No amo mi patria. Su fulgor abstracto es inasible. Pero (aunque suene mal) daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques de pinos,
fortalezas, una ciudad deshecha, gris, monstruosa, varias figuras de su historia, montañas -y tres o cuatro ríos.
Hoy toca Cristina. Mañana habla Cristina. Dice Cristina. Cristina ha podido nombrar nuestros miedos y nuestras intuiciones. Luego, ha podido conjurar unos y hacer obra otras. Con una pistola ciega en la cabeza, esa cabeza, nos dijo de su fragilidad y de su condición efímera, como todos quienes esa noche empezamos a creer en los milagros. Sobrevivió a un atentado contra su vida, a uno, dos, vaya a saber cuántos disparos destinados a estallar la cabeza, esa cabeza. No cayó sobre el asfalto, desangrada. No murió esa noche. Pero pudo morir, porque matarla era el plan. Matarla. Asesinarla. Eliminarla por fin y para siempre. Hace falta repetirlo, decirlo mucho, porque es algo de lo que no se habla. ¿No se habla porque falló? ¿por qué tan rápida y miserablemente clausuramos un episodio tan dramático y de tanta gravedad política? ¿nos afecta demasiado o no nos importa demasiado? Es que Cristina quedó viuda y siguió adelante. Su hija enfermó y siguió adelante. Le fraguaron expedientes penales, la citaron hasta el hartazgo en tribunales, la insultaron, la degradaron, la avasallaron, y ella siguió adelante. Ridiculizada y maltratada en la prensa un día sí y otro también, ella siguió adelante. Irrumpieron con picotas en la intimidad de su hogar, difundieron infamias, la acosaron y la espiaron, y ella siguió adelante. No hay un maldito día que su nombre no brote de bocas hediondas, gente bruta que pregona el mal. Ella sigue adelante. No se permite llorar. No en público. Es posible que mañana en la plaza pida acallar el clamor “Cristina presidenta” porque viene diciendo a nuestra “comprensión de textos” que no aceptará ese honor. Nuestra comprensión de textos, sin embargo, resultó un poco pindonga y otro poco cuchuflita y entonces nos cuesta bastante dejar de insistir. Es posible que no la estemos registrando como se merece. Es posible que no estemos yendo al encuentro de sus deseos. Es posible que la hayamos dejado sola. Esposible que Cristina se sienta frustrada, cansada y triste. Harta. Pero se muestra blindada por su tenacidad militante y porque sabe que en lo suyo es la mejor.Hay un tuitero que a cada tuit de Cristina comenta: Gracias por tanto. Perdón por tan poco.