Pantallas

Por Mónica Reynoso

No sé cuántas personas leerán esta columna antes del jueves próximo. Ojalá que muchas, porque traigo un anuncio entusiasta y un aviso. Ese día, jueves 12, creo que de modo infalible, los cines de acá bajarán de cartelera una película que vengo a suplicarles que vean: “Puan”. La sacarán, casi seguro, porque es una película argentina, una pigmea que debe hacerse lugar entre esos colosos comerciales bien llamados tanques que vienen de Hollywood, duran tres horas cuarenta y recaudan millones por contar historias truculentas o pavotas o las dos cosas a la vez. “Puan”, en cambio, es una digna obra espléndidamente argentina, escenas donde podemos reconocernos, voces propias, talento de acá, pena y alegría nac&pop.

Decir Puan es dar la contraseña a un mundo que sólo existe ahí, en Puan, la calle donde está la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en Caballito. María Alché y Benjamín Naishtat, los guionistas y directores de la película, podrían haber tomado la parte de Letras de la facultad. Pero eligieron Filo. La película, entonces, se ha calificado como “una comedia filosófica” y es cierto que se habla de filosofía y de filósofos. Se habla de Rousseau, de Hobbes, de Parménides y de Heráclito. Un personaje muestra un retrato de Spinoza, el mismo personaje que cita a Heidegger en alemán. Pensarán ustedes: uh, qué presuntuoso todo. Y no es así, es divertida, muy divertida, con actrices y actores excelentes, entre quienes menciono, medio arbitrariamente, a Leonardo Sbaraglia, un insufrible encantador y a Zulma Galperin, la abuela cocainómana de “Duro de domar”, desopilante en su papel de vieja rica aburrida.

No hay que tener cursada ninguna materia de Filosofía ni haber pasado una temporada en la facultad. Las citas filosóficas no presumen de nada, fluyen sencillas en una trama que atrapa rápidamente porque es sensible e inteligente y porque la historia que cuenta se recibe con emoción y gratitud: chispeante de gracia, es un modo de reparar este presente nuestro de incertidumbre y miedo. Una casualidad y un brillante hallazgo el guion de esta película, premiado en el festival de San Sebastián, en sintonía fina con el país que venimos teniendo y queriendo, así, cachuzo y todo, pero que estamos en riesgo de perder. En la película “Puan” encuentran cobijo la educación pública argentina, gratuita y laica; los esforzados profesores universitarios, enamorados de su saber y siempre con el mango justo; los estudiantes fervorosos; las izquierdas, los feminismos, el humanismo, la belleza del pensamiento como forma de resistencia. En “Puan” está el hacerse las preguntas que incomodan, que eso es filosofar, está el hablar de la muerte, del tiempo y el deseo, del presupuesto para la universidad, del papel del Estado, de Platón. En la escena de mayor tensión, cuando el protagonista entra a concursar la cátedra y se juega todo entero por Puan, la cámara no lo sigue a él sino que queda fija en las paredes de la facultad donde se puede ver fotos y nombres de los desaparecidos y se lee: 30.000. Un gran momento del cine, justo en este momento.

Escribo en vísperas de dos acontecimientos televisivos: el regreso de Mirtha Legrand y el segundo debate presidencial. Me pregunto si con la que se presenta como pareja de invitados en la primera mesaza de la temporada la incisiva anfitriona lanzará la versión actual de la pregunta que les enrostró a Cristina y Néstor Kirchner. ¿Se atreverá a preguntarles a Milei y dizque novia si se viene el derechaje? Como tiendo a creer que no, que no los va a incomodar como hizo con los Kirchner, me conformo con que exprese a Milei su horror y su indignación por la atrocidad de comparar al Estado con “el pedófilo en el jardín de infantes con los nenes encadenados y bañados en vaselina». Qué bueno sería ponerlo frente a su impiedad, recortar apenas esa muestra brutal de entre la bruma tóxica que esparce el tipo cuando se manifiesta. Y tan impunemente. Qué es eso de los “nenes encadenados y bañados en vaselina”. ¿Lo leyó? ¿lo vio? ¿lo imaginó? ¿lo vivió? Mirtha tendría que decir algo, digo yo, en nombre de quienes cuando niños padecieron abuso y violaciones. Ella, que sospecha de los homosexuales como eventuales violadores, y que a su modo también goza de impunidad, podría hacer algunas preguntas interesantes y así avergonzar a los que su invitado llama “ensobrados” porque no satisfacen sus caprichos narcisistas.

Estas cosas que escribo, dedicadas e ingenuas, no son más que la expresión de deseos de alguien espantada por la galería de esperpentos que a toda hora y lugar regurgitan amenazas in crescendo y babean ante la ilusión de arrasar con todo y con todos. Sus ideas y su forma de exponerlas aterrorizan. Por lo que son pero más porque han llegado hasta acá ante nuestros ojos muy abiertos, incrédulos y distraídos. “Se nos coló por debajo de la puerta un viento huracanado que algunos definen como fin de régimen político, cambio catastrófico, declive o derrumbe de una era”, escribió Verónica Torras en Página 12.

 En efecto, la catástrofe viene a tocar a nuestra puerta. Puedo percibirlo. No es que no haya notado nuestra pasividad producto de nuestra perplejidad, pero desde que Verónica la escribió me perturba la frase “se nos coló”. Estuvimos desatentos, el tiempo en suspenso que nos mantuvo entretenidos ¿dónde? ¿haciendo qué cosas? ¿mirando qué pantalla?

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