La Revuelta Adolescente: “Las feministas tenemos desde muy chiquitas un fuego interno”

Por Camila Vautier.

¿Cómo se hace una, une, feminista? “Vivir una vida feminista”, escribe Sara Ahmed, “no significa adoptar una serie de ideales o normas de conducta, pero sí, quizás, hacernos preguntas éticas sobre cómo vivir mejor en un mundo injusto”. Marti, Oli, Ana y Jade forman parte de La Revuelta Adolescente y en esta entrevista, cuentan cómo el feminismo comenzó a formar (y transformar) sus vidas; las preguntas que empezaron a incomodar en la cotidianidad y cómo, un movimiento, puede convertirse en refugio. 

Marti tiene 17 años y está por terminar el colegio secundario. Lleva el pelo corto, rubio oscuro, y un pantalón de jogging ancho: está cómoda. Cuenta que en algunos espacios no se siente cómoda, en la escuela por ejemplo esa sensación no suele acompañarla. Mientras conversamos está sentada en un almohadón con sus piernas cruzadas, en el piso de la biblioteca de la Planta de Campamento N°1 de Neuquén, rodeada de sus compañeras y compañeres de La Revuelta Adolescente, y más allá de la puerta, de una muchedumbre de activistas, feministas, acompañantes de abortos de la Regional Patagónica de Socorristas en Red que se encuentran en plenaria. Marti habita la comodidad.

A La Revuelta, colectiva feminista de Neuquén, llegó porque Oli la invitó a llevar bengalas para teñir con el humo violeta una marcha de un 8 de marzo. Olivia también está sentada sobre almohadones. Una melena de rulos cae sobre sus hombros y le brilla un arito al costado del labio. Acaba de cumplir 18 años y se presenta así: “Soy Olivia, estoy en 5to año y soy parte de La Revuelta hace mucho. Mi primera conexión fue cuando era chiquita con una batucada que hicieron de niñeces”. 

El primer encuentro de adolescencias feministas de La Revuelta fue exactamente en esa misma Planta de Campamento, dos años atrás, cuando Oli tenía 16. Era 2023 y en aquel momento, en una entrevista, dijo: “Creemos que hay espacios de confianza o nos hacen creer que hay espacios de confianza, pero nosotras, nosotres, sentimos muy en el interior que no lo son. Entonces este espacio va a estar hecho específicamente para poder escuchar, reflexionar. Será un espacio donde cada una pueda ser quien quiera ser”.

Pero allí “no terminó de hacerse el grupo”, recuerda Olivia, aunque sí “quedaron algunas conexiones como Ana, Valen y Juana”. En 2024 pensaron que había que hacer otra cosa para convocar, algo más corto, “de un día nada más”. Así surgió la idea de invitar a que adolescencias lleven bengalas para el 8M. Entonces, Oli le dijo a Marti: “Queremos armar La Revuelta Adolescente”. Y organizaron un segundo encuentro. Ahí, se sumó Jade.

Jade tiene 16 años, es no binarie y va a 4to año. Sentade al lado de Marti, dice que le costó mucho aceptarse “como feminista”. “Siempre fue como una palabra maldita”, señala. “También me costó aceptarme porque parecía que solo podían serlo las mujeres. Yo soy una persona no binaria. Si soy feminista y lo digo, pensaba, me van a ver como mujer. Para mí es una necesidad física que tengo de estar acá y hablar”. Aceptó ir a las reuniones de La Revuelta porque le interesaba el debate, pero a medida que se fue adentrando, notó “no hay lucha que no abarque el feminismo”. “Todo lo que es injusto en el mundo, el feminismo lo abraza y acompaña”, asegura. 

Ana, de 17 años, fue la última en sumarse al grupo. “Mi vieja milita desde que soy muy chica, no es feminista pero es docente”, relata. “Entonces fuimos por el 1 de Febrero a una reunión en el Anfiteatro de Neuquén… Pasaron Oli y Marti a hablar por parte de La Revuelta Adolescente y yo quedé… ¡Uau, quiero eso!”

-¿Qué las movió a crear La Revuelta Adolescente? ¿En qué momento le pudieron poner nombre, decir “esto es feminismo”? 

Marti: Siempre quise un lugar donde me sintiera cómoda y pudiera expresar lo que quería y por lo que quería luchar, junto con otres. Y después, para tirar al patriarcado abajo. Un mundo sin espacios como La Revuelta sería un mundo mucho más hostil, mucho más cruel. 

Oli: Yo creo que las feministas tenemos desde muy chiquitas un fuego interno que nos va llevando a hacer distintos actos a los que después les ponemos la palabra “feminismo”. Cuesta un montón en este mundo poder percibirse como feminista. Es de los pasos más grandes, de los actos más políticos y tiernos que podemos hacer. A mí me mueven distintas vivencias y broncas que llevo desde pequeña. El resguardo que encuentro en la colectiva es fundamental. Siento que es un hogar elegido. Un refugio. 

En la vida de Marti el feminismo irrumpió casi sin querer. Estaba en la escuela, más precisamente, en una clase de matemática. El profesor no dejaba a su amiga salir al baño y le insistía para que le dijera que era para cambiarse la toallita, porque si no, no la dejaba ir. ¡Era tan injusto!, pensó Marti. Como reclamo, ambas se escaparon del aula y no volvieron a la clase. Marti regresó a su casa con una nota en el cuaderno. Luego de leerla, su mamá sentenció, tal vez, con algo de orgullo: “hija, este fue un acto feminista”. 

“Yo empecé con el feminismo sin nombre, de chica”, cuenta Ana. Entre la fila de nenas y la fila de nenes, Ana elegía la de nenes. Si la profe decía “necesito dos varones que me ayuden a traer el banco”, salía disparada para llegar antes y llevarlo ella. Toda regla que consideraba sexista, Ana la rompía. 

-¿Qué les pasa cuando se nombran feministas en otros espacios? 

Ana: Y… Algunos te tratan de loca, de exagerada. A veces una no tiene ganas de explicar. Cuando entré a La Revuelta supe que parte de mí es ser feminista. Cada vez que vaya a un lugar lo voy a decir y me voy a hacer cargo, porque es parte de lo que soy, pero sé que va a haber veces que tal vez no tenga ganas de explicar. 

Oli: Empecé a usar distintos elementos para poder nombrarme como feminista en otros espacios, como el pañuelo, es un elemento de identidad clave. O las pulseras que tenemos en La Revuelta que dice “feminista”. Yo voy con esta pulsera a todos lados. En la escuela soy perfil bajo, pero no paso desapercibida. 

-¿Les pasó de reconocer situaciones de violencia que antes no veían? La respuesta es al unísono: “Sí, re”. 

Marti: De chica me pasaba que muchas situaciones de violencia estaban dentro de mi casa. No me gustaba, no entendía por qué. Después pude decir claro, esto se llama violencia. 

Oli: Empezás a reconocer las violencias y a ponerle nombre. O a reclamar, por ejemplo, en la escuela, “¿che, por qué acá no dan ESI? Es Ley”. Y que la respuesta de los profesores sea: “es para gente más grande”. 

Jade: Estás en el bondi pasa algo, estás en el colegio pasa algo, estás en tu casa pasa algo, en el almacén pasa algo, en la calle pasa algo. Todo el tiempo. Ya sea una imagen, una manera en la que están paradas las cosas, una manera de actuar, un gesto. 

Ana: Uno naturaliza dentro del hogar, como esto que un hombre te tiene que explicar todo, aunque lo sepas. Yo empecé dentro de casa. Y después con amigos está bueno poder explicarles con amor, ternura y firmeza también. 

“El feminismo es trabajo para casa”, escribe Sara Ahmed, escritora y profesora feminista inglesa, en su libro Vivir una vida feminista. “El quehacer doméstico feminista no consiste simplemente en limpiar y mantener una casa. El objetivo del quehacer doméstico feminista es transformar la casa, reconstruir la residencia del amo”, señala. 

“A mí me da bronca ver que mi vieja está haciendo todo y mi viejo está sentado mirando la televisión, me cuesta todavía decirlo”, confiesa una de las integrantes de La Revuelta Adolescente. “En mi escuela no me cuesta, pelearme con mis compañeros no me cuesta, pero el ámbito de mi casa…”. 

Por eso, para Ana, lo fundamental es estar juntxs. “No es lo mismo estar vos sola que estar en una colectiva, donde podés problematizar todas esas cosas; no es lo mismo decir estas cosas vos sola en tu casa, que gritarlo al lado de tus compañeras”, asegura. 

Actualmente, a La Revuelta Adolescente la conforman siete personas aunque su proyección es seguir agrandando la colectiva. Parte de su activismo se centra en las redes digitales, con contenido gracioso, pero reflexivo. “Feminismos de adolescencias para adolescencias, no es lo mismo hablar algunas cosas con personas adultas que con un par”, afirma Ana. “La Revuelta Adolescente surge de la importancia de que las adolescencias tengan una voz, puedan expresarse y tengan un espacio en un espacio tan importante como La Revuelta”, agrega Olivia. “Tener un espacio feminista donde puedas nombrar, ir a una reunión, expresarte, putear a un profesor y decir, me está pasando lo mismo que a vos porque estamos en la misma etapa, es muy importante”, añade. 

Marti, Ana, Jade y Olivia continúan su activismo también en las calles. “Tratamos de dar señales”, afirman. Stickers de La Revuelta en la calle. Afiches en las paredes de la secundaria. Ahora, se preparan para ir al Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias que se realizará en Corrientes. 

“Estar en un lugar donde se piensa y se organiza, me da esperanza”, concluye Ana. “Podemos cambiar el mundo, dar vuelta el tablero”.

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