“Lo que unifica el fallo de Fuentealba II y el 24 de marzo son los derechos humanos y la pelea por las causas justas”

Tres docentes conversan en ronda en la Casa Revuelta. Se quieren, se admiran. Se esperan, se oyen y también se interrumpen. Se ríen y se emocionan. Escuchan por primera vez la historia personal de una de ellas. Tres compañeras, jubiladas, que se conocieron en las aulas, la calle, en los piquetes, en las actividades de La Revuelta, que escaparon de la represión en Arroyito, en la que asesinaron a Carlos Fuentealba.

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Virginia Mulhall, Arrayín Navarrete y Mabel Carballo conversan en la Casa Revuelta. Foto: Florencia Castello.

Están sentadas alrededor de una mesa circular: reflexionan sobre un nuevo 24 de marzo, su relación con el fallo en la causa Fuentealba II y sobre las deudas de la democracia.

El puntapié de la conversación fue pensar si hay algo distinto este 24 de marzo: El fallo que condenó a cinco exjefes policiales– Carlos Zalazar, Moisés y Adolfo Soto, Mario Rinzafri y Jorge Garrido- y al comisario inspector – Benito Matus – por abuso de autoridad y por abuso de armas agravado en el operativo del 4 de abril de 2007 en el que Darío Poblete asesinó a Carlos Fuentealba ¿Reparó? ¿A quién? ¿A quiénes? ¿Cómo?

—Quería encontrar una imagen que represente la alegría que me dio este fallo. Y se me viene a la cabeza el encuentro del nieto de Estela de Carlotto, esa sensación que recorrió todo el país y el mundo. ¡Encontramos al nieto de Estela! y digo “encontramos” porque fue entre todos. Tuve la misma sensación con el resultado de Fuentealba II. Porque fue una pelea que venimos llevando y sosteniendo entre todos y que pudimos ganar.

La que habla es Virginia Mulhall. Docente, después de 25 años de trabajo en el aula, jubilada. Estuvo el 4 de abril en Arroyito, fue con su pareja, con una compañera de la escuela, maestra de música, su novio y su hijo. Estaba especialmente atenta a ellxs porque era la primera vez que iban a un reclamo en la vía pública.

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Virginia Mulhall en la Casa Revuelta. Foto: Florencia Castello.

—Tenía la sensación de que, como los traje, los tenía que llevar de vuelta.
Virginia pensó que la actividad no iba a durar mucho. Creyó, incluso, que el reclamo iba a terminar con una detención en masa. Por eso, solo llevó su documento de identidad. Pero, cuando llegó, el panorama fue otro. Apenas bajaron del auto tuvieron que correr: había comenzado la primera gaseada, la primera ola de represión.

—El fallo es un triunfo, un alivio grande. Logramos que los jueces nos dieran la razón en algo que todos vivimos: lo que pasó en Arroyito fue un operativo desmedido. Y los jueces lo pudieron ver, y las compañeras pudieron declarar. Ahí la quiero traer a Mabel, que la vi declarar en el primer juicio y la volví a ver declarar en este juicio. Yo sentí que cuando Mabel declaraba, volvía a la sala de tortura. Porque fue eso, volver al terror. Como lo tengo en la piel esa sensación, yo sentí estar y que ella esté en la misma situación.

Virginia fue detenida, capturada por la última dictadura cívica, empresarial eclesiástica, militar en 1978. Tenía 20 años, era trabajadora de una industria textil y militante del Partido Socialista de los Trabajadores. Virginia hablaba de la declaración de Mabel Carballo en el juicio Fuentealba I y Fuentealba II. Mabel también está sentada en la mesa. Con pelo corto y enterito marrón le suma a su reflexión:

—Se hizo justicia un poco, pero falta. No me voy a olvidar nunca de la represión en Arroyito. Creo que las cosas dolorosas son las que más te marcan. Para mí lo más doloroso fue eso.

Mabel Carballo llegó a Neuquén desde San Lorenzo, Santa Fe. Militaba en la Juventud Peronista y la primera escuela en la que trabajó en Neuquén fue la N°175 del Parque Industrial. Es lesbiana, protectora de animales y asegura que la militancia en ATEN y en La Revuelta le cambió la vida.

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Mabel Carballo en la Casa Revuelta. Foto: Florencia Castello.

—Yo me acuerdo de Mabel en Arroyito. Fue la que nos abrió los alambres para que pudiéramos escapar de la represión.

La que habla ahora es Arrayín Navarrete. Está sentada al lado de Virginia y Mabel. Es la que ceba el mate. Ella también estuvo en la represión en Arroyito. Por los gases, se desmayó, una amiga logró subirla a una trafic e intentaron refugiarse en la estación de servicio.

—La estación estaba llena, todo cerrado, todo era susto y miedo. Estaban gaseando muchísimo. Todo era gritos. Mi única preocupación era que no me volviese a desmayar. En un momento escucho: “vienen los milicos”. Miro para acá – señala su derecha – y venían por acá, miro para allá – señala su izquierda – y venían por allá. No teníamos escapatoria. Y miro para el costado, y veo que los autos empiezan a ir por atrás de la estación de servicio pero había un alambre de púa. Entonces los autos no podían escapar. En ese momento se necesitaba que alguien abriera los alambres para que pudiéramos pasar con los autos. ¿Quién estaba ahí? Mabel, con una fuerza impresionante.

Arrayin Navarrete también es docente jubilada. Llegó a Argentina a los seis años desde Chile. Con su madre primero vivieron en Jujuy y después, desde 1985, en Neuquén.

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Arrayín Navarrete en la Casa Revuelta. Foto: Florencia Castello.

—Para mí el fallo de Fuentealba II es una reparación. Cuando lo escuché sentí alivio. Lo sentí por mí, por todos los compañeros y por Sandra. Llevamos 16 años de esa carga. Con este fallo cambiamos la realidad. La cambiamos con acción y con lucha. Lo que unifica el fallo de Fuentealba II y el 24 de marzo son los derechos humanos y la pelea por las causas justas. “Los Sobischs” son resultado de la dictadura.

Arrayín también se refiere a las declaraciones que hizo Mabel en los dos juicios, Fuentealba I y II:

—Hablar de lo que nos pasó es sacarte un peso que lo tenés guardado. Y eso lo pudieron hacer algunos compañeros en este juicio y también en los de lesa humanidad. Me parece sumamente reparador. También que los hayan tomado como víctimas, porque lo eran, daban testimonio, pero eran víctimas, todos fuimos víctimas.

Virginia la interrumpe y le suma:

—Tendríamos que haber sido todos querellantes.

Y recuerda que hace años, acompañdxs por el CELS, presentaron 500 denuncias individuales por la represión en Arroyito. Quisieron ser querellantes en la causa, pero no fueron aceptadxs.

Del fallo en el juicio Carlos Fuentealba II las tres docentes hilvanan su nuevo eje de conversación: las deudas de la democracia.

—Tenemos una democracia inconclusa, dice Arrayin, se lograron cuestiones políticas, se lograron los juicios de lesa humanidad, pero nos falta. Hay deudas con las mujeres, con las desaparecidas, con las que todo el tiempo se nos llevan, con las mujeres que nos matan todos los días, con esas infancias que se quedan sin madre. Hay deuda económica por este modelo económico que se instaló en la dictadura. También queda juzgar a los responsables civiles de la dictadura. Como dijo Sandra en la marcha del 9 de abril posterior al asesinato de Carlos: el responsable no es solo el que jaló el gatillo, sino también el que dio la orden. Bueno, esos autores mediatos son los de la dictadura y lo que falta: civiles, iglesia, médicos, profesionales, jueces. Eso es lo que nos está faltando. Cuando logremos eso, vamos a poder lograr realmente cambiar este mundo. Esa es la lucha que tenemos que seguir dando.

Virginia le agrega a Arrayín:

—Hay un poder que nunca se reformó, que es el judicial. El Poder Judicial se tendría que haber democratizado y no se democratizó.

Y da un ejemplo concreto, de su vida, para mostrar la urgencia en la reforma del Poder Judicial: Cuando estuvo detenida durante la dictadura le inventaron un juicio. La llevaron a los tribunales federales de Rosario, le leyeron una declaración y la condenaron por tres años y medio. A los 9 meses, la liberaron.
—El juez de ese juicio que me inventaron siguió ejerciendo y la abogada defensora que teóricamente tuvimos en ese juicio llegó a jueza en Rosario. Me acuerdo que en ese juicio declaramos maltratos y tortura. Ese juez tendría que haber hecho algo, pero no hizo nada. La abogada defensora, tampoco hizo nada. 44 años después de mi detención, empieza el juicio contra estos jueces. Después de tantos años, ahora vamos por los jueces.

Virginia sigue hablando de las deudas de la democracia y de la necesidad de reforma del Poder Judicial. Y pone un segundo ejemplo: el intento de magnicidio a la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández.

—Si permitís que a los poderes del Estado y al Ejecutivo de la Nación le metan un revólver en la cabeza ¿Qué queda para cada uno de los ciudadanos comunes? Es un atentado contra la democracia. Habla de un Poder Judicial que está totalmente copado por el poder que fue el que impulsó la dictadura.
Mabel de costado suma otra deuda de la democracia:

—La deuda de la tierra, con los pueblos originarios, con las personas que habitamos esta tierra que la vivimos. No está dentro de los parámetros de la democracia que seamos dueños de esta tierra. Mirá las compañeras mapuce que siguen presas.

¿Qué hacer? ¿Qué estrategias darse para seguir transformando esta realidad? El tercer y último eje se tira sobre la mesa.

Arranca Virginia.

—Con el Poder Judicial neuquino totalmente cooptado por el sobichismo, si hubiéramos pensado que no se podía hacer nada, no hubiéramos llegado a este fallo. Y los jueces hicieron un fallo que era lo que queríamos, era lo que necesitábamos como sociedad. Si no existiera un activismo que está atento, los jueces esos de la dictadura, seguirían. No me canso de pensar y decir que las cosas se cambian con organización, con lucha, con solidaridad, con un “no nos van a vencer”.

Después se sumó Mabel:
—Hay que seguir contando lo que pasó en dictadura, en las represiones. Hay que hablarle a la gente común. Tenemos que seguir luchando.
Y a Arrayín le tocó cerrar la charla:

—Me parece que muchas de las cosas que nos ha enseñado el feminismo, que tiene que ver con las luchas de lo pequeño y lo cotidiano, son las que nos van a hacer cambiar esa mirada que tiene que ver con lo cultural. Tenemos que seguir apostando por esas luchas que van por abajo y abriendo grietas. Pero entablando lo de antes, lo de ahora y lo que viene. Hay una imagen que a mí me impactó mucho que fue la madre de Plaza de Mayo con el pañuelo y la piba con el pañuelo de la lucha por la legalización del aborto. El pañuelo blanco y el verde. Esa imagen sintetiza ese traspaso de las luchas y del feminismo.

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