Luego de la derogación del fallo “Roe vs Wade”, que puso en jaque el acceso al aborto en Estados Unidos, se han dado distintas estrategias para garantizar este derecho. Recientemente se autorizó a las farmacias a vender mifespristona con receta. En Brasil, tras la asunción de Lula, se dio marcha atrás con una resolución que obligaba a profesionales de la salud a informar a la policía en caso de que alguien solicitara interrumpir un embarazo producto de una violación. Dos activistas cuentan la realidad del aborto en ambos países, los dos de gran extensión territorial, donde las derechas han recrudecido sus políticas anti-derechos, y las redes feministas siguen insistiendo en acompañar y garantizar abortos seguros y acompañados–entre muchas otra acciones-.
¿Acaso la marea verde argentina no logró salpicar las realidades de otros países? ¿Hasta dónde llegó la oleada de calles repletas de pañuelos verdes, debates televisivos, jóvenes movilizades y una ley de avanzada con alcance en todo el territorio nacional (aunque su aplicación sea dispar)? Cuando se aprobó la ley de aborto (27.610) en Argentina, en Brasil gobernaba Jair Bolsonaro y -entre las tantas medidas anti-derechos que tomó-, dispuso férreas restricciones al acceso a un aborto. En este país el aborto es no punible si no hay otra forma de salvar la vida de la gestante, si el embarazo es producto de violación o si el feto es incompatible con la vida. En Estados Unidos, Joe Biden transitaba su segundo año de mandato y estaba firme el fallo “Roe vs Wade” que protegía la libertad de una mujer embarazada de optar por un aborto sin restricciones gubernamentales excesivas.
La marea verde argentina fue sin dudas un impulso, una posibilidad de pensar proyectos integrales y de tejer redes internacionales, feministas, autogestivas y compañeras. Pero cada país tiene sus realidades sociales, políticas y territoriales. Chiara Bercu, activista norteamericana que trabaja como investigadora en Ibis Salud Reproductiva, y explica que la posibilidad de replicar una “marea verde” en Estados Unidos es algo complejo, tanto por la extensión territorial como por la forma de gobierno que divide al país en estados independientes. “Es un país tan grande, cada estado tiene sus propios movimientos, leyes y activismos. Estamos muy desconectadas entre un estado y otro. No creo que podamos tener un movimiento unificado. Por ejemplo en California donde el aborto está muy protegido, sentimos que estamos bien. Pero en Mississippi, Texas, Alabama, es tan diferente. Allí hay mucho miedo y criminalización”.
En junio de 2022 la Corte Suprema de EE.UU. derogó el fallo “Roe vs. Wade” y eliminó la base legal que permitía el aborto en todo el país. De esta manera cada estado quedó con la libertad de garantizar, restringir y hasta prohibir este derecho. “Existen diferentes niveles de acceso, en algunos estados como por ejemplo donde vivo en California, se puede acceder a un aborto hasta 24 semanas sin ningún tipo de restricción ni consulta médica, y en otros está prohibido después de las 6 semanas, y hay muchas prohibiciones y complicaciones para acceder” describe Chiara.
Recientemente la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) permitió a las farmacias certificadas vender la pastilla para abortar, la mifepristona, a las personas que tengan una receta médica. La mifepristona combinada con el misoprostol permiten transitar abortos seguros y autogestionados.
“Antes que la FDA lo permitiera, cuando ibas a la cita con el médico para tener tu aborto, dependiendo del estado tenías una espera de hasta 72 horas para obtener la receta, comprarla en la farmacia y tomar la mifepristona en el consultorio. En California sucedía en el mismo día, pero sí o sí frente al médico. Es decir que sí o sí implicaba otra visita al doctor, pagando cada consulta, lo que aumentaba el costo del aborto. Ahora que se aprobó la venta en farmacias, no hay que regresar al doctor, se puede comprar en farmacia y tomarlo en casa. Pero la realidad es que eso sucede solo en los estados azules -a favor del aborto-, en los rojos siguen regulando qué venden las farmacias”, aclara Chiara.
El aborto en Estados Unidos es un tema de agenda mediática, y está instalado en la sociedad. “La gran mayoría de la población piensa que el aborto debería existir ante ciertas causales, y de esa mayoría la gran parte piensa que debe existir ante cualquier causal”, sostiene Chiara. Además, aunque afirma que lograr una ley integral es un hecho difícil asegura que es el camino. “Sabíamos que Roe era muy frágil, por eso tenemos que seguir trabajando en la movilización para cuando logremos tener mayoría en la Cámara de Representantes (Congreso)”, agrega.
“El aborto en Brasil está bastante criminalizado. En la práctica hay mucha dificultad para acceder a este derecho, hay pocos hospitales que garantizan, solo en las capitales y hay mucha presión y dificultad”. La que describe la situación es María Fernanda Marcelino, militante de la Marcha Mundial de las Mujeres y parte de la agrupación SOF (Siempreviva Organización Feminista).
Las restricciones impuestas por Bolsonaro todavía tienen ecos. “Acabamos de salir de un gobierno de extrema derecha que criminaliza, que intentó imponer serias dificultades ideológicas y políticas para que las mujeres accedan al su derecho a abortar”, remarca Fernanda. Cuenta también que acceder a un aborto no punible es complejo y mucho más aún para quienes deciden abortar y no entran dentro de las tres causales legales. De hecho, hasta hace poco tiempo regía la obligación para profesionales de la salud de informar a la policía cuando una persona solicitara un aborto por violación. El Gobierno brasileño decidió retirarse de la Declaración del Consenso de Ginebra sobre la Salud de la Mujer y el Fortalecimiento de la Familia. Fernanda explica que esto implica “volver a los parámetros de la ley, de decir que el aborto es una cuestión de humanidad y salud”. Con una mirada crítica, Fernanda afirma que el aborto es un tema muy sensible en Brasil y que incluso muchas veces no es abordado de una manera estratégica por parte de los movimientos de izquierda. “Aunque Lula se ha manifestado personalmente contrario al aborto, a la vez ha dicho que es viable la legalización porque el aborto es un asunto de salud púbica y un derecho de las mujeres, lo que es una gran posibilidad de ampliar el debate”, indica Fernanda.
“En un estado ultra conservador, hay marchas en defensa del aborto y los grupos anti derechos llegan con armas. Entonces el pensamiento de muchas activistas es: ‘Podrían matarme por estar en esta marcha’ lo cual es muy peligroso”. La escena que describe Chiara puede darse en cualquier estado rojo (conservador) de Estados Unidos, país en donde la portación de armas es legal y en el que muchas veces parecen tener más derechos las armas que las mujeres.
“La ministra de la Mujer de Bolsonaro, Damares Alves (que actualmente es senadora electa) intentó impedir el aborto de una niña de 10 años, violada hacía años por su tío, con la excusa que el embarazo estaba muy adelantado. Son cosas que pasan aquí”. Fernanda recuerda lo ocurrido en 2022, como ejemplo de las altas tasas de embarazo adolescente que tiene Brasil (68.4 por 1000) superando la media global (46 por 1000) y la latinoamericana (65.5 por 1000).
Ante estos escenarios las redes socorristas y feministas se vuelven fundamentales. “El socorrismo activista en Brasil actúa en un clima de inseguridad muy fuerte, por lo que tienen medidas estrechas de seguridad para cuidarnos y protegernos. Paso a paso la posibilidad de hacer una interrupción de un embarazo en casa, con medicamentos se va haciendo más conocida y segura”, destaca Fernanda.
En el mismo sentido, Chiara asegura que “recibimos mucha influencia de los grupos de acompañamiento que existen en América Latina, y muchas de México que apoyan a personas para acompañar, para proveer medicamentos. Están ahí para las personas de acá. También están surgiendo redes en Estados Unidos tomando como referencia redes de todo el mundo para acompañar y autogestionar abortos”.
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