“Siempre me sentí excluida por ser consumidora. En este lugar nos dan mucha contención”

Iara tiene 21 años y una beba de 9 meses. Melina tiene 30 y es mamá de Candela, de 4 años. Las dos comparten los días en la Casa de Mujeres “Las Resilientes”. Las dos atraviesan consumos problemáticos de sustancias. Se sientan a la mesa después de almorzar -y de lavar los platos- y comparten un pedacito de sus vidas. Se dan la mano, se miran cómplices, se abrazan y también se escuchan.

La cartelera de la Casa de Mujeres.

“Hace 15 años que consumo cocaína, nunca paré, ahora va a hacer un mes que no consumo. Con todo lo que pasó no quiero volver, mucha deuda, mi mamá me dijo ‘te doy la última oportunidad para que estés en la casa’. Yo trabajaba de empleada doméstica, renuncié porque era trabajar para endeudarme, era para eso nada más”, cuenta Melina. Tiene puesta una remera violeta de obreras textiles en lucha. Dice que no las conoce, que la encontró en “el roperito” porque se manchó su ropa cuando sacaba la basura. Entre lo que había eligió esa, la del puño en alto. 

Melina comenzó a asistir a las reuniones semanales que se brindaban desde el Servicio de Adicciones del hospital Castro Rendón, y después la médica Paola Gómez la invitó a la Casa de Mujeres, el primer dispositivo de la provincia que aborda los consumos problemáticos con perspectiva de género. “Vengo hace tres meses, todos los días. Me gusta, llego, limpio, cocino, tomo mate con las chicas, somos bastantes. Vivo con mi mamá y la nena, en Gran Neuquén, ella va al jardín y la busca mi mamá. Cuando puedo la busco yo y la traigo para acá, a ella le re gusta venir acá, más cuando vienen otros chicos”, asegura Melina.

Iara llegó embarazada a la Casa. “Siempre fui consumidora, cuando me enteré que estaba embarazada, empecé a dejar, empecé a venir acá y me ayudaron un montón”, recuerda. Llegó al dispositivo a través del 102 y su situación está judicializada. Su hija está al cuidado de su mamá. “Me hace bien verla. Cuando dejé de verla me metí más en el consumo y ahora que la empecé a ver otra vez no he consumido. No quiero consumir porque quiero estar con ella, si consumo no me van a dejar, y la llevo bien”, relata Iara sobre su presente. 

Los vínculos son una parte importante en el proceso de cambiar hábitos problemáticos. “Con mi primera pareja yo consumía porque él tomaba y si yo no tomaba era aburrido, entonces me metí mal cuando tenía 15 y ya no paré. Ahora me dejé de juntar con todos, me puse de novia con un chico que no consume, me ayuda mucho porque no estoy pensando en irme a otro lado los fines de semana, como antes”, afirma Melina. Iara también está en pareja: “anoche fue mi novio a verme, cenamos, fue algo re diferente. Re lindo para mí, porque en consumo lo he tratado muy mal, lo he lastimado mucho. Verme sin consumo le gusta más porque soy otra persona, no soy violenta, al contrario re amorosa, y eso a él le gusta y me ayuda y me apoya mucho”.

La Casa está abierta de 10 a 16 de lunes a viernes y asisten mujeres embarazadas o puérperas con consumos problemáticos. Depende del ministerio de Salud y la vivienda es del obispado de Neuquén. La comida diaria se sostiene en base a donaciones, y los talleres (de arte, cerámica y peluquería) son parte de las redes colaborativas con organizaciones y la comunidad. 

Algunas mujeres van todos los días, desde la mañana hasta la tarde, como Melina. “Me quedo hasta las cuatro porque sino se me hace larga la tarde en mi casa”, cuenta en el almuerzo. Otras llegan cerca del mediodía, se cruzan la ciudad para dormir un rato. Varias van con sus hijes, juegan, pintan, salen al patio, o buscan alguna prenda linda en “el roperito”. Cada una encuentra su lugar, su refugio dentro de la casa. “Es un lugar de mucha contención, yo siempre me sentí excluida en todos lados por ser consumidora”, dice Iara con una sonrisa.  “Acá me aceptan como soy, yo soy re mañosa, re quisquillosa, llevo muchísimo tiempo en la calle, ahí aprendes otro tipo de vida, estás todo el tiempo a la defensiva. Acá es diferente, además como todas pasamos por el mismo proceso nos acompañamos y nos entendemos. Es un hogar re lindo con mucho amor, no importa si tenemos errores o nos tropezamos, nos ayudan a levantarnos, sacudirnos y seguir”, asegura y cierra con picardía: “¡y mirá que caemos!”. 

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