Hoy toca Cristina

Escribo en las vísperas del 25 de mayo. Me lo había propuesto la semana pasada y lo pospuse por una cosa y por otra, pero quería escribir después de la última aparición pública de Cristina, cuando cayó al estudio de televisión en audaz trajecito de colores irreconciliables. Hasta esa noche. ¿Verde y violeta, señora? ¿casualidad o mensaje cifrado en la pilcha? ¿una visible aunque secreta señal de amor a Florencia, su hija feminista? Imposible saberlo. Lo único cierto es que estamos en las vísperas del día de la patria y que Cristina hablará en la plaza. Temprano estas vísperas, dicen en la radio, ya hay grupos de personas acampando, gente llegada de provincias y de todas partes, que sólo quieren verla y escucharla, estar ahí, desmelenarse en el vértigo que irradia el huracán CFK. Por Mónica Reynoso Para mañana, día de la patria, se pronostica lluvia en la plaza. Lloverá como el 13 de abril de 2016 cuando, sin que nadie las llamara, miles de personas la acompañaron sin paraguas en Comodoro Py, primer intento oficial de borrarla, de hacerla desaparecer, de hacerla flaquear y darla por vencida. Dijo allí: “Quiero en primer lugar que estén todos tranquilos. Me pueden citar veinte veces más. Me pueden meter presa, pero no me pueden callar”. Que no la harían callar lo repitió muchas veces más, incluso ante las opacas presencias de sus señorías, en territorio enemigo, atragantada de bronca por tanta infamia. Habrá lluvia mañana como el 9 de mayo de 2019, cuando presentó “Sinceramente” en la Feria del Libro y miles y miles se empaparon afuera de la Rural sólo para estar ahí, cerca, porque ni seguir podían el acto inaugural de una gira increíble que llevó miles y miles a verla allí donde fuera. Hoy toca Cristina, se decía: eran en verdad recitales palpitantes, estadios sacudidos con la rockstar inesperada, desatadas de pasión militante ella y las masas. La lluvia en Plaza de Mayo un 25 de mayo. El día de la patria. La verdad es que la palabra patria me ha sido bastante ajena la mayor parte de mi vida. Hasta que Cristina dijo que “la patria es el otro”. La palabra de Cristina rodeó al prójimo, dio carnadura a un difuso nombre que hasta entonces sonaba a cuartel y chacarera. Hasta entonces, este poema –“Alta traición”, de José Emilio Pacheco- describía para mí el sentido de patria del que habla Cristina:

No amo mi patria. Su fulgor abstracto es inasible. Pero (aunque suene mal) daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques de pinos,

fortalezas, una ciudad deshecha, gris, monstruosa, varias figuras de su historia, montañas -y tres o cuatro ríos.

Hoy toca Cristina. Mañana habla Cristina. Dice Cristina. Cristina ha podido nombrar nuestros miedos y nuestras intuiciones. Luego, ha podido conjurar unos y hacer obra otras. Con una pistola ciega en la cabeza, esa cabeza, nos dijo de su fragilidad y de su condición efímera, como todos quienes esa noche empezamos a creer en los milagros. Sobrevivió a un atentado contra su vida, a uno, dos, vaya a saber cuántos disparos destinados a estallar la cabeza, esa cabeza. No cayó sobre el asfalto, desangrada. No murió esa noche. Pero pudo morir, porque matarla era el plan. Matarla. Asesinarla. Eliminarla por fin y para siempre. Hace falta repetirlo, decirlo mucho, porque es algo de lo que no se habla. ¿No se habla porque falló? ¿por qué tan rápida y miserablemente clausuramos un episodio tan dramático y de tanta gravedad política? ¿nos afecta demasiado o no nos importa demasiado? Es que Cristina quedó viuda y siguió adelante. Su hija enfermó y siguió adelante. Le fraguaron expedientes penales, la citaron hasta el hartazgo en tribunales, la insultaron, la degradaron, la avasallaron, y ella siguió adelante. Ridiculizada y maltratada en la prensa un día sí y otro también, ella siguió adelante. Irrumpieron con picotas en la intimidad de su hogar, difundieron infamias, la acosaron y la espiaron, y ella siguió adelante. No hay un maldito día que su nombre no brote de bocas hediondas, gente bruta que pregona el mal. Ella sigue adelante. No se permite llorar. No en público. Es posible que mañana en la plaza pida acallar el clamor “Cristina presidenta” porque viene diciendo a nuestra “comprensión de textos” que no aceptará ese honor. Nuestra comprensión de textos, sin embargo, resultó un poco pindonga y otro poco cuchuflita y entonces nos cuesta bastante dejar de insistir. Es posible que no la estemos registrando como se merece. Es posible que no estemos yendo al encuentro de sus deseos. Es posible que la hayamos dejado sola. Esposible que Cristina se sienta frustrada, cansada y triste. Harta. Pero se muestra blindada por su tenacidad militante y porque sabe que en lo suyo es la mejor.

Hay un tuitero que a cada tuit de Cristina comenta: Gracias por tanto. Perdón por tan poco.

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