Suburbia: un llamado a la disidencia homosexual

“Suburbia es un refugio para los parias. Una invocación a los malditos y a su fuerza provocadora. Un llamamiento de la disidencia homosexual evocando un mundo que pudo ser y no fue: se lo llevó puesto el pinkwashing”, dice la sinopsis de la obra dirigida por Sebastián Fanello, que se presenta este sábado 29 y domingo 30 en Deriva Teatro (Sarmiento 841). Las funciones continuarán en mayo.

Incomodidad, cuestionamientos, críticas ácidas, emociones profundas, resistencias, son algunas de las sensaciones que interpela la obra “Suburbia”. Una vez más, Sebastián Fanello -su director y dramaturgo-  aborda un tema, un hecho social, y lo lleva con crudeza al escenario para desarmarlo en mil pedazos, para cuestionarlo, para transformarlo en una pieza poética. Así lo hizo con “Al pie de la teta”, “El suicidio de la presidenta” y “Dineral”, entre otras obras.

“Suburbia llega en un momento en el que creo que el teatro está debilitado. Hay una suerte de ‘primavera teatral’ en la cual el Estado subvenciona las prácticas escénicas -sobre todo en la provincia-, y esa relación determina las posibilidades provocadoras del lenguaje, las encorseta y las coarta. Creo que ‘Suburbia’ tiene un posicionamiento contrario en relación a esto, como la mayoría de mis obras, porque considero que todo arte tiene que mantener vigente cierta tensión con el Estado”, reflexiona Sebastián.

En la obra actúa junto a Leandro Mellado y Manuel Maritano. Sobre el discurso de “Suburbia” Leandro afirma que “los discursos cobran importancia si le modifican la realidad a alguien. Principalmente discursos que tengan que ver con, como en este caso, cuestionar el sistema, cuestionar la realidad que nos propone este capitalismo horrendo al cual estamos sometidos, y ese sometimiento hace que muchas personas no se cuestionen nada, no se pregunten nada y acepten todo tal cual es. En este caso, les proponemos que se resistan, que desconfíen, que estén atentas y atentos para que no les vendan el pescado podrido”. Por su parte, Manuel remarca que “en este caso me parece que no es la importancia (del discurso), sino la urgencia. Una posibilidad de un corrimiento que sea una experiencia frente a toda la política. La asimilación, el higienismo, toda la programación de nuestras cabezas, en donde para hacer una obra ya tenemos una serie de pasos que tienen que ver menos con los procesos creativos que con las posibilidades de inserción, sea dentro de un cierto mercado o para el Estado. Son las condiciones de producción que tiene el teatro hoy. Sin embargo, nos proponemos justamente hacer la experiencia de otras condiciones de producción de esto, y ver qué pasa”.

Sebastián trae a la memoria la militancia y la homosexualidad en los 70. “Creo que las minorías de los años setenta tuvieron que enfrentarse con un poder represivo mucho más palpable, mucho más tajante que el que existe hoy. Yo no creo que haya desaparecido ese poder represivo hacia los cuerpos que deciden huir, inclusive de la asimilación misma que este momento del capitalismo propone. Habemos muchos homosexuales que no queremos adaptarnos a las leyes de identidad de género, a las legalidades que promueven los derechos adquiridos y demás. Y siento que hay toda una nueva moral disfrazada de buena conciencia que se parece mucho a los sistemas represivos de antes, que son ahora a veces más explícitos: los señalamientos que vienen por parte de compañeras/os, de gente que si ve que vos no te amoldas, no acatas, no te normativizas, no te adherís, no te asimilas a los derechos conquistados, entonces sos un peligro y te lo hacen saber”.

“Creo que la obra vuelve a buscar a esas voces militantes, a esa fuerza militante homosexual, a esos putos combativos de los años setenta lo vuelve a invocar para que algo de toda esa beligerancia, de toda esa intransigencia, no se olvide, eso sí me parece como sumamente importante”, agrega Sebastián.

En la obra se re-apropian de la figura del criminal cómo máquina de guerra y no de cualquier criminal, sino homosexuales criminales. Leandro asegura que “nos hemos sentido interpelados por lo que estamos diciendo, por lo que estamos trabajando y es la manera de sostenerlo, hacerlo carne, hacerlo propio, pasarlo por el cuerpo”.

En cuanto a cómo llegan a la construcción de la obra en sí y qué aportes han realizado como sujetos involucrados en un mundo represivo Manuel sostiene que “la transgresión es el acto poético que nos vincula con el delito, porque el delito es un acto poético en sí mismo en relación a la ley. Es el ejercicio metafórico que se fuga de la ley y nosotros hacemos ese mismo movimiento dentro de lo minúsculo y diminuto de nuestro teatro. Para seguir sacando un poco toda esa mierda que tenemos adentro  – que creemos que es mierda poética- y que la podemos transformar en algo bello, gracioso”.

Para cerrar, Sebastián retoma a poetas, escritores y dramaturgos que son influencia en la obra: “seguimos encontrando en los materiales de Néstor Perlongher, de Félix Guattari, de Jean Genet, de Carlos Correa, un alimento fundamental para poder contrarrestar la materialidad de las tristezas que nos produce este mundo. Muchas veces estas cuestiones suenan como de orden teórico, y en realidad son hiper aplicables en la vida”. Y agrega: “estos materiales circulan, fluyen, arman cierta sensibilidad que nos contienen a nosotras como actrices en la escena y que quiero creer que también producen algo de esa contención en el público, una suerte de comunidad afectiva que se acerca a ver la obra. Este este material sensible nos parece vital de ponerlo en escena. Nos parece fundamental que el arte se relacione creativamente con estas materialidades y viceversa”.

Las entradas pueden reservarse al 299 5049199 o comprarse en la puerta del teatro.

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