Un fallo fálico

Por Mónica Reynoso.

En un video donde agradece a dios y a Burlando, Juan Darthés se muestra en armonía con el universo, chocho podría decirse. El pelo un poco desordenado, como si lo hubiesen sorprendido sin tiempo para buscar un peine, la camisa de mangas cortas abierta hasta mitad del pecho, el tono de la voz, seguro y displicente. No mira a cámara sino para decir “daño irreparable”, “fallos contundentes”, cosas así, y dirigirse a un otro conjetural con una frase llamativa por lo que tiene de sinuoso: “Y a vos, a cada uno de ustedes que, a pesar de esa lucha cotidiana, podían pensar en lo mejor para esto. Claro, lo mejor sería la justicia, ¿no? Pero la justicia tiene sus tiempos”. ¿Perrrrdooón? ¿Acaso Darthés se está quejando? ¿”a pesar de esa lucha cotidiana”? ¿por qué “a pesar”? ¿cuál lucha? ¿”pensar en lo mejor para esto”? ¿qué habría sido “mejor”? ¿qué es “esto”? Escuchándolo, nadie puede creer que el discursito que manda esté improvisado, ni que sea un mensaje espontáneo sin guión ni ensayo. Por eso escucharlo interpretando el mejor papel de su vida suscita éstas y varias preguntas más, enigmas ocultos sobre todo en la oscuridad de esa frase dirigida “a vos”.

Viéndolo, triunfal y fresco, canchero, sobrador, no cuesta imaginarlo, a sus experimentados 45 años, atropellando con la testosterona por las nubes a una pibita de 16 en la soledad de una habitación cerrada, sin testigos a la vista ni nadie cerca que pueda escuchar nada. Vale decir, el cobarde desenfrenado en la escena perfecta del violador. No puedo ni quiero imaginarme el horror y el estupor de la pibita de 16 años, besuqueada, manoseada y ultrajada por el bruto incontinente.

Señor juez federal de Brasil Fernando Toledo Carneiro, que ha fallado amparado en vacíos de la legislación, quiero decirle que su fallo no logrará disipar de la memoria colectiva la horrorosa escena del crimen, cuyo espanto no prescribirá; su fallo no equivale a decretar la inocencia del acusado; con su fallo no se extinguen las dentelladas nocturnas del dolor, los temblores, el llanto, las pesadillas y el miedo de la mujer que cuando pudo habló y bien que se escuchó, pero tampoco este fallo despoja a Thelma Fardin de su probada valentía ni de su dignidad. Su fallo, señor juez, no podrá derrumbar así nomás, con pobres palabras fallidas, el colosal edificio ético y amoroso que construyó y hoy habita la mujer que fue esa muchacha atrapada en la violencia de un asaltante sexual. No ha lugar, quiero decirle en su jerga oscura, a la repugnante argucia legal de que faltó un pene para declarar la violación, ni de que el paso del tiempo esté a favor de los predadores. Sabemos, señoría, señorías, que en caso de duda juzgan como hombres (varones hetero) y que, puestos a dictar sentencia, se dejan tentar por el falo, metafóricamente hablando, vamos. Las mujeres lo sabemos porque lo padecemos, porque lo denunciamos y lo combatimos. Cuando fallan con la venda en los ojos corrida para espiar, señores jueces, no hay justicia, hay trampa.

Lo digo. Eso. Puedo decirlo. Por el momento y por acá puedo decirlo. Lo digo en la confianza de las palabras que crean verdad, belleza y ternura. Pero también en el amargor que raspa la garganta cuando el lenguaje abusa, deforma, toma atajos y silba bajito para hacerse el boludo. Las palabras hacen cosas y los textos pomposos que emiten los jueces son baratijas que simulan mensajes cifrados, sinuosos, de difícil lectura para el común. Con tecnicismos, palabras arcaicas y fórmulas solemnes, lo primero que logran es poner distancia con quien lee, lo que sirve de paso para perpetuar el cerco entre Sus Señorías y la plebe que llega a litigar. Hasta su Olimpo personal, donde una vez levantan el pulgar y otra vez lo ponen hacia abajo, no llega el rumor de los ayes de acá abajo. Y si llega, no se nota. Para que pueda entenderse, la sentencia que favoreció a Darthés se publicó con explicaciones ad hoc de periodistas feministas como Mariana Carbajal y Luciana Peker, o en páginas dedicadas a verificar la información como Chequeado.com. Pusieron en palabras claras un texto que a lo tortuoso de la redacción (puede decirse que adrede) se sumaron las peripecias de un expediente que cursó más de cuatro años en tres países y que les abrió el juego que mejor juegan a los abogados exitosos de la tele.

Parece joda, pero el gobierno de Mauricio Macri, que como todes sabemos siempre habló como Cicerón y siempre estuvo, no comprometido, sino casado con la trasparencia, pensó una solución para remediar la práctica de escribir confuso y retorcido. Es más, la creó. Fue en 2018 y la llamó Red Argentina de Lenguaje Claro (RALC). Firmaron un convenio a ese fin la Secretaría Legal y Técnica de la Nación, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación y el Honorable Senado de la Nación, presidido entonces por la inolvidable Gabriela Michetti. La RALC pretendía que el Estado comunicara sus decisiones “usando un lenguaje claro y transparente”, loable aspiración que el tiempo ha demostrado vana. Una pena.

Desconozco (y lamento, claro) las razones por las que fracasó la RALC, tan bien intencionada, pero no hay duda de que los funcionarios del Estado prefieren evitar toda ocasión de ser inteligibles y de dar acceso fácil a la comprensión de los textos que emiten. En Brasil y acá, y seguramente en varios países más. Vean sino este palabrerío presuntuoso y artificial del juez de Casación Alejandro Slokar, dictado hace días, en una de las muchas causas contra Cristina Fernández.

 “Resulta a todas luces evidente que con toda la asertividad posible el juez denunciante prefijó la totalidad de los extremos que constituirían a posteriori las piezas inaugurales de la presente causa, individualizando la prueba relevante e incluso tipificando las conductas con la adecuación legal que ponderó de aplicación, la cual -no sin sorpresa- replicó ulteriormente en el dictado del auto de mérito”.

No, doctor Slokar (a los abogados les gusta que les digan doctores, cuando no lo son). No, doctor. Nada de su escrito resulta de ningún modo “a todas luces evidente”. Justamente lo que está faltando es no todas, pero sí algunas luces: no sólo en las decisiones que ustedes toman afectando para siempre la vida de quienes buscan justicia, sino en la forma retorcida que las comunican. Forma y contenido, ya sabe, nada el uno sin el otro.

Dios guarde a Su Señoría. Y Señorías.

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