Por Camila Vautier y Melina Fit.-
Este 25 de noviembre nos propusimos abordar el día de la Erradicación de las Violencias hacia las mujeres, desde lo que ocurre en las escuelas con las adolescencias. ¿Qué violencias atraviesan? ¿Cómo responde la escuela? Compartimos experiencias en escuelas de Plottier y de la Comarca Andina.
Aunque esté devaluada, desfinanciada, cargada de estigmas y reproches, la escuela sigue siendo un espacio donde las adolescencias buscan – y a veces encuentran- escucha, conversación, amorosidad y refugio. Es una de las instituciones donde las personas nos formamos y adquirimos pautas de convivencia, para (sobre)vivir en el sistema de producción permanente, capitalista y patriarcal. Es también lugar de resistencias, de construcción y des-construcción. Entonces lo que sucede en la escuela importa.
Agustina tiene 18 años, va a quinto año en el CPEM 55 de Plottier. Asegura que las violencias que más atraviesan son la “psicológica y verbal y un poco física”. Catalina también va al 55, tiene 15 y está en segundo año: “aparecen varios tipos de violencia; la verbal, como comentarios con odio, desagrado o chistes. La psicológica, que puede ser manipular, controlar, celar, excluir o generar inseguridades en otra persona. La física, que aunque todos piensan que es solamente cuando alguien pega golpes fuertes con los puños, no es solo eso, también es hacerle una trabita a otro, o pegar en partes íntimas, hacer ‘mimos’ sin consentimiento, entre otras cosas… todo eso se disfraza con: ‘es la edad, cuando maduren van a dejar de hacerlo’, ‘es un chiste’ y así se normaliza la violencia física. Y también sucede mucho en las redes, donde la gente sí se anima a decir cosas que en la cara nunca diría, o suben cosas para dejar mal a alguien o fotos llamados ‘escrachos’ de compañeros”.
Silvana Facal, docente de biología y de ESI del mismo CPEM, confirma: “en general este año bajó mucho la violencia física, el año pasado habían muchas peleas, sin distinción de género. Y cuando hablamos con las adolescencias refieren que todo se resuelve ‘a las piñas’ no dan mucho lugar a la conversación, a escucharse o simplemente a dejar pasar”. Silvana menciona que una de las violencias más extendidas entre les jóvenes es la digital: “circulan canales de WhatsApp donde conversan para ‘escrachar’ a personas, lo que quiere decir hablar mal de alguien, no es el concepto que había hace tiempo para denunciar algo o alguien. Es hablar mal de alguien sin que se entere esa persona, o a veces estando esa persona, se hacen encuestas si te cae bien o mal”. Esto genera muchos conflictos que después se trasladan al aula. Silvana relata que también han tomado conocimiento de estudiantes que mandan mensajes a otros/as con incitaciones al suicidio, de acoso y bullying.
Agustina asegura que suelen resolver estas situaciones de violencia entre ellos/as, “a no ser que sea algo grave y ya se involucran los padres (muy raro que eso suceda). De parte de la escuela es raro que intervenga, solamente lo hacen si es una situación grave aunque muchas veces ni así lo hacen”. Catalina afirma que “no siempre sabemos cómo manejarlo. Muchas veces intentamos resolver estas situaciones entre nosotros pero, siempre terminan en peleas: gritos, golpes o terminamos distanciandonos para evitar más conflictos”.
“La intervención de la escuela depende mucho del caso. A veces sí intervienen rápido, hablan con las partes involucradas o llaman a los padres. Pero otras veces tardan en actuar, o la intervención no alcanza para que la situación realmente cambie o simplemente no nos dan atención porque creen que es algo mínimo”, agrega Catalina.
En el CPEM 55 se realizan distintas acciones vinculadas a la ESI, aunque Silvana aclara que a nivel institucional no hay un abordaje integral. Una de ellas es la feria interinstitucional de ESI donde todos los cursos pueden presentar un stand sobre el tema que prefieran. Este año hubo más de cinco puestos que hablaban de la prevención del suicidio. Uno de ellos fue el de Catalina: “lo hicimos para que la gente se de cuenta del valor de sus palabras (de forma positiva y negativa). Con un simple ‘Que linda ropa’ podes hacerle el día a alguien”.
“Hay necesidad de hablar, de interiorizarse. Hay muchas situaciones de autoflagelación, se filman cortándose, publican en las redes, es un mundo que va por otro lado, los/as adultos vemos la cáscara. Hay mucha soledad por parte de los estudiantes, les cuesta encontrar un espacio donde hablar, donde describir lo que les pasa, y pedir ayuda”, indica Silvana.
Este año también la escuela contó con la presencia de “la mesita de la ESI”, una iniciativa que llevó adelante la colectiva feminista La Revuelta junto a docentes -en distintos establecimientos educativos- donde se comparte materiales e información sobre Educación Sexual Integral. Silvana y Agustina coinciden en que fue un espacio que permitió hablar sobre temas silenciados dentro de las aulas. “Me parecieron espacios muy necesarios, aunque faltó organización y apoyo de otros profes. Me gustó el poder expresarnos o ayudar a expresar. Y visibilizar algunas cosas, que no son comunes, son ‘tabú’ o no hay lugares o comodidad donde poder hablar”, cuenta Catalina.
La docente anticipa que el año que vienen trabajarán junto a la dirección de Contenidos Transversales del Consejo Provincial de Educación los temas puntuales de prevención del suicidio y ESI. “Necesitamos trabajar con las y los adultos, la mayoría de los docentes no se compromete con estos temas. Hay profes que se resisten a trabajar la ESI y que tienen discursos super violentos. Si tenemos otra visión de lo que significan las violencias se pueden tomar decisiones para ponerla en cuestión, y no naturalizarla. Necesitamos generar espacios de escucha y de conversación que tengan continuidad en las escuelas”, remarca Silvana. “A mí parecer para resolver las situaciones de violencia se necesita hablar y a su vez educar a los chic@s en las escuelas, redes y en casa”, asegura Agustina.
Para Catalina la clave también está en la escucha: “creo que para resolver situaciones de violencia necesitamos más espacios para hablar seguros donde nos podamos expresarnos sin ser juzgados o con miedo. Cuando tenemos espacios donde podemos expresar lo que nos sucede, escucharnos entre nosotros y sentir que alguien realmente presta atención, es más fácil entendernos y evitar que las situaciones de violencia sigan creciendo. Por eso creo que actividades como las mesas de ESI son importantes; porque nos dan la oportunidad de pensar, de compartir y de darnos cuenta de que no estamos solos en lo que vivimos”.
María es profesora de sordos y actualmente trabaja con niñeces y adolescencias en inclusión en grupos de la Escuela de Educación Especial N° 21 y en la N° 318 de El Bolsón, Río Negro. Para ella, las principales violencias que atraviesan sus estudiantes están directamente relacionadas con el cuerpo. “Las violencias ejercidas sobre todas las personas con las que trabajo parten desde las más básicas como la objetualización de los cuerpos, hablar de normalidades de tipo funcional y físico”, afirma.
En el caso de las discapacidades, agrega que “hay una mirada que a veces transmiten los mismos equipos de salud, de anular la sexualidad y el deseo sexual de las personas con discapacidad. Se corta el poder de decidir sobre la propia sexualidad e inclusive sobre la elección de embarazo”. “Son personas muy vulnerables frente a abusos y violencia sexual, porque las familias deciden que serán un niñe eternamente. Se vulnera el cuerpo porque muches utilizan pañales y frente a ello se toma el cuerpo y se lo maneja como algo y no como alguien”, añade.
Cecilia Salinas es profesora de teatro y desde hace 15 años ejerce en escuelas secundarias de la Comarca Andina, es referente ESI y formó parte del Espacio de Género de la Biblioteca Popular de Lago Puelo, provincia de Chubut. “Así como en las calles y los hogares, también en las escuelas les atraviesan violencias machistas y estructurales”, asegura.
En el aula donde trabaja Cecilia los temas se expresan a través de la improvisación teatral. “La violencia contra las y los cuerpos, los estereotipos de belleza y la magnificación de los acontecimientos por redes, son algunos de los temas que eligen ahondar en una improvisación”, describe la docente. Pero además, cuenta, cada vez más adolescentes se animaron a contar que su profesor, el auxiliar o un bibliotecario las acosó en la escuela. “Y ahí la ESI se hace presente, acompañando desde el cuidado hacia ellxs”, señala.
María, por su parte, decide comenzar las clases enmarcadas en los contenidos de la ESI, desde “lo más básico”: la afectividad y los vínculos. Entonces, sopla sus preguntas en el aula: “¿Qué es un vínculo sano?” “¿Qué no lo es?”.
“También se trabaja sobre los límites sobre el propio cuerpo y de los demás”, añade la docente y destaca la necesidad de extender el diálogo sobre la importancia de la ESI a las familias. “A veces es difícil que se entienda que las personas con discapacidad tienen que tener autonomía de decisión sobre su cuerpo y es importante que lo puedan manifestar, se siembra y desparrama ideas erróneas sobre qué trabajamos cuando trabajamos en ESI”.
“En las clases de ESI se da espacio no sólo para denunciar sino también para poder hablar sobre cosas que me pasan con mi cuerpo, intercambiar saberes y experiencias que ayudan a otres”, dice María. “En el contexto áulico hemos tenido desde alumnas embarazadas a abusos de alumnos y alumnos en diferentes grados. Muchas veces se manifiesta por los mismos alumnos en clases de ESI”, asegura.
Un estudio publicado por el Ministerio Público Tutelar de la Ciudad de Buenos Aires reveló que entre el 70 y el 80% de los niños, niñas y adolescentes de entre 12 y 14 años, pudieron comprender que fueron abusados después de recibir clases de ESI. Además, el estudio señala que, frecuentemente, “la develación sucede recién cuando el NNyA tiene un entorno de contención para poder relatar el hecho o cuando encuentran palabras para relatar los hechos, por ejemplo, a partir de una clase de educación sexual”. A partir de allí, la escuela da cuenta a la familia y algún miembro del hogar o el personal de la institución educativa, hace la denuncia, indica el escrito.
En las clases de teatro de Cecilia, algunas veces, la ESI se convirtió en un gran abrazo. “Ves a las pibas con ganas de seguir con el tema y compartir sentires y a los pibes realmente comprometidos empatizando”, relata. En otras, el aula se envolvió de un aire pesado. “Ese aire entre varones”, describe Cecilia, “como de que se hartaron de hablar del tema y todo lo relacionado a feminismo y diversidad de género”.
Hoy, la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI) que desde hace 19 años venía amparando, cuidando y permitiendo dentro de las aulas reconocer la perspectiva de género, respetar la diversidad, valorar la efectividad, ejercer derechos y cuidar el cuerpo y la salud, hoy se encuentra totalmente desfinanciada. Fue el mismo ex jefe de Gabinete, Guillermo Francos, quien en su último informe ante el Congreso en 2024 admitió que «no se gestionó una asignación específica ni un fondo para la línea» porque «la inversión en ESI estuvo sujeta a las planificaciones de cada jurisdicción».
Así, el gobierno libertario de Javier Milei se ocupó no sólo de atacar la ley discursivamente, acusándola de “adoctrinamiento”, sino además, de desmantelarla. Mientras en 2022 se destinaban 193 el fortalecimiento de este programa, hoy el presupuesto es cero. “El panorama evidencia el fuerte desfinanciamiento del Programa Nacional y la consecuente ausencia casi total de acciones de alcance nacional”, advierte el informe La Educación Sexual Integral como política pública en Argentina: Estado de situación diciembre 2024, elaborado por el Movimiento Federal XMÁSESI.
¿Qué desafíos presenta este contexto para la enseñanza y el aprendizaje de la ESI en la escuela? Para Cecilia, es como un “volver a empezar”. “Me encontré con preguntas que hace tiempo había escuchado”, cuenta.
En este contexto hostil, el aula es un espacio donde habitar la afectividad aún es posible. Donde desarmar las violencias, cuidar y tejer lo descosido, también.
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