachas, muchachos sensibles, señores de verdad. Vengan esta tarde al Aula Magna a escuchar una conversación con Thelma Fardin, la que hizo una denuncia que nos enseñó de todo, llamaba La Revuelta a voces. Y el Aula Magna explotó. Thelma llevaba varias horas dando su tiempo, dándose. Apenas un corte de una hora entre la conferencia de prensa a la mañana y las reuniones que siguieron para recibir lágrimas y pedidos, historias tristes, preguntas, problemas. De las ventanas altas de la alta casa de La Revuelta vecina del río, la luz del mediodía se desploma y estalla como un cuerpo cósmico. Es tanta. La luz es tanta. Tan inquieta. Rutila por las esquinas de la casa, trepa las escaleras, se cuela en las salas, el patio, la cocina. Ahora la luz decide reposar en el rostro amable de Thelma, capturado en infinitas selfies, en los focos ávidos de las cámaras, en los ojos bien abiertos de quienes la ven y la escuchan este mediodía en la Casa Revuelta. Anda aquí entre la gente un temblor gozoso: es Thelma que cuenta, explica, razona, se expone una vez más y no retacea el dar. Sonríe. Incluso si lagrimea, Thelma sonríe. Tiene la sonrisa genuina y suave que invita a quererla.

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Thelma en la Casa Revuelta.

Y… voy tratando como de aprender a cuidarme también porque siempre he sido muy de exponerme, la vorágine de dar, y eso ha tenido consecuencias en mi salud emocional, física. Tengo momentos de enfermarme y entonces tengo momentos en que intento cuidarme lo máximo posible sin dejar de hacer porque para mí es muy importante hacer. Pero ahora hacía mucho tiempo que no viajaba por el interior del país porque, bueno, ha sido muy difícil para mí y no es fácil hablar y recibir las historias sobre todo. He tenido que ir aprendiendo cómo escuchar historias que son crueles, violentas, y entender hasta donde puedo hacer y hasta donde me excede y poner a disposición todo lo que tengo a mi alcance sin ir en contra de mi salud porque una cuando lucha tanto se termina quedando sin herramientas. Sin herramientas económicas, sin herramientas emocionales. Pago un costo muy alto. Recién te decía que mi paciencia y mi templanza eran siempre así y la verdad es que es algo que tengo que poner muy a disposición a este tipo de encuentros pero después tengo que ser muy cuidadosa de que no tenga un costo puertas adentro, en mis vínculos, mi familia. Porque escuchar directamente casos de violencia, que uno escucha, que recibe no solamente de las redes sociales, escuchar la violencia a que son sometidas tantas en algún lugar queda, y esa impotencia puede salir un domingo a la noche mirando una serie con mi novio y termina afectando los lazos familiares que son los que nos permiten después salir a luchar. Entonces fui aprendiendo a hacer un equilibrio entre todo lo que daba y también el autocuidado.

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Tenía seis años cuando pasó un casting en Bariloche para una película con la Sole, “La edad del sol”. Pero antes, a los cuatro, iba a una escuela de modelaje y a los trece era Laura Fernández, una de las hijas adoptivas de Facundo Arana en “Sos mi vida”. Fue una serie de Canal 13 que salía en horario central y medía hasta 30 puntos. Era tan popular que Thelma empieza a ser reconocida allí donde vaya y ella se pregunta qué está pasando, qué es esto. Aprende entonces que ser actriz también es ser famosa. A sus treinta y pocos años, (es del ’92) tiene una carrera que impresiona. Interpretó veintiocho personajes en televisión, participó en ocho películas entre cortos y largometrajes, y en diez obras de teatro desde el 2005 hasta el año pasado, cuando actuó en “Plagio” junto a Nicolás Riera, su novio hoy. Cuando interpreta a Josefina Beltrán en “Patito feo”, otro éxito de la tele, tiene dieciséis años. Es una niña. Pasarán años de vértigo hasta que en 2018 decidirá denunciar al violador. Se lanzará, como quien se tira de cabeza a un océano ignoto, revuelto y oscuro, a una increíble experiencia política y vivencial. ¿Habrá músculo suficiente, costas cercanas? Confía y teme, espera, escribe:

Hubo noches enteras sin sueños.

Hubo palabras escritas que después de ser fabricadas

cruzaron mares para servir de paraguas en la tormenta de alguien,

de una desconocida,

de la extranjera,

¿quién no fue siempre un poco extranjera?

Ajena a su propio cuerpo,

¿quién no luchó para habitarlo?

Y de la nada, ella nos habita,

construye manada desde todas las latitudes.

La he visto, lo juro, cuidar a las suyas como loba,

tejer redes más rápido que un terremoto que no avisa,

que irrumpe:

trepidatorio, oscilatorio… ¿desconcertorio?

Así ella irrumpió en mi puerta un día

y tenía el corazón tan grande, tan

sostenido entre los ojos y las manos,

que no hubo más que decir.

Acá estoy, estoy acá.

 

En el Aula Magna repleta de ansiedad y emoción, la atmósfera que se respira es de extrañamiento. Thelma escucha su propia palabra escrita, dicha con la voz de otra. Es este poema, el poema 54 de su libro “Ausencias”. En la tapa, la foto de una mujer con un arco a punto de disparar una flecha. La mujer es su madre, pero bien podría ser ella, Thelma. Algo en la pose desafiante, la mirada fija en un blanco que no está a la vista, el verso premonitorio “A los miedos mejor mirarlos de frente, que vale el esfuerzo animarse a ser valiente”, la intuición de la actriz. Juan Solá, que prologa el libro de poesías, dice que Thelma “poetiza su propia vulnerabilidad”. El libro fue escrito antes de la denuncia.

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Junio de 2015: Ni una menos. Octubre de 2016: Primer paro nacional de Mujeres. Octubre 2017: #MeToo. 2018: Actrices Argentinas por el aborto legal, seguro y gratuito. Mi cuerpo es mío. No es no. Saquen sus rosarios de nuestros ovarios. Yo te creo, hermana. 19 de febrero 2018: Aborto legal ya. Mi cuerpo, mi decisión. Mirá cómo nos ponemos… 14 de junio de 2018: séptimo intento de legalizar la IVE. 30 de diciembre de 2020: el aborto es ley.

¿Una canción? El día que se legaliza el aborto yo estaba muy privilegiada, estaban las históricas de la Campaña en el Congreso, con un cordoncito, muy cuidadas porque estaba Nelly Minyersky, Norita Cortiñas, mujeres de muchos años con sus sillitas. Y yo estaba, nosotras estábamos con Amnistía Internacional y con Actrices inmediatamente atrás, al lado del Congreso. Ahí se escuchaba muy fuerte la música del escenario y la canción que se escuchaba en el momento en que se legaliza el aborto fue “Hasta la Raíz”, de Natalia Lafourcade. En la votación, cuando dicen “y declaro la ley…” escucho esa canción y me lleva a ese momento de abrazo, de euforia, de alegría, de regocijo, de calma, compañerismo, así que como canción de lucha es ésta.

Y no fue una epifanía sino como placas tectónicas que se iban moviendo en paralelo al reconocerme víctima de abuso sexual, en la dimensión en la que lo era, digo lo era porque vengo siendo una sobreviviente. Son categorías, sobre todo la de sobreviviente, más bien filosóficas. Víctima es una categoría producto de un hecho pero sobreviviente es como un pasaje de ese dolor a algo más transformador y yo siento que he atravesado ese proceso. Y que habrá momentos a los que vuelva al lugar de víctima y siempre mi deseo es ir al de sobreviviente. Hubo algo muy contundente al escuchar a otras víctimas del abusador. Son momentos. Otro momento clave es cuando él las denuncia a ellas por calumnias e injurias y por daños y perjuicios. O sea que lleva a una denuncia penal a Anita Co y a la justicia civil a Calu Rivero. Era brutal. A una la denunciaba, se suponía que podía perder la libertad. Y además de que él había abusado, yo tenía certeza de que él era un abusador, encima ahora una tenía que defenderse de vuelta y la otra tenía que poner plata, o sea, era una cosa desesperante. Y además la sociedad no las acompañó, para nada. Yo vivía en México en ese momento y en Argentina se estaba dando el proceso de 2018 por la presentación de siete, ocho proyectos para la legalización del aborto y entonces la organización colectiva era muy potente.

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El 10 de junio de 2024 la justicia de Brasil resolvió condenar a seis años de prisión al violador. La página de Amnistía Internacional, que acompañó los vericuetos judiciales de la denuncia, publicó un título en portada que ilumina un lado poco visto de este largo y agobiante proceso: “El caso Thelma Fardin es un precedente histórico para las infancias víctimas de abuso sexual”.

Cuando la cocción lenta en los calderos de las brujas iba subiendo la temperatura, y las librerías debieron inaugurar estantes para los libros de género que escribían manos y más manos con la cinta verde en el puño y en las calles se cantaba a la vida y a la libertad, y ahora que sí nos ven provocaba y confortaba… en esas circunstancias Thelma se animó. No dudó: aunque rodeada de actrices, quiso ser ella la que anunciara su decisión. Grabó un video de profundo dolor, de profundo valor.

El feminismo fue un paraguas, un abrigo, un remanso. No entendía bien de qué se trataba, para nada, no tenía ni idea, yo no había leído, no tenía acceso, eso también dice algo de mi generación de los 90. A mí me pasó con ser actriz de muy chica, que tardé mucho en decir que era actriz porque tenía la sensación de que era algo que requería de mucho. Recién a los 16, 17 años empecé a poner “actriz” en los formularios de Migraciones cuando salíamos de gira. Tardé diez años en decir soy actriz. O sea que para mí era algo de muchísima responsabilidad. El proceso para reconocerme feminista fue más rápido, más intenso. Ese 2018 fue una locura de vertiginoso pero creo que me reconocí feminista después de haber hecho mi denuncia, no previamente. Como que hubo un después el advertir como que yo era referente de los feminismos. No puedo no reconocerme, pero fue como una construcción que se dio en paralelo a mi visibilidad.

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Compartió a la noche una comida informal con sus magníficas anfitrionas feministas y el sábado al mediodía un guisito de lentejas en la casa luminosa y palpitante vecina al río. Junto al río sabedor recibió, conmovida, el bien decir en la lengua ancestral de las dueñas de esta tierra. Partió de tarde, cuando partió el sol, a su casa, al teatro, a su enamorado, sus cosas. Nos quedamos un poco melancólicas, un poco más sabias, bastante más fuertes. El día que condenaron a su atacante mostró la serenidad que la mantiene en pie como un abrazo perpetuo. Dijo que no buscaba venganza ni represalia. Que lo importante era rescatar a la niña que fue. Y darle algún tipo de reparación.

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Algunas veces sobrevivir es hacer circular las palabras.

El feminismo necesita que las feministas sobrevivan.

Las feministas necesitan que el feminismo sobreviva.

Sara Ahmed. Manual de la feminista aguafiestas.

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