¡Gestionar la rabia!

Por Seba Fanello.

Quiero empezar a hacer ruido poco a poco, porque se viene una nueva obra junto a La Revuelta. ¿Qué ruido? Ruido rabioso, rabias con las que escribo. Yo soy de las que creen que hay que hacer algo con esa rabia, así me lo han enseñado los feminismos. También soy de las que creen que le estamos entregando la gestión de la rabia al enemigo. Para que pudiesen venir estos fachos e instalarse sin problemas se diseñaron dispositivos previos que mantienen a una gran mayoría sentada, sin reaccionar, esperando el advenimiento del “amor” que aparentemente nos salvará. Otrora, la rabia produjo grandes obras, grandes relatos y revoluciones.

Me pasa siempre que utilizo las redes (in) sociales para escupir enunciados provocadores que tanteen un poco la tibieza de mis seguidores: – ¿A ver quién reacciona? ¡Me digo! Y lanzo alguna sentencia para ver si pica. En uno de mis últimos posteos, bardié a Lali (no a ella, a su música y a sus fans) me saltaron a la yugular, por supuesto y entre todos los consejos poco amables que me dieron, me desearon “más amor”, porque aparentemente nunca lo tuve, y estoy falto de eso.

¿Acaso el amor no era un problema? ¿Acaso los feminismos no nos han enseñado también a cuestionar ese aparato de captura? ¿Acaso no nos hemos pasado estos años atentando contra el patriarcado y sus pilares, imaginando vínculos y formas de vida desde renovadas perspectivas afectivas? ¡Sí! ¡Claro que sí! Pero en tiempos de chatura, se instalan opuestos binarios que sesgan la mirada crítica y ante el horrible momento de mundo (y de país) que padecemos parece que una debe estar del lado del “amor” (vaya a saber una que es eso) porque sino formás parte del “odio”.

He aquí la cuestión, el odio, como la rabia han precipitado muchas revoluciones y no podemos dejarle la gestión del odio a las clases dominantes. No vamos a vencerlos con “amor”, como si se tratase de una película de Disney, los vamos a vencer diseñando estrategias que nos llevan a agenciar nuestras broncas, que son muchas y que es necesario que las juntemos. ¿O qué hacemos con esa bronca? ¿La tragamos? ¿la seguimos tragando hasta que reviente de la peor manera? Organizar la rabia es, fue y será un leitmotiv para la lucha: “el odio que libera», diría Santiago López Petit en su “Breve tratado para atacar la realidad”.

Entre los dispositivos que atenuaron la rabia están los millones de mecanismos de cancelación de los ofendidos que apuntaron por la cabeza de aquellas que han sido líderes, dirigentes, coordinadores de grupo, docentes, sobre los cuales señalaron violencia, solo por arengar acaloradamente a sus grupalidades. La envidia, el resentimiento, el deseo de poder, más un creciente punitivismo y deseo de castigo dentro de los grupos, ha trabado las posibilidades de reparación y a este fascismo le vino al pelo para llegar, instalarse y encontrarse a los grupos debilitados, atomizados y quebrados.

El punitivismo es un ideal regulatorio que no solo propone castigos, también modelos de comportamiento, modelos de conducta:¿Cómo ser una buena persona que se comporte de modo correcto? ¿Cómo ser una buena feminista, cómo ser un buen teatrista, como ser un buen puto, una buena travesti? Hay que ser una “buena” ciudadana y un “buen” ciudadano, adaptado. ¿Cómo ser un “buen” ciudadano que no ofenda nada de lo que existe? ¿Con amor? La modelización de los comportamientos es cada vez más exigida por comunidades de ofendidos (ni siquiera víctimas) que reclaman intervenciones punitivistas, alimentando la maquinaria judicial estatal.

El dispositivo punitivista previo a este gobierno fascistizante se infiltró en todo tipo de grupalidades menores para el linchamiento de sus coordinadores, cabezas de equipo, dirigentes o líderes. El teatro no estuvo exento, así como el resto de las artes que se vieron afectadas por esta corrección tendiente a apaciguar su potencia provocadora, acatando el modelo pacificante, atemperado, del buen gusto burgués.

No es mi caso. Como decía al principio, acabo de escribir un nuevo texto que va a ofender a más de uno, a más de una, a más de une. Lo siento. Cuando hicimos Al pie de la teta, había mucha gente enojada y ni hablar con Socorro Desnuda, que disparaba sobre esa cosa llamada “varón” (es una ironía, no se ofendan). Agarrense con la que viene. No son tiempos de tibiezas. ¿Para qué está el arte sino es para atentar contra lo que existe? Para horadar, para ofender. ¿Para qué está la ficción si no promueve una crítica acérrima de las realidades?

Nos duelen los femicidios, nos duelen los crímenes de odio, las desapariciones, el gatillo fácil, los abusos y el poder represivo. Nos duele Palestina, nos duele la avanzada derechosa y sus gobiernos fascistizantes. Nos duele la pasividad y la complicidad del poder, nos duele el heteropatriarcado perpetuandose intacto, nos duele el mundo. Seguiremos más que nunca entre las que no hemos negociado nuestra beligerancia, entre quienes no sucumbimos a representaciones tibias. Haremos en mi elenco, junto a La Revuelta, algo poético con ese odio, con esa rabia. No declinaremos nuestra vehemencia contra el modelo fascistizante a la hora de componer, ahora más que nunca. Ni moderaremos nuestra intransigencia a la hora de hacer obras. No seremos solidarias con el régimen de pacificación. Valgan estas palabras cómo prólogo a un nuevo atentado escénico en camino que estamos armando juntas, gestionando nuestra rabia.

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