TEA y programación: una apuesta colectiva y disidente frente al miedo y la fragilidad

PASAYO es una escuela de programación para infancias y adolescencias en el espectro autista, que funciona en la Facultad de Informática de la Universidad Nacional del Comahue (FAI-UNCo). El equipo está integrado por profesionales de distintas áreas, incluidas docentes feministas de La Revuelta. Tienen objetivos a mediano y largo plazo: construir aprendizaje sobre estructuras básicas de programación y generar espacios en el mercado laboral para personas con TEA (Trastorno del Espectro Autista).

Federico Amigone es docente e investigador de la facultad de Informática, uno de los coordinadores de la plataforma didáctica PASAYO y papá de un niño de 10 años que está en el espectro autista. Cuenta que la iniciativa surgió “como un acto colectivo y afirmativo frente al miedo y la fragilidad. Me refiero al miedo de pensar el futuro, a la situación de fragilidad de un niño o niña en el espectro cuando no encontramos puntos de apoyo al proyectar su autonomía económica en el futuro. Hoy la figura del autista adulto tiene muy poca densidad en el imaginario social”.

Estirar los límites de lo posible, ampliar horizontes, construir otros mundos de vidas dignas y felices, llenarlos de otros sentidos. PASAYO es mucho más que una plataforma y una escuela de programación.  Busca un cambio en la comunidad, en los vínculos, en las pedagogías y en las estructuras de aprendizaje. “Es una respuesta disidente al lugar que los/as/es autistas tienen asignados en nuestra sociedad. Un ensayo rebelde frente a la desertificación de nuestras esperanzas. Un proceso que busca subvertir las condiciones imperantes en materia de formación de habilidades tecnológicas para jóvenes en el espectro. Pero PASAYO es sobre todo una praxis colectiva que se ejerce desde el barro de las periferias neurológicas no sólo para denunciar carencias sino para explorar y diseñar prácticas basadas en evidencias construidas desde el colectivo autista y no desde los expertos clínicos”, describe Federico.

En esos otros mundos que se van armando entra el feminismo: “ser acompañantes de abortos, desde La Revuelta y Socorristas en Red, es una posibilidad de aprender otros mundos, de cambiar, de ser otras personas, de mejorar y construir muchas-otras sensibilidades”, dice Belén Grosso, docente feminista e integrante de La Revuelta. Federico convocó a la colectiva, a través de Belén y de Ruth Zurbriggen, a formar parte de PASAYO a principios de 2022, convencido de que el feminismo y el feminismo de La Revuelta tenía que ser parte de este proyecto.

Ruth y Belén han tomado tareas vinculadas a la etapa de entrevistas con las familias de infancias en el espectro autista. Es una de las primeras instancias del proyecto. La demanda se recibe al mail C4@fi.uncoma.edu.ar o pueden contactarse en su página web.

Los feminismos vienen desarrollando muchas pedagogías vinculados a los cuidados, a las amorosidades, a las ternuras, a las pasiones, y desde La Revuelta hace tiempo venimos ofreciendo escucha, presencia activa, cuidados colectivos. Este feminismo ofrece estar, escuchar, aprender, dar tiempo no apurado”, explica Belén sobre los aportes de la colectiva a esta iniciativa. También asegura que gran parte de la participación está vinculada a aprender y derribar prejuicios. “Cuando decimos ‘estamos armando un mundo feminista’, es esto: un mundo amoroso, tierno, que cuida a las infancias y adolescencias, que les da tiempo”, agrega.

El equipo de PASAYO.

El equipo de PASAYO cuenta con docentes investigadores, como Jorge Rodríguez, referente regional en didácticas específicas para las Ciencias de la Computación;  también con estudiantes avanzados que realizan becas de Prácticas Preprofesional Universitarias, graduados y docentes FAI-UNCo, que colaboran con el rol de facilitación en forma ad honorem. “De allí surgen ideas, estrategias, soporte a los procesos de admisión y mucha experiencia valiosa sobre la construcción de tecnologías políticas”, cuenta Federico. La propuesta es totalmente gratuita para las familias y se solventa con el apoyo de empresas regionales vinculadas a la tecnología, ya que no cuentan con un presupuesto público asignado.

Agustina Contreras, cursa la Licenciatura en Sistemas de Información y es una de las becarias: “intentamos guiar a las familias durante los encuentros a que sepan cómo utilizar la plataforma, desde crear el usuario de ingreso hasta programar códigos o crear sus propias experiencias didácticas dentro de la misma. Actualmente, estamos facilitando cerca de 10 familias, pero han pasado por nuestro proyecto más de 20, en total”. El rol de las familias es fundamental porque actúan en la mayoría de las situaciones como intermediarias. “Les explicamos los temas a tratar, con la expectativa de que estos les transmitan los conocimientos a los niños y vayan avanzando en la malla curricular de PASAYO. En particular, hay un nene de Aluminé, al que lo facilito directamente ya que leemos juntos los apuntes de PASAYO, vamos avanzando con los contenidos y le colaboro para que realice las actividades”, relata Agustina.

Si bien la tecnología funciona como una aliada a la hora de la comunicación en personas dentro del espectro autista, no es un objetivo fundamental. Por eso PASAYO es mucho más que una plataforma, es una escuela. “El esquema de PASAYO se podría replicar sobre cualquier otro objeto de estudio, no solo la programación. Me refiero a cualquier otra disciplina técnica. Por eso, el desafío acá es crear los dispositivos de capacitación colectivos para hacerle frente a la normatividad que hoy los excluye de los procesos de formación normativos, como los secundarios técnicos y fundamentalmente la universidad”, remarca Federico. De esa premisa parten los desafíos a futuro: formar profesionales neurodivergentes y lograr que consigan un trabajo en el mercado tecnológico.  “Y para eso hay que formar comunidad, hay que publicar resultados, hay que tejer alianzas estratégicas con el mercado tecnológico y con instituciones públicas. Hacia allá queremos ir”, concluye Federico. 

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