Coser en colectivo: la experiencia de la cooperativa Septiembre Textil

Septiembre Textil es la cooperativa de trabajo que realiza parte de los pañuelos verdes y violetas que circulan en la región. Mujeres que se autogestionan sus trabajos, que defienden su autonomía, que buscan romper con los estereotipos de género y a la vez reinventarse en una economía en crisis y en medio de la pandemia.

Parte de las integrantes de la cooperativa Septiembre Textil. (Foto Flor Zitti)

 

Corte y confección, costura. Tareas vinculadas exclusivamente a las mujeres. Actividades devaluadas históricamente por el patriarcado, confinadas al ámbito doméstico, que refuerzan la idea de que las mujeres solo pueden dedicarse a tareas manuales y delicadas, y si es solas en su casa y sin retribución económica, mejor. Sin saberlo o sin proponérselo como tal fin –como muchos de sus debates feministas- las integrantes de la cooperativa Septiembre Textil rompieron con esa estructura. “Potenciamos nuestras fuerzas”, dice la presidenta, Marcela Navratil.

La cooperativa se formó en 2008 en Cipolletti, Río Negro. “Surgió la idea para fortalecernos, porque trabajar en lo textil es difícil como salida laboral. Pensamos en potenciarnos en el colectivo. Siempre hemos sido desde el inicio, las que estamos, y las que pasaron y se fueron, mujeres jefas de hogar, cabezas de familia, a cargo de niñes. No es casual”, cuenta Marcela. En un principio se dedicaron a realizar uniformes para establecimientos educativos privados, intentaron vender indumentaria para empresas pero no funcionó, y luego sumaron camperas para egresades. Con el tiempo fueron incorporando marcas propias: aPi ropa para infancias libres, Jamelia para mujeres talles XXL, y Cíclica, toallitas de tela para la menstruación.

Actualmente son seis asociadas -llegaron a ser diez-, y funcionan en base a lo que establece la ley de cooperativas: tienen acuerdos sobre los precios, sobre las horas de trabajo y cobran según lo trabajado. “Pero siempre primero lo que ingresa va para los gastos fijos (impuestos, seguro, internet, alquiler del local)”, aclara Marcela.

La docente feminista y escritora Silvia Federici cuenta que antes del capitalismo, “hasta el siglo XVI las mujeres limpiaban la ropa juntas, bordaban, cuidaban los niños, hacían estos trabajos colectivamente no separadas en sus casas”*. La experiencia de Septiembre Textil avizora una vuelta a esos trabajos colectivos, puestos en valor y remunerados. Su forma cooperativa se fuga de los conceptos capitalistas de la acumulación, ganancia y patronal.

Foto Flor Zitti.

 

Su producción rompe con la oferta textil “de moda” o tradicional. Algunas ideas sobre estereotipos de género, mandatos culturales sobre los cuerpos, tareas de cuidado y el trabajo no pago, circulaban entre los días de costura en el taller de la cooperativa. “Nos fuimos vinculando con el feminismo siempre sin saber. Porque en el día a día de una persona que está a cargo de todo (de su casa, de su trabajo), no es tan fácil participar de debates, los veíamos de pasadita. Sin darnos cuenta transitábamos algunos de esos debates en la forma en que gestionábamos nuestra cooperativa, en el trabajo sobre la equidad de género. Formamos parte de FECOOTRA (Federación de Cooperativas de Argentina), que tiene un comité de género muy importante, del que participamos activamente. Colaboramos en las encuestas sobre cuidados, por ejemplo. Mientras cosíamos se generaban los debates de estos temas”, relata Marcela.

En 2018 –el año de la Marea Verde- la colectiva feminista La Revuelta le encargó la costura de pañuelos verdes por el Aborto Legal. “Fue una felicidad enorme porque estábamos en una crisis económica y eso nos ayudó mucho. Después vino todo un debate interno porque se generaron rispideces con algunas compañeras por su formación religiosa. Fue muy lindo poder dar el debate, cuando nos pudimos sincerar, se entendió que era un tema de salud pública, pudimos llegar a esas conclusiones quizás no tan académicamente, pero los pañuelos verdes fueron súper aceptados y entendidos. Hicimos escuela dentro de la cooperativa con la hechura de los pañuelos”, recuerda la presidenta de la cooperativa. Luego llegó el Encuentro PluriNacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales y No Binaries en Trelew y allí viajaron algunas integrantes de Septiembre Textil. Para Marcela fue “el momento de abrir la puerta para conocer realidades y experiencias de otras mujeres”.

Marcela destaca que dentro de los debates feministas y vivencias personales el tema que más las convoca es la economía de cuidados. “Hace más de un año estamos en un espacio que se llama Feminismos Comunitarios y Territoriales, y desde allí trabajamos mucho este tema”, agrega. 

Marcela, presidenta de la cooperativa. (Foto Flor Zitti)

 

“Lo que más destacamos de nuestra cooperativa es la autogestión. Porque entendemos que la verdadera independencia es la económica, que nos permite posicionarnos más libremente. Hace unos largos siete años que entendemos que la cooperativa no es solo una fuente de trabajo sino una forma de vida. Que tenemos que involucrarnos políticamente con otros sectores para que no se caiga, que tenemos que defender nuestra autogestión y nuestra autonomía, aunque eso traiga sacrificios, sabemos que a veces no nos dan trabajo por nuestras posturas o porque hacemos los pañuelos verdes y ahora los naranja”, remarca. Nuevamente La Revuelta le encargó a la cooperativa la producción de pañuelos, esta vez naranjas con la consigna “La única iglesia que ilumina es la que arde” para seguir apostando al reclamo activista de iglesias y estado, asuntos separados. “Estamos infinitamente agradecidas que hayan confiado en nosotras, que lo sigan haciendo y dándonos trabajo, lo valoramos muchísimo más con todo lo que representa la lucha”, agrega Marcela.

“El mundo es nuestro”

El año 2020 fue un punto de inflexión para la cooperativa, al punto de pensar en cerrar. Venían arrastrando cuatro años de dificultades y la pandemia las golpeó. “Iniciamos un 2020 con mucha expectativa hacia las y los egresados, pero en abril y mayo vimos la realidad: nos dimos cuenta que estábamos encerradas, que no iba a haber egresados/as luciendo sus camperas, como en años anteriores, que lo único que hacíamos era sumar deudas. Nos pusimos a pensar en cerrar pero somos tercas, amamos lo que hacemos, y hay mucha pertenencia en la cooperativa”, recuerda Marcela. “Decidimos darnos un año más y pensar una vuelta de rosca. Incorporamos una persona que manejara redes y nos diera más visibilización. Fue muy increíble, porque había productos que los teníamos desde siempre, como los acolchados de retazos y pijamas para niñes, que cuando se empezaron a mostrar se vendieron un montón. Con eso pudimos sostenernos, pagar deudas. Vimos que, si con lo que ya hacíamos, en medio de la pandemia, nos podíamos sostener, entonces el mundo es nuestro. Esta misma compañera se sumó como asociada, traía un proyecto que es Cíclica, nuestra marca de toallitas de tela”, describe.

La venta online, a través de su web, les dio un respiro y también el impulso para concretar los proyectos que habían planificado: una escuela taller textil y una iniciativa de cooperativas en contextos de encierro que ya se desarrolla en el país pero solo en las cárceles de varones. “Queremos llevar la instancia cooperativa a las cárceles de mujeres”, sueña Marcela.

Para contactarse con Septiembre Textil pueden comprar en su web: septiembretextil.com.ar o seguirlas en Instagram y Facebook

*Para profundizar en estas ideas de Sivia Federici se puede leer: “Calibán y la Bruja”.

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