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TRANSAMÉRICA: CONFRONTANDO LAS POROSAS FRONTERAS DE LA POSMODERNIDAD




Ruth Zurbriggen, Gabriela Herczeg y Graciela Alonso[1]
Colectiva Feminista La Revuelta – Neuquén-Patagonia Argentina


RARIFICANDO LAS PEDAGOGÍAS, RARIFICANDO LAS ACTUANCIAS POLÍTICAS…
(Desfiladeros mutantes hacia perversiones disidentes inconclusas)


“La única forma de descubrir los límites de lo posible,
es yendo más allá de ellos, a lo imposible.”
Arthur. C. Clark.



Transamérica… nos invita a una conversación. Elegimos y deseamos conversar en este escrito sobre nosotras mismas. Usaremos este texto como excusa para pensarnos y compartir algunas notas (quizás no tan porosas como quisiéramos) sobre nuestra experiencia. Más precisamente sobre la experiencia de actuancias político-pedagógicas de la Colectiva Feminista que allá por el año 2001 hemos dado en denominar “La Revuelta”.


Pretendemos cartografiar esto que estamos siendo, en un punto diminuto y candente del sur del continente americano… analizar hacia qué geografías, hacia qué fronteras, hacia qué periferias mudamos y qué geografías, qué fronteras, qué periferias mudan con y a través de nosotras.





A modo de notas (siempre inconclusas…)


I – LA ANORMALIDAD NO EXISTE, LO QUE EXISTE ES UNA FORMA
DE CONOCIMIENTO SOBRE LA NORMALIDAD


Vale remarcar que la modernidad –en general– y la pedagogía dominante –en particular– se erigieron sobre un andamiaje de discursos dicotómicos, fuertemente reguladores de prácticas, de relaciones, de subjetividades, de placeres, de cuerpos, de sexualidad(es), del ser(es) y del deber ser(es), en una especie de “metafísica de la eternidad“: la modernidad trae consigo una estructura narrativa que semantiza la realidad como única, lista, total y eterna. Este meta–relato tiene efectos en los cuerpos y en las vidas de las personas en la medida que se ensamblan con relatos singulares, que –a la vez– son posibles en esos relatos totalizadores, engarzados vía las tecnologías de la economía política de los estereotipos. Siguiendo al profesor Carlos Skliar (2006), apuntamos que el campo pedagógico, cargado de moralismos y presunciones científicas con pretensión de neutralidad, es un terreno fértil para los/as anormalizadores/as. Desde estas nociones diremos que la anormalidad no existe, lo que existe es una forma de conocimiento sobre la normalidad.


Actualmente uno de los centros de nuestras sospechas políticas y epistemológicas se halla en la reflexión acerca de las relaciones entre la normalidad y la anormalidad. Rossana Reguillo Cruz (2006), sugiere que reflexionar acerca de la anomalía como estrategia analítica, supone dos desplazamientos fundamentales para el pensamiento y para la actividad política –agregamos nosotras: “de un lado, nos vuelve capaces de colocar la norma y el consenso como textos disciplinarios que distribuyen y prescriben la ‘razón buena’ y prescriben la ‘razón mala’; y de otro lado, la anomalía permite revisar los criterios de ‘normalidad’ con los que una sociedad particular, histórica, situada, opera y, de manera fundamental, toca, en lo profundo, el espacio de apertura social y capacidad de procesamiento frente a los ‘eventos’ irruptivos“. (Reguillo Cruz, R: 2006:69).


Develar la llamada anormalidad nos coloca ante la incómoda pregunta sobre la tolerancia, desborda de todo aquello considerado políticamente correcto y pone entredicho el establecimiento de sujetos/as/xs reconocidos como –apropiados –. Supone detenernos en alguna estación para pensar todo aquello considerado humano como sospechado de toda humanidad.


Pero develar el proceso que tiene como efecto la producción de la normalidad y la anormalidad en el campo de lo educativo, supone también vérnoslas con una dicotomía que delimitó y delimita aquello que es dable de ser pensado en los ámbitos académicos; nos referimos al par conocimiento / ignorancia.


La pedagogía moderna quedó “pipona” de conocimiento y defecó ignorancia. Consideró a la ignorancia como aquello que debía alimentar las cloacas del mundo y ser expulsado de los cuerpos puros que habitan el día a día escolar. Conocimiento e ignorancia no se tienen que tocar, la ignorancia contamina. Sin embargo, si la ignorancia no está por fuera del conocimiento, sino que es un residuo de él, como enseña Lacan, la pureza no existe, es otra invención de esta pedagogía. La ignorancia es un efecto del conocimiento y su propio límite. O sea, la ignorancia le pone límites a ese conocimiento; ¿quiénes son los personajes que llevan a escena, se invisten o son investidos de o por esta ignorancia?; ¿cuáles son los campos/sitios/territorios donde la ignorancia opera abusivamente para excluir?


En las escuelas, cuerpos y sexualidades disidentes convulsionan, desbordan y hacen estallar sus propios parámetros de protección. Sexualidades y cuerpos disidentes no tienen espacio ni cabida; se expulsan. Y si osan transitar sus geografías cotidianas, se convertirán en los llamados “casos” para cualquier normalizador/a, que discretamente y, en una operación viciada de fascismo, apenas podrá tolerar. Seguimos a la pedagoga queer, Deborah Britzman (2002) quien sostiene que la normalidad “exorbitante” se construye en el mismísimo instante en que se representa al otro/a/x como un espacio de desviación y dolencia, al que hace falta –cuanto más– contener. Estas prácticas interpretativas tan crueles y tan comunes, son un síntoma de lo que Michel Warner denomina “heteronormatividad”.[2]


Sin embargo, en nuestras experiencias, se le ponga el nombre que se le ponga a la discontinuidad, ésta es el espacio más prolífico para producir no sólo rupturas o quiebres, sino también subjetividades verosímiles. Parafraseamos a Britzman, quien nos ayuda a provocar desplazamientos con sus interrogantes: ¿Qué se torna impensable cuando la llamada anormalidad es pensada como teniendo un lugar apropiado?; ¿qué es lo apropiado y para quién, si la cultura tiene ese talento teleológico para excluir a sus miembros/as/xs en base a la propiedad cultural y a sus criterios de autenticidad?; ¿qué ocurre si lo que está en juego son los límites de nuestro conocimiento?; ¿qué podría demandar de profesores/as/xs el trabajar con los constructos y los órdenes conceptuales de las sexualidades (en particular las ubicadas en el orden de la perversidad) de formas tales que se comprometan éticamente con la justicia social, y de maneras que rearticulen la pedagogía como un problema de placeres e identificaciones proliferantes que no esté sujeto a las dinámicas de la subordinación y la dominación?; ¿puede alguna pedagogía reconocer la imposibilidad de pensar en la normalidad y la manera en que la normalidad se constituye una y otra vez?


II – SOMOS MALAS, PODEMOS SER PEORES…


Hay una especie de relieve sinuoso y controvertido en nuestra existencia, en tanto herederas de cierta formación que nos hace –muchas veces– aparcar en lo sabido, en lo pensando, en lo permitido. Cruzar las fronteras (éstas pensadas no tan sólo como límites geográficos) es también cruzar las fronteras de las memorias, de los deseos, de las identidades.


Salimos a la palestra pública como colectivo feminista, siendo un trío de mujeres insatisfechas con otras organizaciones y con intuiciones personales y políticas que nos volvían sobre el cuestionamiento y desmantelamiento de la construcción patriarcal y burguesa del mundo. A poco de andar, ese feminismo empezó a resultarnos ajeno, tan blanco, tan occidental, tan heterosexista, tan urbano, tan adulto, tan extraño a las diferencias, tan clase mediero… ¿En qué puntos los nuevos contornos que pretendíamos esbozar no se apartaban de las “marcas” de la modernidad y sus pedagogías?; ¿otras homogeneizaciones universalistas nos atraparon y más tarde desbordaron?


Nuevas relaciones políticas, nuevas intuiciones y sospechas epistemológicas nos hicieron tomar distancias críticas con los marcos de referencia que empezaban a abrigarnos. El ejercicio de invertir la dirección de las miradas, permitirnos analizar las intersecciones entre los nuevos colonialismos, nacionalismos, heteropatriarcados y capitalismos globalizados supuso la tarea de rastrear si acaso no hay sujetos/as/xs in-significantes para ciertos feminismos. ¿Cuáles sujetos/as/xs nos resultaban in-significantes a las trabajadoras culturales de La Revuelta?


Como escribiera la poeta, ensayista y activista chicana Gloria Anzaldúa (1987), las fronteras se establecen para definir los lugares seguros y los que son inseguros, para distinguirnos a nosotras de ellos… Lo inalcanzable y lo prohibido son sus habitantes. ¿A qué sujetos/as/xs semantizamos como inasibles, exóticos, raros? ¿Qué nuevos muros de vergüenza se institucionalizan entonces?


Finalizando el año 2007, ese original trío de mujeres feministas, es una numerosa bandada constituida en su mayoría por docentes de distintos niveles educativos, heterosexuales, lesbianas, bisexuales, blancas, morenas, ateas, agnósticas. Cruzamos fronteras que allá por el 2001 parecían trincheras infranqueables. Transitamos bordes. Lo trans inspira pasajes, intervenciones, performances, contaminaciones, fusiones. Los bordes de lo trans concentra diferentes escenarios.


En nuestro activismo la figura de la contaminación de narrativas nos permite cierta identificación dado que nos habilita a jugar el juego de la superposición de saberes. Saberes que son menos conocimiento y más ignorancia, en el sentido de mostrar aquello que a “la sociedad” le resulta intolerable y desea mantener como no existente. Saberes que no le temen a la incertidumbre y desestabilización.


¿Qué nuevas pedagogías emergen a partir de las transgresiones en los significados sexuales, culturales y sociales que buscamos porfiadamente instalar en esta zona activa[3] del continente en el Norte de la Patagonia–argentina.


Una(s) pedagogía(s) a contrapelo, porque salen de las instituciones escolares ante la certeza de que las ahogan, para ir a la calle, al encuentro de nuestros deseos, pasiones, para encontrarnos así con otras/os/xs que nos interpelan, que nos provocan, que nos preguntan. La puesta en cuestión de la cultura dominante adquiere otros matices desde la disidencia que vanidosamente nombramos trans; nos empuja desde el pensamiento dicotómico eternizante hacia la inestabilidad de los bordes. Nos corre desde la comodidad de la identidad sedimentada a las identidades porosas y nómades. Y es justamente en este instante de reflexión y acción, donde nuestras propias subjetividades tambalean, donde empezamos a pensar en nuevas prácticas sociales, en nuevas pedagogías, nuevos espacios, nuevos relieves donde asoman otras/os/xs, antes impensados.


Las prácticas pedagógicas no son, ni pueden ser, las mismas. Porque es el propio cuerpo, la propia subjetividad, quienes se rarifican, entonces ya no podemos volver al mismo lugar. Porque nos volvemos completamente intolerantes.


El arte callejero es uno de los modos que encontramos para expresar nuestras maldades, para que cuerpos, palabras, figuras, den sentido a otra pedagogía cultural. Así, por ejemplo, el fusilamiento del docente Carlos Fuentealba [4], a manos de las fuerzas represivas especiales de la provincia de Neuquén, gobernada por Jorge Omar Sobisch [5], nos encontró en marzo de este año a las integrantes de La Revuelta propiciando la realización de acciones inéditas dentro de los sectores sindicales, como ser los denominados “escraches” (después podemos en la conversación agregar y describir algunos de ellos, también hay fotografías que ilustran. Destaca el profesor e investigador Fernando Aizicson, en su ensayo [6], que citamos a continuación en extenso:


“El episodio de la muerte de Fuentealba primero y los escraches que comenzaron a sucederse sin pausa en Neuquén después, exacerbaron los ánimos del mandatario [Jorge Sobisch] a tal punto que, en sus intentos por despegarse de la imagen de represor de las protestas docentes y responsable directo de la tragedia, reaccionó culpabilizando, en un programa televisivo de alcance nacional, a un sector de docentes que escrachaban a cuanto funcionario público tuvieran a mano tildándolos[as] de “elite parapolicial”. Resulta que esa “elite” no era ni más ni menos que un nutrido y activo grupo de docentes, estudiantes secundarios y universitarios, trabajadores[as] de hospitales y activistas feministas del colectivo(a) denominado La Revuelta. Este último grupo, ya famoso en Neuquén por sus vigorosas apariciones en público, es el que con más profusión venía trabajando en base a escraches en los últimos años como forma de protesta. Constituido a principios del convulsivo año 2001 argentino, en La Revuelta activan una quincena de mujeres y otro tanto de simpatizantes, casi en su totalidad docentes de distintos niveles (desde profesoras de Educación Física, hasta Teatro y Plástica), con un rango de edad que oscila los 20-42 años, y cuya característica más saliente, de relevancia para nuestro trabajo, es la intención de construir nuevas prácticas políticas pero siempre junto al arco de movimientos sociales y sindicales regional para que desde allí éstos sumen los reclamos feministas a sus agendas de lucha. Quizás sea este matiz el que las coloca en una posición ventajosa respecto de otros colectivos similares locales como son las Fugitivas del desierto-Lesbianas Feministas, en el sentido de que su vocación de intervención política excede los círculos reducidos de militancia y se pretende entrelazada con la variopinta oposición político-sindical neuquina”.


También la creación de espacios enunciativos contestatarios:
Ante la convocatoria a marchar el 9 de abril en repudio al fusilamiento del docente, organizamos una intervención a la madrugada de la Casa de Gobierno, en la que luego habría acampe de docentes por más de 30 días.


Impregnamos la de color negro la casa de gobierno: el sitio donde las políticas neoliberales de los ´90 hicieron nido para desplegarse contra la ciudadanía se vio virtualmente sitiado e intervenido, escenificando el luto, señalando con claridad al asesino, buscando echarlo del gobierno bajo la exigencia de renuncia. Los símbolos del nacionalismo investidos de color negro. El color negro manchando la política, tapando el signo de la identidad que mata…


La intervención del monumento a San Martín, centro de las reuniones y convocatorias de protesta de la ciudad, pocos días más tarde… Otra vez el negro, otra vez la imagen del luto y el duelo colectivo entramado con el rojo de la rebeldía. Otra vez el arte al servicio de la política libertaria; creatividad para suturar el dolor, el miedo y el espanto, creatividad para acogernos contra la dominación que asesina.




Nuevos marcos epistemológicos, otros posicionamientos políticos, otras ubicaciones, nos ponen en un lugar de un activismo que no puede soslayar la opresión que significa la obsesión por normalizarlo todo. Por eso ante el “Sobisch puto” estampado en las paredes de la ciudad que habitamos, respondemos que el problema no es que sea puto sino fascista; ante el “Sobisch hijo de puta”, decimos que las putas no parimos la mierda que nos gobierna. Es nuestra manera de tensionar los discursos de compañeros y compañeras con los cruces entre explotación / clase / género / identidad sexual; haciendo entrar en el “juego” de la lucha de clases otras manifestaciones, reconfiguraciones y transformaciones, que intenten dar cabida a la reflexión sobre las insuficiencias de los imaginarios (incluso los que se postulan como “progresistas” y de “izquierda”).


La complejidad de los acontecimientos que vivimos, constituye un desafío para explorar la porosidad de las fronteras, para entrever allí algo novedoso. Intelectuales, académicas, activistas. Más activistas que académicas a veces, más académicas que activistas en otras circunstancias; apostamos a pensar nuestra experiencia en nuestras vidas íntimas, en las aulas, en las calles, en la vida social y cultural de esta región del planeta, como el despliegue de actos de rebeldía ingobernables, insumisos, subversivos, mestizos, inciertos, híbridos, inapropiados. Propugnamos otros discursos en los que se indague sobre todo aquello que se concentró en los extremos, en los confines, en los bordes. Formas de conocimiento que restituyan aquello que las hegemonías borran.


Pedagogas perversas, transgresoras, presuntuosamente trans, disidentes. Feministas. Empecinadas en rarificar las pedagogías modernas y “satisfechas” que habitan e impregnan el aire que se respira en las instituciones que transitamos. Rarificar los espacios, las miradas, los decires, los pensamientos, los discursos: ¿qué mutaciones provocan, provocamos y nos provocan? ¿Cómo rarificar los deseos y las pasiones? ¿Cómo rarificar los conocimientos? ¿Cómo rarificar la vida misma? ¿Qué posibilidades políticas abre pensarse desde/con/entre las diferentes disidencias? ¿Qué nuevos relieves dibujan nuestras prácticas en otras, otros, otrxs y en nosotras mismas?


Generalmente pararse en las incertezas direcciona a no responder los interrogantes que nos planteamos. De todos modos podemos / queremos aventurar algunas cuestiones, porque estamos vivas, receptivas, expectantes y todo lo escrito hasta acá (y antes de esto) está disponible para ser desechado a partir de una palabra, un gesto, un guiño que nos lleve a repensar nuestro estar siendo, nuestro estar diciendo.


Lo trans, aquello del orden de lo disidente, lo es en un contexto. Podemos apuntar muchas cosas (y no es poca cosa decirlas) pero hay momentos, situaciones, que convulsionan nuestro cuerpo hasta un punto impensable quizás unos segundos atrás. La contingencia nos coloca en un lugar, en un tiempo–espacio inimaginado al cruzar el umbral.


Estamos puestas en la historia, somos también efecto de ella, pero hoy tenemos que actuar. Nuestro acto define. Cuando no tenemos palabras, cuando no podemos ponerle nombre a eso que nos pasa, a esa experiencia; cuando lo real acontece y nos falta el aire y no podemos respirar sin lágrimas, lo colectivo, la calle, nuevas palabras, las mismas pero en otros lugares, nos hacen resurgir de nuestras propias revueltas.


La normalidad está en todos lados, impregna el mundo social; ése es el gran logro de la heteronormatividad, está fungiendo en el contrato social mismo, como tan lúcidamente lo planteó Monique Wittig; no normaliza sólo los géneros y las sexualidades, sino que en ellos hay una poderosa clave para leer las divisiones, opresiones y resistencias del acontecer económico, político, social, cultural.


Una maestra de nivel primario, comentó al cierre de un taller público recientemente realizado en la Escuela Provincial de Música de la ciudad: “Quién iba a imaginar que yo iba a estar haciendo un escrache contra un ministro que estaba internado con neumonía, que iba a ir a desparramar bolsas y bolsas de hielo en la puerta de una clínica y a escribir ‘aguante el neumococo’, nadie iba a pensar eso de las docentes hace un tiempo, ni nosotras mismas, yo me siento muy bien con lo que hice”. Hay aquí “algo” que resquebraja sentidos, que cuestiona, que despoja y permea hacia experiencias audaces de empoderamientos.


Orgullosamente feministas, necesariamente inconvenientes osamos pensar que como movimiento social estamos colaborando en la provisión de otros lenguajes, otros deseos, otras promesas culturales. Instalando nuevos umbrales de escucha, también hacia quienes todavía no perciben las distintas disidencias en términos de una vida con la que puedan compartir su cotidianeidad. En otras palabras, ponemos a disposición, con mayor o menor grado de fijación, relatos de subjetivación a nuevos/as/xs miembros/as/xs e intentamos preparar otras escuchas y miradas, intentamos articular comunidades más amplias de verificación.


Suponemos que la pedagogía (y el feminismo) pueden proponerse categorías inconclusas y contingentes que desestabilicen lo posible de ser pensado, arriesgando todo lo obvio para arriesgar la vida misma. Nos arriesgamos a revueltas en la pedagogía, revueltas epistemológicas, revueltas en las ignorancias, revueltas en las prácticas, revueltas en la política, revueltas en las formas militantes, revueltas en el pensamiento y en los deseos, eróticas revueltas… promisorios desafíos. Porque quizás es tiempo ya de gestar una pedagogía y un feminismo trans que nos hagan asirnos del entendimiento que supone vivir en las fronteras impuestas a base de sufrimientos de vidas humanas, que aparecen para normalizadores/as y anormalizadores/as como vidas indignas de ser vividas. Porque quizás es tiempo de mutar en las tradiciones militantes que nos aprisionan para comprender el alto contenido político de la consigna de nuestra querida compañera feminista y travesti Lohana Berkins: “Nosotras también te lloramos Carlos Fuentealba, aunque nadie llore nuestras muertas”. Ojalá sea tiempo…



[1] Docentes de Institutos de Formación Docente y de la Facultad de Ciencias de la Educación UNComahue. Integrantes del Proyecto de Investigación “Aproximaciones al estudio de los Movimientos Sexo-Genéricos en Argentina”.


[2] “El término heteronormatividad empieza a apuntar a la manera en que la producción de lo extraño va estrechamente ligada a la posibilidad de normalidad. Es decir, la normalidad puede entenderse tan sólo mediante la construcción de su opuesto: lo extraño. En esta relación la normalidad siempre debe hacerse normal a sí misma, siempre debe normalizarse. Los estudios más recientes sobre teoría queer sugieren que el problema no es el temor a lo queer sino la obsesión con normalizar y contenerlo, y, por consiguiente, también a la otredad. Es insólito que, de hecho, estos mecanismos sean de producción de la normalidad”. Deborah Britzman: “La pedagogía transgresora y sus extrañas técnicas” en Sexualidades transgresoras – Una antología de estudios queer – Ediciones Icaria 2002. (Pág. 208)


[3] Neuquén se ha caracterizado por ser una provincia con una tradición de importantes huelgas y luchas de diversa índole. Enfrentamientos a planes y políticas neoliberales, especialmente de sectores ligados al Estado provincial, en particular docentes y de salud pública. Bautizada como la capital de los derechos humanos por las manifestaciones post-dictadura en este terreno junto con el cobijo que el obispo Jaime De Nevares dio a militantes perseguidos durante el gobierno dictatorial, además de propiciar la conformación de la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos). Sectores de pueblos originarios nucleados en la COM (Coordinadora de Organizaciones Mapuches) mantienen fuertes litigios contra empresas petroleras. Un movimiento estudiantil organizado. El funcionamiento bajo control obrero de una fábrica de cerámicos, que ya lleva 6 años de producción con más de 450 puestos de trabajo. Además ha sido pionera, a nivel país, en la sanción de leyes referidas a violencia familiar, derechos sexuales y reproductivos, derechos de la niñez y adolescencia. Alberga un número importante de mujeres lesbianas de otras provincias, que durante años han venido en busca de trabajo pero también buscando un sitio donde vivir su lesbianismo lejos de las familias de origen.


[4] El 5 de marzo del 2007 estaba previsto en Neuquén, provincia patagónica argentina, el inicio de clases. Ese mismo día comenzó una huelga docente votada en el sindicato neuquino ATEN (Asociación de Trabajadores/as de la Educación de Neuquén) en reclamo de recomposición salarial y el pase a planta de los trabajadores/as contratados/as que se desempeñan en su mayoría como personal de maestranza y administrativos/as. El gobierno de la provincia eludió toda posibilidad de negociación, a partir de buscar el enfrentamiento entre las familias y los sectores de trabajadoras/es. La medida de fuerza devino en un paro por tiempo indeterminado ante la ausencia de respuestas gubernamentales que satisfagan los reclamos docentes. Movilizaciones, clases públicas, radios abiertas constituyen las primeras acciones. El conflicto, que se agudizaba con el correr de los días, generaba cada vez más tensiones entre docentes y gobierno; ATEN decide el corte y bloqueo de las rutas que garantizan el acceso a los centros turísticos, durante los días de semana santa (mini vacaciones de cuatro días). Se pretendía cortar la ruta nacional 22, a la altura de la localidad de Arroyito, el día miércoles 4 de abril. Cuando las y los trabajadoras/es de la educación nos disponíamos realizar el corte de ruta, fuerzas policiales reprimieron duramente sin instancia de diálogo, realizando una verdadera cacería por las zonas descampadas del lugar. Un agente de las fuerzas represivas especiales Especial de Operaciones Policiales (GEOP) disparó una granada de gas lacrimógeno por detrás a un automóvil que llevaba a tres docentes que intentaban huir de los gases, impactando en la cabeza del profesor y maestro Carlos Fuentealba. Falleció el jueves 5 de abril, luego de permanecer en agonía.
La indignación hizo que el porcentaje de acatamiento al paro fuera casi total durante las semanas siguientes, el lunes 9 de abril se realiza la marcha más grande en la historia de la capital neuquina, congregando a unas 30.000 personas. En el país, ese lunes se realizó un paro general. Continuó el paro y un mes más tarde, el gobierno y dirigentes sindicales se reunieron en una mesa de negociación. Las asambleas de ATEN votaron aceptar una propuesta gubernamental que contemplaba parte del pliego de reivindicaciones. En los meses siguientes se conformó la Co.Ca.Pre (Comisión Carlos Presente, Justicia Ya) que exige juicio y castigo a los responsables materiales e intelectuales del fusilamiento público de Carlos Fuentealba.


[5] Quien cumplía su tercer mandato como gobernador, integrante del Movimiento Popular Neuquino, partido provincial que gobierna Neuquén hace 40 años. Además, Jorge Sobisch venía disputando su candidatura a presidente con sectores de derecha de la política argentina como el menemismo y el macrismo. Ante el aislamiento político que sufre a raíz del conflicto docente, se presenta como candidato a presidente en la fórmula con el ultraderechista Jorge Asís.


[6] La Revuelta de los corpiños. Performance, activismo feminista y lucha sindical docente en Neuquén, abril de 2007. Uno de los escraches a que hace referencia el ensayo, es realizado por el agua y por la tierra –en forma simultánea- a la Residencia de la Costa, lugar situado sobre una de las márgenes del Río Limay, donde se instaló el gobernador Sobisch y su gabinete a partir del acampe permanente en las puertas de la Casa de Gobierno, luego del fusilamiento de Fuentealba.



Bibliografía citada y consultada


Butler Judith (2002): Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Buenos Aires, Paidos.


De Lauretis, Teresa. (1989): “La tecnología del género”. En Revista Mora, N° 2, Noviembre 1996. Buenos Aires.


Lopes Louro, Guacira (2004): Um corpo estranho. Ensayos sobre sexualidade e teoria queer. Ed. Sao Pablo, Auténtica.


Maffía, Diana -comp.- (2003): Sexualidades migrantes. Género y transgénero. Buenos Aires. Feminaria Editora.


Mérida Jiménez, Rafael (2002): Sexualidades transgresoras. Una antología de estudios queer. Barcelona. Icaria.


Reguillo Cruz, Rossana (2006): “Políticas de la mirada. Hacia una antropología de las pasiones contemporáneas” en Dussel, Inés y Gutiérrez, Daniela (comp) Educar la mirada, Buenos Aires. Ediciones Manantial.



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